Qué lindo destello, como el de una estrella, como la luz de Luna llena. Tan hermoso...
Contemplo el fuego de la chimenea, es ígneo, tanto que deja de ser fría la cabaña. Los rayos del Sol entran por la ventana y chocan con mis viejos libros. Las velas iluminan mis dibujos, retratos; sueños y demás cosas.
... Pero ninguna de esas luces se compara a la que tengo en mi mano. Una hoja afilada, mi cuchillo de mango negro es más rutilante. Que exaltación tan grande me produce.
Acerco el cuchillo con dulzura, y con exactitud lo coloco en mi cuello. Con descuido, se rompe de forma estrepitosa la vieja puerta de madera. Sin temor, rebano mi garganta con fuerza. Inicia un dolor, y la sangre borbota como una llave de corte.
Poco a poco me siento cansada; mis ojos se cierran, y lo último que ven son los destellos de las bayonetas de los mosquetes, frente a la entrada. Me alegro, no tengo ya nada por qué preocuparme; mi cuerpo seguirá siendo puro, igual que una luz blanca...