"Conocí a Elena Plá en circunstancias incómodas.
Desde hace un tiempo, la vida y la edad me juegan malas pasadas, y un mediodía ambas me sentaron en una sala elegante a la que Elena entró dispuesta a acabar conmigo. El contexto era el de una demanda, una pelea por dinero, derechos, palabras escritas y a la vez no escritas de las que ambos jurábamos ser dueños. El odio fue mutuo.
Pero debes saber, querido lector, que los escritores al hacernos famosos caemos en el pecado más común: creemos ser aquello que no somos. Yo continúo cometiendo ese pecado, del que la mayoría de las veces no me arrepiento. Esto sucede hasta que aparece Elena Plá a cambiar todo. De hecho, creo que todos deben tener una Elena Plá en sus vidas, todos MERECEMOS tener una mujer así.
Elena Plá es sencilla, tranquila, serena, y con las mismas cualidades hace su trabajo. Escribir comenzó para ella como una pequeña aventura para salir de un mundo gris y entrar, una vez por semana, en uno de colores. Escribir se convirtió en mucho más, tanto que gracias a eso ahora tienes este libro en tus manos. Escribir es algo con lo que relaciono directamente a Elena, es lo que ella lleva dentro, su habilidad y su virtud.
Repito, conocí a Elena Pla en circunstancias incómodas, pero el paso del tiempo y la propia Elena me hicieron dar cuenta que esas circunstancias no podrían haber sido mejores. Muchas son las amistades que comienzan bien y terminan mal. Pero, ¿cuántas hay que comienzan mal y terminan bien? Es por eso que estoy aquí, en este prólogo de la primera historia de Elena, mi amiga, una de las pocas personas que he conocido en mis siete décadas de existencia que es auténtica, que se toma las cosas en serio, que ha escrito este libro como sólo un escritor puede hacerlo: con dedicación, paciencia, y amor.
Este prólogo no le hace justicia, pero la historia de Alberta sí, porque en sus palabras, en sus diálogos, en sus giros y contragiros, está la esencia misma de Elena Plá.
Y todos queremos que esa esencia continúe en mas historias.
Esperemos que así sea.
Rafael Sánchez Carrillo."
Pasó la página y "Capitulo 1" la saludó. Levantó los ojos llenos de lágrimas para mirar el televisor, que pasaba por vez número mil la repetición de la ceremonia en la que Sánchez se inclinaba ante los reyes de Suecia, recibía saludos, y pronunciaba un discurso parco que brillaba en corrección política.
No sabía la cantidad de veces que lo había visto, y la cantidad de veces que había leído el prólogo, tantas que ya sabía ambas cosas de memoria.
"Y esta fue la ceremonia de premiación en la que nuestro compatriota fue galardonado con el premio más alto de la literatura, en la mañana sueca de hoy."
Apagó el televisor y volvió al libro. "La educación de Alberta" no era un ejemplar muy grueso, pero su portada exquisita y su letra elegante lo hacían ver como un gran y precioso libro. Agradecía la fuente utilizada, era clara y legible para personas mayores como ella.
Aún no sabía nada acerca de este libro, pero deseaba que sólo fuera una copia para ella y nada más. La realidad de pasar por lo que ya había pasado con su anterior "obra" la espantaba. No lo escribió por dinero, así que contratos o presentaciones no eran necesarios, sólo quería la satisfacción de tener el libro terminado en sus manos, y palabras tan hermosas como las que Rafael había escrito, sólo para ella.
Tragó saliva ante la implicación de "sólo para ella". Fijó su vista en el primer capítulo del libro, tratando de sumergirse en la historia que había escrito, y no en su propia realidad.
"Era medianoche cuando la casa de los Smith se iluminó de golpe. El bosque negro que la rodeaba de pronto tenía luz, y el zorro que merodeaba las gallinas huyó espantado.
Alberta Lange bajó de su caballo y lo palmeó en el lomo, agradeciendo su valentía y rapidez. Cuando abrió la puerta de la casa, un coro de grititos la saludaron."
Elena pasó las páginas. Sabía esta historia completa, pero era hermoso verla impresa. Era algo suyo, como había dicho Rafael. No era robado, escrito a las apuradas, tratando de cumplir con los demás. Era pensado, imaginado, escrito cuidadosamente. Muchas cosas eran de Rafael, por supuesto, pero no sentía que se lo robó. Él lo cedió a ella, un pequeño regalo después de tanta pelea y rencor. Las cosas estaban en paz, y paz era lo que ella sentía.
Deseó poder llamar a Rafael, agradecerle este gesto, pero aun permanecería en Suecia por un par de días más. En la televisión lo vio fuerte, y aparentemente sin dolor, esperaba que realmente fuera así y no una simulación muy bien actuada por él.
Cerró el libro, acarició su portada y sonrió. Luego tomó su teléfono, que antes escuchó vibrar. Allí había un mensaje de su nieto Joaquín, con una foto de Agustina blandiendo una medalla y una enorme sonrisa.
"Agustina acaba de ganar un premio de poesía!"
Leyó el mensaje dos veces, antes de agrandar la foto y ver que la foto era una publicación de una red social. Agustina había ganado el premio Principios, un importante premio nacional de poesía donde participaban personas de todo el país. La muchacha ganó el primer premio, con dinero y un contrato para publicar un libro. Sumaba mucho más que Agustina sabía dibujar de manera casi profesional, lo que le aseguraba un libro exquisito.
Elena se tomó el pecho, emocionada por todo. La pequeña de cabellos rosas estaba teniendo grandes oportunidades.
De inmediato le escribió un mensaje, felicitándola e invitándola a su casa. Sería lindo tenerla allí por unos días, y Joaquín estaría feliz.
El mensaje se envió, pero no espero una respuesta inmediata, imaginaba que Agustina estaría ocupada festejando semejante logro a tan corta edad.
Acarició su libro nuevamente, y volvió a sonreír.