Sentía admiración. Así como creía que su madre era perfecta, pensaba que su padre era extraordinario. Tenía un carácter que muchas veces detestaba. Podía llegar a ser muy terco cuando quería y hasta expresar palabras hirientes cuando algo lo enfadaba, por mas pequeña que sea la situación. Pero con el tiempo eso había cambiado notoriamente. Al crecer pudo comprender muchas de sus actitudes, otras no, y comenzó a observarlo mas detenidamente. Era mucho mas sensible de lo que se mostraba y si había algo que amaba era a su familia. Aquel hombre estaba siempre dispuesto a ayudar a los demás. Era una persona muy sabia, y no por haber estudiado o haber leído libros, aunque algunos leyó, sino porque sabia adaptarse a los tiempos, a las situaciones. Él siempre sabia como salir adelante. Todo lo arreglaba, a todo le buscaba la vuelta. Con el pasar de los años comenzó a escuchar más, comenzó a medir sus palabras, pero nunca perdió su esencia. Simplemente se adaptó.
<< ¿Qué piensas?>>
<< Es un ser maravilloso>>
<< Bien. Lo admiras. Entonces, ¿a qué le temes?>>
Sabía a qué se refería. En general, sentía que en cada paso que daba estaba siendo observada por la gente. Y claro, le importaba lo que los demás pensaran de ella. Pero mucho mas le importaba lo que pensaba su padre. Quería hacer las cosas bien. Correctas.
<< ¿No haces las cosas bien?>>
<< Creo que sí>>
<< ¿Y entonces? Repito, ¿a qué le temes?>>
<< A equivocarme>>
<< Todos lo hacen alguna vez. O muchas. ¿Por qué no puedes tú?>>
<< Porque no quiero decepcionarlo>>. Sentía que había hecho tanto por ella que no se merecía generales disgustos.
<< ¿Te has equivocado?>>
<< Sí>>
<< ¿Y qué pasó?>>
<< Siguió allí. Siempre>>. No importaba lo que hiciera su padre estaría para ella en todo momento.
<< En esas ocasiones, ¿siempre te equivocaste o creías que te equivocaste?>>
Una vez más. Una ventana mental se abrió de par en par asomando una especie de revelación. Como cada paso que daba y se sentía observada, cada equivocación también la medía por la lupa de los demás y no por la de ella misma. Equivocarse no era haber hecho algo que ella no creía correcto. Equivocarse se había convertido en hacer algo que su padre no creía correcto. Y de ahí surgía otra de sus presiones. O, mejor dicho, sus auto presiones.
<< Entendido. Mochila afuera. Ahora sí, creo que es todo>>
<< Lo tienes. Bien hecho. Ahora, te propongo algo. ¿Qué te parece si empiezas a ver la vida con tus propios ojos?>>
Como una epifanía algo interno se iluminó. Comprendió al fin. Había creído que su vida no había tenido sentido hasta entonces porque no era su vida la que estaba viviendo. Vivía a través de los demás. Queriendo imitar a su madre, a otras mujeres, dejándose llevar por los cuestionamientos de los demás, rigiéndose por las creencias de su padre, o tomando decisiones guiándose por lo que supuestamente era esperado de ella, por la sociedad, o por quien sea que la esté observando.
Basta. Era tiempo de vivir su vida. Mente en blanco.
<< Bien. ¿Y ahora qué?>>
Silencio. Su compañera se había esfumado. Abrió los ojos. Estaba sola. Miró su habitación y comenzó a agudizar sus sentidos para volver a la realidad.
<< Ahora me toca a mí>>, sonrió.