Me encontraba ansioso. Quería ir y averiguar dónde sería la tan famosa cita, pero no debía hacer eso.
Di vueltas por mi habitación, de ida y vuelta, ida y vuelta, una y otra vez. También mordía la uña de mi pulgar, como si eso fuera una vía de escape a lo que estaba sintiendo o como si eso fuera a darme una grandiosa idea sobre qué hacer.
Al parecer sí logró lo último.
Decidí que, aunque todos iban a estar allá, ir al bar me distraería un poco. Tendría a mis amigos, y quizá no los hubiera visto desde que había sucedido todo, pero lograrían distraerme.
Me puse una camisa y una chaqueta encima, luego tomé todas las cosas necesarias y salí de casa, con dirección a mi distracción.
Todos, a excepción de Kiona y Axel, se asombraron de verme. Les di lo que pretendía ser una sonrisa mientras me sentaba y hacía señas a la barra para que me llevaran una cerveza.
El plan de esa noche no iba a ser emborracharme, claro que no, solo sucedió al ver que la ansiedad no se iba de mi cuerpo.
El tiempo pasó mientras las preguntas se amontonaban en mi mente. ¿Ya habría llegado a casa? ¿Su cita salió bien de ser así?
Mi cerebro comenzaba a distorsionar todo. La temeridad se volvió una palabra desconocida. Solo quería saber de Abril.
Le di una mirada al reloj en mi muñeca, dando otro trago a la botella que ni siquiera sabía qué tipo de alcohol era o cuántas llevaba. Sí, estaba borracho, ya lo podía sentir, pero no lo iba a admitir, solo diría que el mareo era a causa del cansancio.
Ni siquiera sentía la quemazón en mi garganta cada que daba un trago.
Los tragos fueron aumentando, hasta que vacié una botella, luego otra, para cuando me di cuenta ya eran las dos de la madrugada. No había prestado atención a mis amigos ni a la conversación que adelantaron en toda la reunión. Me había embriagado y no me importaba nada más que saber cómo estaba Abril.
Por esa razón saqué mi teléfono y marqué su número.
No me importó que estuviera tarde y que seguro estuviera dormida. Luego de tres tonos y cuando pensaba que no contestaría, su vocecilla adormilada sonó por el auricular.
—¿Hola? —Me quedé sin hablar. Hacía tanto tiempo que no escuchaba su voz de esa manera que mi corazón se embaló. Me enderecé en la silla, una estúpida sonrisa creciendo en mi rostro. Abrí mi boca para responder, pero el móvil salió volando de mis manos.
Fruncí el entrecejo, mirando a Kiona, quien intentaba asesinarme con su mirada.
—¡Abril! —dijo con falso entusiasmo, intentando esquivarme porque por supuesto estaba intentando recuperar mi teléfono.
Quería hablar con ella a toda costa.
—Ah... sí… llamaba para... para saber cómo te fue en tu cita… sí
¡Hey, eso era lo que yo quería saber!
Su mano se puso en mi pecho y empujó. Me hizo trastabillar hasta que choqué con el muro, pero no me di por vencido.
No escuchaba lo que Abril decía detrás de la línea, y eso me molestaba porque quería seguir escuchando su voz.
Bien, si ella no me iba a dar el teléfono haría que Abril quisiera saber que sucedía y que me lo diera a mí.
—¡Abril! —grité.
—Juro que si no te callas te cortaré las bolas en miles de pedazos.
No me intimidé por su amenaza, lo único que yo quería era hablar con Abril.
—Pero yo…
—Tu nada, cállate de una buena vez, no estás en tus cinco sentidos —escupió entre dientes—. Sí, aquí estoy…
—¡Pero quiero decirlo! —protesté subiendo el tono de mi voz.
A la mañana siguiente me iba a arrepentir. Kiona dejó que llegara a ella y le quitara el teléfono. Me fui de ahí con prisa, diciéndole a la supuesta persona detrás de la línea que me diera un momento, sin saber que Kiona había colgado y en realidad no había ninguna llamada.
Carraspeé.
—Lo siento, hermosa… Lamento haber llamado a esta hora, pero es que no encontré un mejor momento… Todo es tan difícil, nosotros deberíamos estar juntos ¿sabes? Si dos personas se aman, deberían estar juntas… Aunque en este punto no sé si me sigues queriendo. Yo no tengo duda de que te amo, mucho, y te necesito —susurré, mi garganta apretándose—. ¿Sabes? Dolió mucho que aceptaras una cita con Stevenson, porque siento que me estás reemplazando y olvidando, también siento que es una venganza muy fea, preciosa, yo era quien te llevaría a tu primera cita, no él… No vuelvas a salir con él, por favor, porque duele mucho y me hace pensar que de verdad me odias. Debo confesarte algo: todo lo que dije ese día fue mentira y me duele que pienses que fingía todo solo para llevarte a la cama porque no quiero eso, esa nunca fue mi intención… Bueno, no, en realidad sí quiero llevarte a mi cama —reí—, pero no de esa forma, no engañada. Quiero hacerte el amor, Abril, pero también quiero hacerte reír y compañía… Deberíamos ir ya a nuestra cita, iré a tu casa, me disculparé e iremos a nuestra cita, ya, así puedo pedirte que seas mi novia y puedo volver a hablar contigo sin que te sientas incómoda y también evitaré que aceptes más citas con Matthew… pero no tengo las flores ¿te importa que no te dé flores hoy? Puedo dártelas mañana.
Esperé respuesta, pero nunca llegó. Miré la pantalla, encontrándola apagada.
Casi me puse a llorar al comprender que había estado hablando solo, que en realidad nunca le dije nada a Abril.
Una mano se puso en mi hombro. Kiona me miraba con pena.
—Déjala dormir, cuando estés sobrio podrás decirle lo que quieras, será mejor antes de que hagas una estupidez… otra.
—¿No escuchó nada de lo que dije? —pregunté con voz estrangulada. Kiona apretó sus labios, tomando el teléfono y guardándolo.
—Es momento de ir a casa, te llevaré.
No opuse resistencia. Me había quedado sin fuerzas.
No me enteré del momento en el que me quedé dormido, ni quién pudo subirme a mi habitación, solo supe que, a la mañana siguiente, me encontraba con un tremendo dolor de cabeza y que había llegado tarde al instituto.
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Editado: 15.01.2022