Homúnculo

I

Todos tenemos una idea sobre que es nacer, donde ves la luz y como recién nacido empiezas a llorar (al menos es lo que te dicen), pues yo a diferencia de ustedes lo primero que logré ver fue algo filoso, que se alejaba de mí, y luego una figura muy peculiar llamada humano, o más bien mi creador, este me observaba mientras me encontraba en una especie de recipiente trasparente, en el lugar todo era colores sepia, lleno de una infinidad de desorden de papeles y tubos de cristal y sin contar la cantidad de libros, escritos y planos con formulas en la pared; el me miraba y me miraba mientras me echaba sustancias, y repetía una y otra vez:

—¡Serás lo más útil lo mejor que he creado!—mientras que en su mirada había un brillo especial, y su extraña sonrisa no daba chance.

Yo con el tiempo y los días aumentaba de tamaño y sólo observaba el trabajo del profesor y científico alquimista Paracelso mientras crecía hasta que el creador me sacó del frasco, y mientras me observaba con una enorme cara de asombro me dijo:

—Sólo tu tendrás el honor de ser semejante a mí—No sabía a que se refería, pero era bueno existir; como ya era rutina, me medía la altura y temperatura, presión, y otros procedimientos que hasta hoy desconozco.

Mi creador y maestro me enseñaba a caminar pues aunque decía que sería semejante a él, no sé por qué mi altura era apenas del tamaño de su mano, pero mi nariz y boca, pies y manos eran del mismo tamaño que las de él imaginen lo difícil que fue caminar para mí y lo torpe que me sentía.

Con el paso de las horas, días y meses, sujetado de la mano del maestro aprendí a caminar de estante en estante, de darme lo que suponía yo que eran alimentos en una especie de jeringa, pasó a hacerlo con algo parecido a lo que el usaba llamado cuchara, hasta me colocó un trozo de ropajes que me sirvió de vestimenta.

Para mí el maestro lo era todo, observaba cada cosa que hacía para hacerlo igual que él, intentaba repetir lo que decía pero siempre hacía sonidos extraños, cada vez que me enseñaba algo nuevo veía el aprecio que sentía por mí, cuando me decía:

—Tu puedes Odell , eres un nuevo ser y serás increíble, ves que pronto aprendes, ¡cada día haces un avance magnífico!—Ah... magnífico, esa era y sigue siendo mi palabra favorita y la única que de verdad me esmeraba en intentar repetir...

《Dos años después...》

Era el aprendiz del maestro logré crecer ¡hasta un poco más de su rodilla! Hacía todo lo que pedía el maestro dentro de el laboratorio, le pasaba una que otra herramienta, observaba por días sus experimentos, y le gritaba si había algún cambio, y como olvidar que aparte de los extraños sonidos como de lava hirviendo que hacía, aprendí a decir magnífico, de una forma realmente extraña... pero aprendí a decirlo, por más días que el maestro pasara intentando enseñarme, nunca aprendí a decir más que esa palabra,  el maestro decía que era algo insignificante. Pero que alegría que logré leer y escribir; No era menor a 10 las veces que cometía una serie de torpezas, pero aún así el maestro siempre permitió que lo ayudara durante mucho tiempo.

No entendía que pasaba con el maestro cada vez se ponía más como una hoja de papel arrugada y caminaba de forma de extraña, y habían veces sumamente extrañas, que de un momento a otro se espantaba y me decía:

—¡Qué eres tu!, y ¿que es este lugar?

Observaba como si todo fuera desconocido y se alejaba. E iba a la otra puerta donde una vez me dijo que era su dormitorio, y se echaba hasta el otro día.

No tenía mucho que hacer además de ordenador su laboratorio, pues eran pocas las veces que el maestro seguía experimentado.

Tenía bajo el escritorio una especie de dormitorio, y sobre una tablilla frente a el, el maestro me colocaba dos veces al día mi alimento, y un día lo escuché mencionar que era lodo y hierbas, no tengo idea de que es ni de donde lo saca, pero que puedo decir, es todo un genio.

Mientras ingería pensé: ¿por qué no ayudar al maestro con sus experimentos?, se leer y escribir y sólo con esto podía ayudarlo.

Me subía a los estantes como chimpancé y tomaba los libros y leía al menos tres por día del grosor de un pie de el maestro.
Ya en eso de tres meses había leído la mitad de los libros de el profesor, y de vez en cuando me decía:

—bien hecho Odell.

Y se alejaba a su dormitorio nuevamente, ya a estas alturas tenía conocimiento de todos los experimentos del profesor, entre los más interesantes sobre Gnomos y Ninfas, excepto de uno que aún no logro entender, es un conjunto de libros que aún no he leído llamado 《homúnculo》 es una palabra realmente extraña, pero el profesor suele colocar una etiqueta roja sobre sus libros más importantes y esta la tiene.

Llevaba horas leyendo hasta que me encontré con un dato muy extraño.



#23273 en Fantasía

En el texto hay: historia corta, moraleja

Editado: 04.06.2018

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