Al otro día, justo cuando llegué a la escuela, vi a Josh y a los chicos en la entrada, parece que Roberto no los deja pasar.
—Lo siento, chicos, tengo órdenes.
—¡Oh, vamos! —exclamó Fred.
—¿Ves? Te dije que no era buena idea golpear a ese conserje —le reclamó Thomas al empujarlo por el costado sin mucha fuerza.
—No era un conserje... —explicó Josh con decepción.
—¿Golpeaste a un profesor? A mí me dijeron que fue Alex —dijo Roberto asombrado. Vaya, parece que quieren acabar con mi reputación.
—No, fui yo —aclaró Fred—. Estaba aburrido y detesto que me sermoneen, ese viejo se pasó. Además me llamó vago.
¿Llegará el día en el que terceros no salgan afectados por mi culpa? Me acerqué al grupo y entré en la conversación.
—¿Qué sucede?
—¡Vamos! Pero si es Bicolor —exclamó Frank emocionado.
—¿Dos días seguidos? Eso es un récord —me felicitó Carl.
—Al parecer nos tienen prohibido el paso —explicó Josh.
—Quizás es porque Fred le dejó el ojo morado a un profesor —insinué. Se quejó en silencio y susurró algo sobre la debilidad del docente—. Déjalos pasar, Roberto.
—Tengo órdenes, Alex.
—Yo soy al que quieren, estoy seguro de que buscan perjudicarme con esto. Ayer me encontraron con ellos.
—Fuiste por cigarros, ¿verdad? —mi silencio contestó su pregunta.
Ser medianamente dependiente de un vicio tan asqueroso no me enorgullece, si lo pienso bien, no sé en que momento vi al tabaco como un recurso útil en mi día a día. No me gusta en lo absoluto y prefiero rendirme ante otras prácticas más sanas, pero tampoco puedo luchar con esta ansia por tener la cabeza ocupada con otras cosas.
—Está bien, pasen chicos, —accedió Roberto tras suspirar por mi causa— así no estarás solo en la escuela, Alex. Después de todo, creo que tienes algo de autoridad sobre mí —abrió la puerta y no cedió el paso.
—¡Dios, Alex, eres lo máximo, hermano! —exclamó Carl.
—¡Déjanos recompensarte con unas cuantas cervezas! Y no aceptaré un no por respuesta —dijo Frank mientras me codeaba.
—No voy a aceptarlas, Frank.
—¡Oh, vamos! Tengo que decirte que no me permites una sola idea brillante; la amabilidad no me sale todo el tiempo y no la aprovechas —reclamó para después avanzar con Josh y los otros.
—Si los profesores te llaman la atención, Roberto, puedes culparme, no hay problema. Di que te amenacé o algo por el estilo, ya no me importa qué piensen de mí.
—¿Cómo crees? Ya me las arreglaré. No se metan en más problemas —les pidió a los chicos.
—No prometemos nada —dijeron los cuatro al unísono.
Una vez dentro de la escuela iba a seguir mi camino a... no sé dónde, hasta que Josh me detuvo con una mano en el hombro:
—¿Seguro que no quieres venir? Te ves cansado —mencionó preocupado.
—Estoy cansado.
—Ven con nosotros, ahí estarás seguro. No te molestarán.
Quise meditarlo por unos segundos como lo hago con todas las decisiones, pero Fred me interrumpió al empujarme:
—¡Dios! Uno te tiene que estar rogando —me obligó a avanzar.
—Nosotros te defenderemos, tampoco es bueno que estés por ahí solo —añadió Thomas.
—Confía en nosotros. Además, tenemos cigarros —dijo Frank al mover una cajetilla de forma tentadora
—Te puedes ir cuando quieras si estás incómodo, solo... date la oportunidad de ser acompañado —completó Josh y terminó por convencerme.
Fred pasó su brazo por mis hombros y nos fuimos en grupo. No tengo las fuerzas suficientes ni las ganas para lidiar con alguien hoy, realmente me siento mal y cansado.
Llegamos atrás de los edificios y como siempre, los chicos cayeron primero tras ser víctimas de la somnolencia que produce el alcohol en los cuatro. Josh sacó una cajetilla y comenzamos a fumar:
—Qué día más largo el de ayer ¿no? —miró el cielo con una sonrisa en el rostro.
—Bastante.
—Dime, ¿hay progresos?
—No. Todo sigue igual en casa... casi todo.
Un silencio lúgubre nos inundó a la par del humo del cigarro. ¿Hay algo positivo que se pueda rescatar de todo esto?
—Por lo menos pudiste escapar ayer de ellos por un rato —quiso levantar mi ánimo.
—Sí... al menos eso logré —dije cabizbajo.
—Alex, ¿no crees que estarías mejor en casa? —no voltee a verlo, mis ojos observan cómo el cigarro se consume poco a poco—. ¿Por qué sigues asistiendo? Sólo te estás desgastando.
—Tengo qué —dije resignado—. Si tuviera otra elección ya la hubiera tomado, créeme.
—Lamento no poder ayudarte de otro modo.
—Todos quieren ayudar, ayer Roberto me dio un número de teléfono —busqué en mi mochila el libro donde había guardado el papel—. Dijo que era alguien con quién podía hablar...
Mientras buscaba, caí en cuenta de lo que había pasado el día anterior. No iba a encontrar el libro aunque persistiera, ya no está conmigo.
—Olvida el número. Lo perdí con mi libro.
—¿Perdiste un libro? ¿Tú?
—No precisamente. Ayer cuando salí de la dirección decidí ir cerca de la cafetería e intentar relajarme con un poco de lectura, pero una chica llegó a molestar y no tuve otra opción más que darle mi libro para que me dejara en paz.
—¿En serio? ¿Una chica?
—Sí y ahí guardé el número que me dio Roberto.
—Vaya, debió ser algo importante o muy molesto para que dejaras ir un libro tan fácil —rio.
—Lo fue y mucho —afirmé fastidiado por recordar lo sucedido.
Iba a dar seguimiento a la acción que puede premiarme con un cáncer letal o acabar con mi vida , pero Josh me interrumpió con unos codazos leves en el brazo y una mirada pícara.
—¿Qué te pasa? —le pregunté extrañado.
—Parece que le gustas a una chica, Alex.
—Pues qué mal por ella —llevé el cigarro a mi boca.
—Oh, vamos, alégrate un poco. No te vendría mal algo de compañía femenina.
—Dime que no dijiste eso...
—Las mujeres curan almas, ¿sabías? —dijo después de reírse.
—No necesito que me curen, quiero que me dejen en paz. Lo último que me falta es que alguien me esté siguiendo a todos lados, ya tengo suficiente con mi "grupo de admiradores" llamados profesores y que tienen la cabeza hueca.
—Pues yo creo que la chica de la que hablas está interesada en ti y si ella tuvo la iniciativa de hablarte, apuesto a que es perseverante.
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Editado: 26.07.2024