Llegué a mi habitación y lo primero que hice fue tirarme en la cama, hace mucho calor aquí adentro. Con la mano en mis ojos escuché que tocaron la puerta:
—¿Señor Alex? —dijo Ana al asomar la cabeza.
—¿Sí?
—¿Gusta que le prepare algo para comer?
—Sí, por favor.
—¿Quiere algún platillo en especial?
—Lo que sea está bien, Ana. ¿Puedes encender el aire acondicionado? Hace mucho calor —abrí una de las ventanas.
—Está bien... señor —asintió confundida antes de cerrar la puerta.
Entré al baño para enjuagarme la cara y refrescarme, en serio tengo calor. Tomé una toalla para secarme y mi mirada se desvió a los paquetes que llegaron ayer. No me he tomado el tiempo de revisar el interior de todos, tal vez sea el momento para encargarme de dicho pendiente. Varios contienen libros, plumas, relojes... todo parece caro, pero hubo algo que llamó en especial mi atención: un dietario. No es nuevo, ni parece haber salido de una tienda costosa, al contrario, se ve viejo y es muy parecido a una agenda, solo que más grande. Lo encontré en el paquete que envió la familia Lexigton, ¿por qué me mandarían algo así? ¿Habrá sido un error?
Escuché el ruido del aire acondicionado accionarse, me provocó un sobresalto. Después de recuperarme, llevé el dietario a mi escritorio para examinarlo; ¿cuánto tiempo pasó desde la última vez que me senté aquí?
Al abrirlo encontré una nota escrita por del señor John, misma que me hizo descartar la idea de que tener esto en mi posesión es parte de un error: "Tu padre me pidió que te diera este cuadernillo cuando llegara el momento." Empecé a revisar su contenido: planos, anotaciones, ideas para nuevos proyectos e infinidad de recibos fue lo que llenó de papeles mi escritorio. Algunas hojas sueltas no son tan viejas como las demás, supongo que son parte de proyectos que por cuestiones de tiempo no se lograron realizar. Encargarse de estos planes suspendidos es difícil, más cuando se tiene una presión tan grande sobre tus hombros; la gente espera mucho de ti.
De nuevo la cabeza... comienzo a sentir debilidad repentina en todo el cuerpo; pensar en todo esto me altera bastante. Desde ese día, la cefalea se volvió frecuente y más intensa con el pasar de las noches.
Me levanté para ir por una pastilla y evitar las incomodidades, tiré la agenda por accidente y varios papeles sueltos se regaron en el suelo; qué afán por arruinarme el día yo solo. Me agaché para recogerlos con la idea de que solo palparía hojas, hasta que un sobre pequeño sobresalió. Contiene algo ligeramente pesado, lo abrí por curiosidad y saqué una cadena con medallón. Al no poder entender qué hace este accesorio aquí, revisé si pasé por alto algo y lo hice, una tarjeta. Me incorporé lento sin poder apartar la vista de las letras escritas en ella, mis ojos se pusieron llorosos, no pueden dar crédito a lo que ven.
Mi vista de tornó borrosa y no por el lagrimeo. Solté el papel sin desearlo con la intensión desesperada de llevarme ambas manos a la cabeza, fue entonces cuando vi lo pálidas que se habian puesto, sin mencionar que tiemblan sin control. Comencé a sudar frío, un zumbido en mis oídos se vuelve cada vez más fuerte y el sonido del aire acondicionado me abruma. La habitación comenzó a encogerse, vi la puerta inalcanzable y terminé por sumergirme en la oscuridad del vacío...
Ana
Voy rumbo al cuarto del señor Alex para llevarle su comida, le hice su platillo preferido, espero que le guste.
Últimamente lo he visto más estresado que de costumbre, noté moretones en sus muñecas el otro día, pero no quise preguntar. Aún no puede abrirse y hablar sobre sus penas... ni siquiera conmigo. Siempre dice que no quiere preocuparme, por eso no me cuenta los terrores que vive en la escuela... si supiera que verlo tan cansado al volver me duele más que no escucharlo hablar; sus ojos me comunican la verdad.
Me encantaría poder apoyarlo más, a veces no me siento suficiente para él, pero cuidar su alimentación y de vez en cuando su imagen, es lo mejor puedo hacer ahora. Lo voy a consentir hoy como muestra de mi afecto, le prepararé los dos postres que quiera.
Toqué a su puerta para que me permitiera la entrada, pero no recibí respuesta. Intenté una segunda vez y solo me contestó el silencio. Qué extraño que no conteste, Alex no es así. ¿Estará en la ducha?
—¿Señor, Alex? —abrí lento la puerta. Mis ojos se llenaron de horror absoluto acompañados de un grito desgarrador, tiré la bandeja y llevé las manos a mi boca preocupada. Alex está en el suelo inconsciente.
Me acerqué e hinqué rápido para apoyar su cabeza en mis piernas: arde en fiebre, está agitado y respira con dificultad.
—¿Qué te sucedió? —busqué con la vista en la habitación sin encontrar respuesta—. ¡Despierta, por favor! ¡Alex!
Josh
Caminar por las calles con los chicos es parte de mi rutina, así como lo es escucharlos hablar tonterías y sufrir tensión el temor de que se lastimen mientras juegan sin cuidado.
—¡Cuidado con los coches! —exclamé cuando los vi cruzar la calle sin voltear a los lados.
—Soy un peatón, tengo derecho a andar por la calle sin preocupaciones de que me pase por encima por auto —respondió Thomas confiado.
Siempre me sacan una sonrisa, me sorprende lo despreocupados que llegan a ser. El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, es una llamada de Ana.
—Hola, Anita.
—¡Joven Josh! —su grito me provocó un sobresalto.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunté preocupado.
—¡Ayúdeme por favor! ¡No sé qué hacer!
—Calma, ¿dime qué sucede? —dejé de caminar y al percatarse los chicos, hicieron lo mismo—. No puedo comprender lo que dices, habla más despacio —suena nerviosa y asustada.
—Estoy e-en casa y, ¡Alex está inconsciente!
—¿¡Qué!? ¿Qué pasó?
—¡No sé! ¡Llegué a su habitación y lo encontré tirado en el suelo! Respira con dificultad... —comenzó a llorar— ¡no sé qué hacer!
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Editado: 26.07.2024