Tres días después
Sara
Me desperté con el sonido de la puerta de mi habitación, mi familia entró y me cantó el feliz cumpleaños con un pastel en las manos.
—Felices dieciocho, Sara, ya eres toda un adulta —dijo papá al abrazarme.
—¡Feliz cumpleaños! —gritó mi hermana al lanzarse a la cama.
—Vamos, pide un deseo y sopla las velas —dijo mamá y acercar el pastel conmigo.
Pensé mi deseo un momento y soplé las velas con satisfacción. Minutos después bajamos para desayunar y por ser el día de mi cumpleaños mi mamá me consintió y preparó lo que yo quise.
—En un rato vamos a salir tú y yo —anunció papá.
—¿A dónde? —no puedo con la emoción.
—Es una sorpresa.
—Espero que se diviertan —dijo mamá al dejar más platos en la mesa.
—¿Tú no vas?
—Tengo que arreglar unas cosas, será su día especial entre padre e hija.
Al terminar con la comida, mi mamá y mi hermana nos acompañaron al coche. Partimos sin mirar a atrás y entramos a la carretera.
Paola
Por fin el día ha llegado. El plan es que el padre de Sara la saque de casa para que yo pueda ir y decorar el espacio con ayuda de su madre y su hermana. Le llamé a Josh para que me acompañara y así poder indicarle la dirección a donde debe legar la comida y el pastel; me envió un mensaje donde dice que ya está fuera de mi casa, así que terminé de arreglarme y tomé mis cosas. Me despedí de mi mamá y lo primero que vi al salir fue una moto aparcada; ignoraba que nos habíamos convertido en un estacionamiento público.
Me acerqué para buscar al dueño, vi a un chico recargado en la pared con un casco puesto. Sería muy cínico de su parte estorbar el paso y aún así quedarse a esperar un regaño, pero para mi sorpresa, el tonto que me hace empezar con molestias el día es mi medio de transporte...
—¿Qué es significa esto, Josh? —señalé la motocicleta. Volteó su cabeza hacía mí, se quitó el casco y sacudió su cabello para acomodarlo.
—Hola, Paola —saludó sonriente—. ¿No te había dicho que tenía una moto?
—No, olvidaste mencionar ese detalle —dije casi entre dientes—. Estás loco si crees que me voy a subir a esa cosa.
—Es solo un transporte más, no tienes nada que temer. Déjame ayudarte con eso.
Intentó tomar las bolsas de mis manos, pero lo evité:
—¿Escuchaste lo que dije? No es seguro viajar en estas máquinas de muerte.
—No es la primera vez que manejo una.
—Aunque digas eso no confío.
—Nunca has subido a una, ¿verdad? Es curioso cómo con el paso de los días creamos primeras veces sin pensarlo, ¿no crees? —sonrió encantado de la vida, más yo solo eché humo por las orejas—. Ya te lo dije, no tienes de qué preocuparte. Si tienes miedo, abrázame fuerte y verás que el viaje pasará más rápido.
—¡N-no voy a hacer eso!
—También puedes agarrarte del asiento, pero es más seguro si te aferras a mí. Créeme, no te digo esto con una doble intención, solo quiero que tu experiencia no sea tortuosa.
Me pidió las bolsas de nuevo con amabilidad, no tuve más remedio que dárselas. Las acomodó en el compartimiento interior de la moto, mismo de donde sacó un casco y me lo extendió.
—Ah no, ni lo sueñes. Si me pongo eso arruinaré mi peinado.
—No es un capricho, tienes que usarlo por tu seguridad —sonrió triunfal después de entender mi derrota.
—Odio que uses mis palabras en mi contra... —tomé el casco de mala gana y me lo puse con el mayor cuidado posible.
Terminé por subirme a la moto detrás de él, pero me reuso a abrazarlo. Josh se percató de mi impertinencia e hizo sonar el acelerador, me asusté por el sonido y por reflejo lo abracé.
—Te odio como no tienes idea —musité.
—Agárrate bien, puedes apretar todo lo que quieras.
Muy pronto nos vimos rodeados de vehículos que dejamos atrás por lo veloz que avanzamos. Sonará extraño después de todos mis reclamos, pero no tengo miedo, al menos no ahora que estoy sujeta a él; es una sensación de seguridad extraña. Viajar en moto no es tan malo como imaginé, ¿será debido a su forma de manejar? No parece ser nada irresponsable cuando conduce.
—¿Quieres que baje la velocidad? —preguntó sin apartar la vista del frente.
—No, estoy bien. Mientras más rápido lleguemos mejor.
—¿Estás segura? Llegaremos a tiempo, puedo ir más lento si lo prefieres.
—¡No me trates como una niña pequeña!
—No lo hago —rió—, solo busco tu comodidad.
—¿Sabes cuándo estaré cómoda? Cuando mi trasero esté lejos de esta cosa del demonio —pude escuchar una risa más fuerte a través de su casco—. Sólo apresúrate a llegar.
—Cómo ordenes —aumentó la velocidad.
—Si nos matamos, te juro que revivo, te revivo y te vuelvo a matar.
—Sería un honor poder ser protagonista de tal experiencia.
Alex
Los toquidos en la puerta me despertaron, solo dejé salir un sonido somnoliento como respuesta, aún no quiero abandonar el sueño.
—Señor Alex, ya es tarde —dijo Ana a través de la madera.
—¿Tarde para qué? —contesté desganado y me acomodé mejor en la cama.
—El cumpleaños de la señorita Sara es hoy, me pidió que se lo recordara, debe alistarse.
Di por entendida la indicación con un «En un momento bajo» y la escuché alejarse por el pasillo. Me giré en la cama y miré el techo con ganas de volver a cerrar los ojos. ¿Ya han pasado tres días? Cada vez pierdo más la noción del tiempo; tengo tantas cosas en la cabeza que no pienso con claridad.
Miré mi reloj, son las nueve de la mañana, no es tarde. Me levanté resignado y con la motivación de que puede ser un buen día, tomé una ducha para despertarme, me ocupé de mi vestuario y bajé para darle a mi estómago algo que digerir.
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Editado: 26.07.2024