Sara
Josh nos habló sobre la tragedia y nos pidió a Paola y a mí que acompañáramos a Alex en este momento tan difícil. Por lo que sé, los chicos también van a asistir.
Pasé por Paola a su casa y emprendimos el viaje hasta el panteón.
—¿Por qué tenemos que ir? Ni siquiera conocíamos a la señora esa —reclamó Paola hastiada y sin ganas de andar.
—¡¿Paola?!
—¿Qué? Solo la vimos una vez, no es para tanto...
—No es solo por ella, es por Alex.
—No me cae bien, quizás y todo esto le pasa por algo.
—¿Puedes mostrar un poco de compasión? —mi evidente molestia la llevó a desviar la mirada—. ¿Por lo menos este día puedes ser empática?
—Está bien... —rodó los ojos.
—Gracias.
Una vez llegamos al panteón vimos en primera instancia a Josh, luego a los chicos y por último al policía que rige las entradas del instituto. ¿Por qué él está aquí? No tengo idea.
—Hola —saludé con poco ánimo.
—Hola, Sara. Gracias por venir, a ambas —agradeció Josh—. Sé que no conocían a Ana de mucho, pero considero que la compañía es buena para Alex en estos momentos.
—¿Dónde está él?
—Aún no ha llegado... sinceramente no sé si vendrá.
—Tiene que hacerlo —reclamó Paola, otro poco y dice "no vine hasta aquí por nada".
—No es algo fácil para él —contestó Josh.
La conversación entre Josh y Paola tuvo continuidad, así que me tomé la libertad de ir y charlar con el policía; me intriga saber el por qué de su presencia. Tras aproximarme e iniciar la conversación de la manera más casual posible indagué un poco:
—¿Usted conocía a Ana?
—No mucho... estoy aquí por Alex. Es una lástima lo que pasó...
—Sí... yo no conocía mucho a la señora, pero igual estoy algo triste por él. Me preocupa su estado.
—Qué horrible ha de ser tener que pasar por esto otra vez.
—Disculpe, ¿dijo otra vez?
—Sí.
—Pero ¿por qué...
Josh solicitó al policía tras llamarlo sin la intención de interrumpirnos. No le di importancia y dejé que fuera con él. Volviendo al tema clave, ¿cómo que otra vez? ¿Acaso hubo otro duelo y/o fallecimiento del que no estoy enterada? Mi ignorancia me hizo acudir a los chicos, quienes no están muy lejos de donde yo. A ellos también los tiene afectados la noticia:
—¡¿Por qué?! —gritó Fred entre lágrimas y gimoteos. Frank lo consuela con palmadas en la espalda y palabras de aliento, pero nada parece funcionar—. ¡La señorita Ana cocinaba riquísimo y nos trataba como bebés! ¿¡Quién nos hará desayunos ahora!?
—Cálmate, hermano... —dijo Carl e intentó abrazarlo.
—¡No me digas que me calme! —reclamó al alejarlo para comenzar a llorar de nuevo.
—¿Está bien? —pregunté preocupada, lo veo a punto de desmallarse por tanto esfuerzo al llorar.
—La noticia lo tiene muy afectado. Quería mucho a esa señora y no solo por la comida, como lo deja ver ahora —explicó Thomas—. ¿Y tú qué haces por aquí, Sara?
—Josh me pidió que viniera, para apoyar a Alex. Supongo que nos necesita.
Segundos después, Josh nos llamó para hablar:
—Creo que Alex está por llegar —anunció al guardar su teléfono.
—¿Quién va a decir las palabras? —el silencio de todos lo llevó a explicarnos a qué se refería—. En los entierros se dicen unas palabras para el difunto como despedida.
—Yo las digo —gimoteó Fred con los ojos hinchados y mejillas rojizas.
—Hermano, no creo que estés en condiciones de hablar ahora —explicó Thomas con empatía—. Yo propongo que las diga Josh.
No hubo tiempo de acceder o negarse, pues un coche se estacionó en la entrada del panteón y de él salió Alex vestido de negro. Habló un momento con el chófer y después el coche partió. Alex pasó derecho de todos, sin dirigirnos la palabra; siento su lúgubre frialdad.
—¿Hola? «Sí, gracias por venir». Qué educado... —reclamó Paola disgustada.
Alex se detuvo en seco tras escuchar su comentario y la miró de reojo. No sé si solo fui yo, pero un escalofrío recorrió mi espalda después de ver su mirada llena de un odio cansado; me hace recordar a ese chico intimidante que conocí hace tiempo, pero esta vez, experimento esas ganas de encojerme con más intensidad. Paola no se resistió y se encogió de hombros al mismo tiempo que volteó la mirada a otro lado. Josh trató de calmar la furia de Alex al tomarlo por la espalda para guiarlo, no le costó trabajo recibir su consentimiento; lo dirigió a la zona de entierro y los demás fuimos por detrás. El ataúd está al lado del gran hoyo y los trabajadores esperan pacientes para recibir la indicación de acción. Todos rodeamos el sitio y Josh empezó a hablar:
—Nos hemos reunido aquí hoy para decir un último adiós a alguien cercano a nosotros. Quiero hablar sobre una persona memorable, noble, sencilla y a la vez maravillosa, cuya partida ha dejado un gran dolor y vacío en el corazón de todos aquellos que la tratamos de alguna forma, ya que siempre sembró en nosotros una huella de amor y disposición para ayudar y consolar a quien lo necesitaba, aún a pesar de sus propias penas. Una mujer en toda la extensión de la palabra: madre excepcional, una excelente compañera para la familia con la que trabajó, quienes siempre contaron con todo su apoyo y ayuda aún en los momentos más difíciles que les tocó vivir. Justa y objetiva, nunca puso sus intereses personales por encima de la razón y con eso logró ganarse muchos corazones. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que la vamos a extrañar, siempre la recordaremos con mucho amor y con una sonrisa en los labios, como ella lo hubiera querido. Permanecerá en nuestra memoria y en nuestro corazón.
Una vez terminado el discurso, los trabajadores bajaron el ataúd. ¿Qué se hace en momentos como estos? Estoy triste pero incómoda también; qué sensación tan extraña. La tierra empezó a caer encima de la enorme caja y cuando terminaron su labor, los hombres se fueron sin más; un día más de trabajo para el par. El policía dejó un ramo de flores blancas encima de la tierra y fue a sentarse a una banca junto con los chicos. Paola se alejó con Josh (quien está algo cabizbajo) y yo iba a ir tras ellos, pero me detuve por voltear con Alex. Sigue de pie en frente de la lápida, en silencio... Regresé lento y me paré a su lado.
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Editado: 26.07.2024