Honest (editando)

Capítulo 57

Sara 



Mis papás salieron de casa y me dejaron como niñera de mi hermana. Llevan tres horas fuera y no he podido empezar mi tarea, ya me resigné a esperarlos. Parece que mi intención real es no hacer nada, que ni siquiera lo he intentado, pero literalmente no puedo ni hacer otra cosa más que estar sentada en este sillón para estar al pendiente de la señorita. 

—¡Dame helado! —exigió mi hermana. 
—No... y menos si lo pides así —lo único que conseguí con mi intento de corrección fueron gritos—. ¡Deja de gritar! Ya comiste helado. 
—Quiero más. 
—Juega con tus muñecas y guarda silencio. 
—Está bien —bajó del sillón y se sentó en la alfombra, por fin poco de paz. 

Quise aprovechar su tranquilidad para poder descansar, hasta que algo irrumpió con mi calma, de nuevo. Es mi teléfono que suena por una llamada entrante, seguramente es Paola. 

—¿Sí? 
—Hola, Sara —esa voz me sonó familiar, no será... 
—¿Alex? 
—Sí, soy yo. 


¡Alex me llama por teléfono! Grité de la emoción, más alcancé a cubrir mi boca antes de que un sonido saliera. Ok, cálmate, habla con tranquilidad: 

—Ah, h-hola, ¿a q-qué se debe esta llamada? 
—Solo te la devuelvo —es verdad, yo hablé primero, qué mensa soy. 
—Ah... sí. Que rápido eres —reí nerviosa. 
—¿Estás bien? 
—Sí, ¿por qué? 
—Nada, es solo qué... —mi hermana gritó de la nada, otra vez no... 
—¿Es el príncipe? —tenía que ser metiche. 
—No, no es el príncipe. 
—¡Estás hablando con tu novio! 
—¡Qué no es mi novio! 
—Novio, novio, novio… 
—¡Arghhh! Dame un segundo Alex. 
—Sí, no te preocupes. 

Dejé mi teléfono en el sillón y llevé a mi hermana hasta la cocina. No sé cómo es la única persona en este mundo capaz de colmar mi paciencia. 

—Deja de gritar, ¿qué escándalo traes desde la tarde? Voy a ponerte un tapón en la boca para que dejes de hacer ruido —reclamé molesta, más esta niña nunca me toma en serio, solo se burló de mi enojo—. Quédate aquí y deja el escándalo ya. 

Tuve que ceder a sus peticiones y le di helado para mantenerla tranquila al menos por el rato en el que estoy en la llamada. Tomé mi teléfono, corrí a mi habitación, cerré la puerta y me senté en la cama. 

—Tuve que encerrarme en mi cuarto, esa niña es el mismo demonio —hasta me cuest recuperar el aire perdido. 
—Igual a la hermana. 
—Esto de hacer de niñera no... ¿me dijiste demonio? 
—¿Lo vas a negar? 

Esta bien que somos hermanas y nos parecemos, pero no es necesario que me insulte así. Yo no hacía tremendos berrinches como esos cuando era más pequeña… ¿o sí? 

—Eso pensé —de nuevo me ganó en la conversación. 
—Qué cruel eres… 
—¿Necesitas algo? 
—¿Eh? 
—¿Cuál era el motivo de tu llamada? 
—Ah... pues… —vamos, Sara dile— sólo quería saber cómo estabas. No para molestarte, es que no te he visto en la escuela y... 

No sé qué mas decirle. ¿Por qué aún me pongo nerviosa cuando hablo con él?  Ni siquiera lo tengo enfrente. Lo que sí he de decir es que extraño verlo en persona. 

—Estoy bien, no te preocupes. 
—El último día que te vi no parecías “estar bien”. 
—Tuve el tiempo suficiente para asimilar las cosas, ya me siento mejor. 

¿Es posible recuperarse de una pérdida en tan poco tiempo? Yo no me creería cpaz de algo así. 

—Bueno, creeré en tu palabra, no tendré que ir a tu balcón de nuevo —menos mal. 
—En las novelas que te gusta leer, el hombre es quién sube el balcón para ver a la mujer, ¿verdad? Parece que tomaste un papel que no te correspondía. 
—Qué se le iba a hacer... 
—Respecto a eso, ¿cuándo pensabas decirme que quebraste la rama del árbol? 
—Ay... eso. 

Demonios, había olvidado el dichoso árbol. Creí que no se iba a dar cuenta, pero parece que me equivoqué… tampoco fui muy discreta que digamos. 

—Te juro que no fue intencional. No encontré otra entrada y tampoco pude disculparme ese día, casi no me dejaste hablar. Tenía pensado decirte en la escuela cuando te viera, pero... 
—Ese árbol ha estado ahí por muchos años y tú en un día casi lo matas. 
—¡Perdón! Algún día me disculparé con él… 
—Si te soy sincero, hubiera preferido que rompieras una ventana, al menos eso se podría reparar. 
—Me haces sentir peor de lo que ya me siento. 
—Es el punto. 

Creo que ha vuelto a ser el de antes, el chico honesto que dice lo que piensa. Bueno, es parte de su personalidad, me alegra que al menos eso siga vivo en él. 

—Oye, ¿cómo conseguiste mi número? 
—Los teléfonos guardan el registro de las llamadas y aunque eso no pasara, tengo el recuerdo de tu número escrito en un papel rosado con forma de corazón. 
—¿Lo recuerdas? —qué vergüenza, mis actos me seguirán hasta la tumba. 

La presión en mi pecho volvió, es como estar ahí de nuevo. ¿Cómo es que aún recuerda el número que estaba escrito en ese papel? Sin duda tiene una buena memoria... 

—¿Cómo no hacerlo? Una experiencia de acoso no se olvida un nunca. 
—¡No te acosaba! Yo solo quería darte tu libro… 
—Con tu número dentro. 
—Malinterpreté la cosas, lo siento. 
—No te preocupes, te perdoné hace tiempo. 
—Que malos recuerdos... 
—Muchos malos recuerdos diría yo. 
—¡Perdón! Ya te dije que no te acosaba, sí quería saber de ti y quién eras, más no quería que me vieras de tal forma. Esa vez te busqué por toda la escuela para darte tu libro, porque al parecer nadie sabía nada de ti. Incluso antes intenté dar contigo sin éxito y esa vez que te vi a través de toda esa multitud, salí por el otro lado porque no podía darme paso con todas esas personas ahí amontonadas y por eso te seguí hasta allá. 
—Oye, Sara, ¿te gustaría venir a mi casa el fin de semana? 

¿¡Me invitó a su casa!? Ahora sí me va a dar algo… Solté el teléfono, me puse de pie y me tape la boca por si las dudas. No lo puedo creer, en serio me invitó. Di como siete vueltas sobre el mismo punto, estoy nerviosa y emocionada. 

—¿Sigues ahí? —me aventé a la cama y agarré el teléfono rápido. 
—Sí, sí, perdón. 
—Entonces, ¿qué respondes? ¿Te es posible venir? 
—Sí, claro, ¿por qué no? —estoy a nada de un colapso nervioso—. ¿Debo llevar algo? O, ¿debo pedir permiso para llegar tarde a casa? 
—No. El motivo por el que te invito es porque quiero que conozcas a alguien. Será una pequeña reunión, pienso que no habrá mucha demora. 

De inmediato pasó por mi cabeza la imagen de la chica pelirroja que vi ese día en la escuela, ¿será ella a quien se refiere? 

—Ya veo... está bien— la emoción del principio se fue rápidamente, ahora sol hay poco ánimo. 
—¿A las tres? 
—Sí, me queda perfecto. 
—De acuerdo, nos vemos entonces —fue lo último que dijo y colgó el teléfono. 

¿Será su novia? No. Mejor no me hago películas mentales, debo ser positiva. Quizás quiere presentarme a sus padres. ¡Sí, debe ser eso! ¿Cómo serán? 




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