Honest (editando)

Capítulo 63

Alex 



Mi cama fue el lugar donde perdí el conocimiento, así que fue el mismo donde desperté. Luz entra por la ventana y se escucha ruido fuera, no de manera molesta, sino, de un día civilizado y normal. Confundido por esto último abandoné mi comodidad para echar un vistazo al exterior: los rosales están repletos de colores, hay jardineros por todos lados haciendo y deshaciendo en todo el terreno. 

Hace un momento me hallaba en mi habitación actual, pero en cuanto me di la vuelta me topé con el mismo refugio de mi persona, con la única diferencia de que ahora resguardaba a mi yo de cinco años. Juguetes, dibujos y todo lo que hay en la habitación de un niño fue lo que remplazó mis objetos de adulto joven. Después de darle un breve vistazo, salí para recorrer mi casa… mi verdadero hogar. 

Mayordomos y sirvientas van y vienen con una labor en su mente, sonidos por todos lados acompañados de una suave música en el fondo ambientan cada habitación de la mansión, vidrios cristalinos permiten que cada rincón se vea iluminado… es exactamente igual a trece años atrás. Pequeños chispazos querían recordarme mi realidad, no obstante, no me permití abandonar este sitio de ensueño, en el cual, viví hace no mucho. 

Deambulé por un buen rato hasta que llegué al jardín: el clima cálido, la leve brisa y el aire lleno de aroma a rosas me recibió en este espacio abierto. Fue entonces cuando la vi cerca de los rosales, sentí nostalgia de inmediato junto con una presión en el pecho. Divisé a Elizabeth, mi madre y a Ana de pie cerca suyo. Ambas admiraban la flores y dan indicaciones a los jardineros con precisión.  

—Madre... 
—¿Qué tal esta? —preguntó Elizabeth después de buscar entre tantas flores. 
—Tiene un olor más agradable —contestó Ana, acostumbrada a ser su compañía. 
—Y mira este color… 
—Señorita, la fuente está instalada —indicó un jardinero al llegar obediente. 
—Muchas gracias, joven —agradeció mi madre—. Ahora… ¿de qué color serán las flores? ¿Por qué no elijen ustedes los colores? Confío en sus conocimientos, hagan que se vea hermoso. 
—A la orden. 

No pude contenerme más. Caminé hasta donde ella y me acerqué lento para tocar su hombro. Estuve a solo a unos centímetros de lograr mi cometido, cuando alguien al caer cerca de mi me detuvo: 

—¡Auch! —exclamó sin berrinches. 
—Amor, ten cuidado… 

Tan pronto voltee la vista me quedé perplejo, me topé con quien llamaremos a partir de ahora… Alexito. 

—Me resbalé —rio singular y carismático. Pareciera que no le importó en lo más mínimo haber tropezado 

No lo parece, pero estoy en shock. Me vi a mí mismo ponerme de pie, retrocedí por lo extraño que es todo; ¡estoy al lado de mí mismo! No es algo malo, pero tampoco es algo que se viva todos los días. 

—¡Encontré este trébol de cuatro hojas, mamá! —exclamó Alexito sonriente. 
—¡Vaya! No es fácil hallar uno de esos —señaló Ana asombrada por el descubrimiento. 
—Qué bonito es —sonrió mi madre. 
—¡Para ti! —exclamó al levantarlo para dejarlo al alcance de esas tibias y delgadas manos. 
—Gracias, tesoro. 
—También tengo uno para ti, Anita. No fue fácil encontrar dos, pero no podía dejarte sin tu trébol de la buena suerte. 

Tan pronto el regalo fue recibido con gracia, Alexito brincó emocionado por la reacción de ambas. Además aplaudía para él mismo debido a la alegría que sentía. 

—¿De nuevo corrías entre los rosales? —cuestionó mi madre descontenta al notar un pequeño detalle en mis manos. Bueno… de la Alexito. 
—No... 
—¿Qué te he dicho sobre mentir, Alex? 
—Que está mal —escondió las manos en su espalda, la miró inocente y jugó con sus pies.  
—Exacto, no tienes que decir mentiras. ¿Chocaste contra un rosal? 
—No me fijé por dónde iba... 
—¿Qué voy a hacer contigo? 
—Déjame ver tu mano —pidió Ana. 

Al parecer Alexito no había sentido ninguna molestia durante todo este rato debido a la adrenalina del momento. Es increíble como de niños uno es capaz de ignorar tantas cosas… 

—¿Eso es sangre? ¿Qué tanto has estado haciendo, jovencito? —preguntó mi madre, su disgusto creció, lo vi en cuanto levantó una ceja. Qué agallas tiene este niño, solo cubrió su boca divertido.  
—Ven aquí, te la quitaré —Ana igual de servicial que siempre—. Quizás duela un poco. 
—No importa, soy valiente —contestó orgulloso. 
—Menos mal no se enterró más profundo —revisó la pequeña herida. 
—Ya que retiraste el motivo de daño deberías desinfectar la herida, Ana —sugirió mi madre con rastros de malicia. 
—¡¿Qué?! —ahora conozco cuál es el mayor miedo de este pequeño niño. 
—Es para prevenir infecciones —afirmó Ana, pero el niño no quiso escuchar más y corrió para evitar su supuesta tortura 
—¡No, mamá! Desinfectante no —exclamó al abrazar sus piernas a través de su largo vestido casual. 
—Es lo que ganas por andar merodeando entre los rosales; la curación es por tu propio bien. 
—¡No! 

Ante tal inocencia, Elizabeth sonrió con la victoria casi en sus manos. 

—Protégeme, Ana —pidió Alexito como último recurso. 
—Es tu madre, Alex, debes obedecerla. 
—Ven aquí, te llevaré hasta ese desinfectante. 

Alexito rechazó los brazos de su madre y corrió en círculos entre ambas. Mientras Ana se divertía, Elizabeth se aferraba a no perder esta batalla: 

—Ven acá, diablillo. 
—¡No me atrapas! ¡No me atrapas! —este proceso de escape se convirtió en un juego más para él. 

No pasaron ni dos segundos y la madre lo atrapó en sus brazos tras apoyarse sobre sus rodillas. Cosquillas y risas divertidas fue la nueva etapa en la conexión de estos dos. 

—Mi niño hermoso —lo rodeó con cariño sin borrar la sonrisa de su rostro. 

Yo no soy parte del abrazo y aún así soy capaz de sentir ese calor agradable y nostálgico a mi alrededor. Mis ojos se cristalizaron por lo agradable que se siente. Una sirvienta se acercó y mencionó que mi padre había llegado, una nueva etapa se desató en Alexito: 

—¡Papá! —corrió hacia la casa. 
—¡Alex, no corras! —suspiró mi madre al ponerse de pie—. Este niño... 

Por supuesto las dos fueron atrás de él hasta la casa, no puedo perderme esto. En la recepción, mi padre le entregó su saco a uno de los mayordomos principales y muy pronto el pequeño feliz alcanzó su objetivo o casi lo hizo. Mientras lo llamaba alegre, volvió a tropezar y al igual que antes, no mostró demasiada debilidad. Elizabeth rodó los ojos por ver que su niño no entiende de sus errores, Ana solo evitó una risa. 

—¿Qué tenemos aquí? —dijo Darrell, mi padre, curioso al agacharse—. ¿Una nueva alfombra? 
—No, papá —rio con la intención de ponerse de pie. 

Darrell lo levantó en brazos sin problemas para volver a bromear con él. Elizabeth se acercó orgullosa: 

—Dile a papá lo que hiciste, Alex. 
—¡Saqué un excelente, papá! Obtuve una carita feliz en mi examen. 
—No me sorprende, eres un niño muy inteligente. Bien hecho. 
—Un día, serás como tu padre —añadió Elizabeth al acariciar su cabeza. 
—¡Igual de grande! —extendió los brazos hacia los lados. Ambos rieron por su cometario. 

No pude evitar sonreír, compartí la alegría genuina de los presentes... después de mucho. Lástima que el momento feliz no duraría mucho. El tiempo se detuvo caprichoso, todo empezó a desaparecer en pequeñas partículas que perdían el color a pasos lentos, la luz abandonó el espacio y gracias a un parpadeo desperté. Estoy de vuelta en mi habitación, ¿Cómo es que un humano es capaz de saber cuándo se encuentra en un sueño sin ser engañado? Pienso que en mi caso es porque he vuelto a notar ese ingualable vacío en el ambiente… y el que también habita en mi interior.  

Tomé asiento en la orilla de la cama, aparté el cabello de mi rostro y entonces, pude ver la ventana. Una parte de mi quería probar la suerte de poder volver a entrar en ese limbo familiar y esta vez no salir de él, pero mi lado racional me mantuvo con los pies en la tierra. 

—¿Por qué sueño estas cosas? A veces dudo de mi salud subconsciente.  

Encontré la toalla que Abigail trajo para mí durante mi estado de debilidad, ¿cómo terminamos discutiendo? Me transformo en un monstruo imbécil durante esos lapsos de dolor y desesperación... Me excusaría diciendo que solo es un acto de defensa muy torpe de mi parte, pero no puedo justificar el daño a otros con nada.  

Me asee en breve y bajé para buscar a Abigail, debo disculparme con ella. 

—Buenos días, joven Alex —saludó Alfred al verme “perdido” en los pasillos—. ¿Gusta que le prepare el desayuno? 
—Sí, por favor. Disculpa, ¿has visto a Abigail? Necesito hablar con ella. 
—La señorita se encuentra en la biblioteca. 
—De acuerdo, gracias. En un momento voy al comedor. 

¿Qué tan temprano se levanta esta mujer? Nunca he amanecido con la noticia de que aún no se ha despertado y para rematar, siempre está lista para todo. Me dirigí hasta el lugar indicado sin pensar demasiado en el camino, aquí es donde dudo de mi actuar subconsciente… pues al darme cuenta ya merodeo en el pasillo de los retratos. El de mis padres es el más imponente de todos. Por una vez hice de lado mis dudas y me aferre a cumplir con mi objetivo inicial. Pasé derecho y llegué hasta la puerta de la biblioteca. De inmediato detecté el perfume de Abigail, está sentada con un libro en las manos. 

Cerré despacio la puerta detrás de mí; tengo los ojos clavados en los suyos que se mueven a una velocidad increíble de izquierda a derecha. Lee muy rápido.  

—¿Cuánto tiempo más vas a seguir en silencio? —preguntó sin hacer de lado su lectura. 
—No quería interrumpirte, te ves muy concentrada —me di permiso de avanzar con más confianza. 
—Puedo leer y escucharte, pero eso no sería correcto, ¿verdad? —levantó la vista conmigo y cerró el libro—. Tienes libros muy interesantes aquí, qué buenos gustos. 
—¿Tú crees? 
—Es lectura pesada, claro que lo es. 
—No sabía que compartíamos ese gusto. 
—Curioso, ¿no? Ojalá compartiéramos más cosas —su decepción es obvia, hasta dejó de verme—. ¿Te sientes mejor? 

Que difícil resultó contestar eso sabiendo que sería mentira un simple “sí”. Ni siquiera sé cómo me encuentro… eso es. 

—No sé, no tengo la menor idea. Estoy bloqueado desde que desperté. 
—No me extraña. No te vas a salvar del doctor, muchachito. Si piensas que es normal sufrir de molestias frecuentes estás muy equivocado. 

Escucharla llamarme así me provocó extrañamente un ligero sentimiento de alegría. No tardó en ponerse de pie, su acción me causó pánico: 

—Espera, no te vayas. Quiero hablar contigo —quedé como tonto desde muy temprano, solo se levantó para guardar el libro en su respectivo lugar—. Oh, lo siento.  
—Desde ayer te comportas muy extraño. Comienzo a pensar que no sufres solo de cefaleas… o es el caso y ya afectó otras capacidades tuyas. 
—Lamento lo ocurrido, no fue correcto hablarte así. El dolor saca lo peor de mí. 
—No hace falta que lo aclares, lo vi con mis propios ojos. Ninguno de los dos estaba dentro de sus casillas… que mi mal humor cruzara con el tuyo no ayudó en nada. Tampoco me comporté educada contigo, no soy digna de recibir una disculpa tuya. 
—¿Entonces olvidaremos todo? ¿Viviremos en la discordia silenciosa? 
—Ayer comprendí que por un momento dejé de juzgarte como humano, te exigí compostura cuando eso no sería nada sano. Me apeno de mi actuar.  
—Ya somos dos. ¿Una disculpa mutua? 

No sé cómo la convencí, pero después de un rato terminamos en risas. Somos un par de tontos que intenta afrontar lo desconocido de la mejor manera que puede, ¿en qué momento comenzamos a exigirnos demasiado? 

—Parecerá repentino, pero, ¿puedo preguntarte algo? —la veo sentada en frente mía. 
—Claro. 
—¿Qué opinas sobre los sueños? ¿Crees... qué pueden significar algo? No soy un creyente en ese aspecto. La gente dice que puedes predecir cosas o que llegan significan algo, pero no me convence del todo. 
—La psicología define los sueños como estímulos esencialmente anímicos; soy una mujer que se aferra a la ciencia. 
—Para mí solo son resultado de un proceso que implica los recuerdos y al hipocampo, no les busco mucho significado, pero últimamente dudo de mis propias creencias. Soñé con mis padres… pero no entiendo por qué. 
—¿Le buscas sentido a algo que la ciencia no ha podido explicar? 
—Qué ingenuo, ¿no? 
—Estás en un proceso que te los recuerda con frecuencia. Los sueños nos ayudan de distintas formas y creo que en este caso sirven para tu regulación fisiológica a nivel emocional. Estás bajo mucho estrés y no encuentras una forma de liberarte. Eres un ser humano y no eres de acero. 
—Lo sé, los extraño —sonreí nervioso—, también a Ana... 

Quien diría que una mañana en ayuno sería el mejor momento para abrirse. Es algo que me asusta, pero dadas las circunstancias creo que es lo que más necesito. 

—Comprender el duelo aún me cuesta, podrían pasar meses y años sin ningún inconveniente, y luego… la realidad te toca y dan ganas de llorar como si las heridas fueran frescas. Cada pérdida marca el alma, la vuelve más frágil y eso… me aterra. Aún no puedo creer que se hayan ido en verdad. Todo pasó tan rápido. Hoy me levanté pensando que... lo había superado, pero aún duele como el primer día. 
—Alex... 
—Lo siento, no... —inhalé, me limpié un ojo y caminé hacia la puerta—. Debo... ir a desayunar. 

Escondí mi temor con el hambre, ahora veo que suplantar mis emociones ha sido lo que me ha llevado hasta aquí. Me equivoqué de nuevo. No estoy listo para enfrentar esta realidad y quizás nunca lo esté… 

 




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