Light, Kágrel y yo finalmente habíamos logrado nuestro objetivo, llegar hasta el líder de los ogros y no morir en el intento.
Mientras que Light se veía aterrado al estar rodeado de tantos ogros sin una ruta de escape amenos que aprenda a volar, Kágrel los miraba a todos de manera desafiante, como si proclamara "¡Muy bien, todos contra mí solo!"
Por otro lado, yo estaba en una duda extremadamente fuerte, ya que mi cerebro no decidía a quién debería mirar. Si al jefe de la aldea, que emanaba un aura asesina, o a la santa que se hallaba sentada a un lado, cuya belleza funcionaba como un poderoso imán para mis ojos.
El líder de los ogros pareció notar que mis ojos se desviaban hacia la ogra blanca, lo que hizo que frunciera el ceño, aumentando sus ganas de matarme.
"Aun soy un adolecente, ¿okey? No me culpes por distraerme al ver una chica linda…"
"Ahora que lo pienso, el padre de Lilia también me mira con odio cuando me distraigo viendo a su hija…"
"¡Haber señores, calma, solo mirar no matará a nadie, y además, tampoco intentaría sobrepasarme con ninguna! ¡Yo soy un tipo respetuoso!"
Bueno… dejando eso de lado.
Tal y como nos dijo Don Víctor, el haber demostrado nuestra valía llegando hasta el líder, hizo que nos concediera la oportunidad de hablar con él.
El jefe de la aldea se puso de pie, y nos hizo una seña para que lo siguiéramos, pero nunca perdió aquella seriedad en su rostro indicando que nos tenía bajo vigilancia absoluta.
El grupo de ancianos ogros sentados en la misma fila quisieron decir algo para negarse a permitirnos el ingreso pero uno de ellos, que traía un collar de piedras negras, les indicó que guardaran silencio.
—El jefe sabe lo que hace, no podemos desconfiar de su buen juicio…
Esas fueron sus palabras.
Detrás de la misma fila de asientos, se encontraba una gran tienda de campaña, lo suficientemente grande como para suponer que su líder vivía en ese lugar.
Estaba hecha en su mayoría de troncos gruesos puestos en fila, cuyo techo de paja y hojas aparentaba la imagen de un cono de helado puesto de cabeza.
Ingresamos a ella, guiados por el gran ogro, donde nuestra reunión se llevaría a cabo.
………
……
…
El interior de la tienda del jefe estaba decorada con telas de colores cuyos patrones nos daban la idea de ser "ceremoniales" o de algún valor cultural o religioso.
En uno de los lados de la tienda se encontraba un estante hecho de madera, donde se colgaban las lanzas y hachas de todo tamaño y forma, aparentemente eran las armas del líder.
El espacio interno era lo suficientemente grande como para que tipos como este y Halcón se pasearan libremente sin preocuparse de golpear su cabeza con algo.
En el lado norte y al centro de la habitación, se encontraba un gran trono hecho de madera y piedra, decorado con colores de estilo ceremonial. Era uno demasiado grande para el ser humano promedio, lo que lo hizo ver más intimidante.
El jefe de la aldea nos miró por un instante antes de sentarse sobre aquel trono, y luego nosotros nos colocamos de pie frente a él.
Pensé en buscar un lugar para sentarnos al igual que él, pero Light me dijo que no sería lo correcto, ya que hacerlo era como insinuar que éramos "iguales", o que estábamos en igualdad de condiciones, y en este momento, un "alcalde" y un "mensajero" como nosotros no contaba como una igualdad frente a un jefe de tribu.
De esa forma iniciamos nuestra conversación, donde nos llevaríamos más de una sorpresa, al enterarnos de ciertos "detalles" que pasamos por alto durante nuestro viaje hasta aquí.
Como era de esperarse, fue el líder ogro el primero en tomar la palabra en nuestra reunión.
—¿Y bien? ¿Qué es aquello tan importante que querían preguntarme? —preguntó con un tono serio fijando su único ojo en nosotros.
Pensé en presentarnos como se debe antes de tocar los puntos importantes, pero Light acabó por sentirse valiente, y decidió tomar la palabra yendo directo al grano.
—Vinimos principalmente para pedir que cesaran los ataques hacia el reino de Nerulia. Sus robos y asaltos constantes están afectando severamente a la gente de ese país, y su estabilidad está llegando a su punto más bajo temiendo todos los días por su seguridad.
El jefe ogro golpeó su puño contra uno de los lados de su trono, mirando a Light con evidente odio por culpa de sus palabras. Digo, no puedes ir a la casa de alguien, acusarlo de un crimen, y luego buscar la paz.
—¡¿Te atreves a acusarme de atacar Nerulia?! Como se nota que no conoces la situación actual. Quizás solo veas lo que se encuentra en el ojo público, pero te falta un dato importante. ¡Es el ejército de Nerulia el que ha estado atacándonos sin razón!
—¿Qué…? ¡E-Eso es imposible, son ustedes los que nos han estado atacando y saqueando constantemente! —exclamó Light enojado.
—¡¡Nosotros somos una orgullosa raza guerrera, no unos asquerosos saqueadores!!
—¡Pero si se han encontrado huellas de ogros en la escena del crimen! ¡¿Cómo pueden seguir negándolo?!
Bajando un poco la intensidad de la discusión, el jefe ogro decidió bajar la voz y optar regresar la discusión a la calma.
—Mi gente no ha entrado en territorio neruliano ni una sola vez. —afirmó el líder ogro.
—¡Pero las huellas…! —Light intentó continuar la discusión.
—¿Has visto a mi gente ahí? ¡¿Tienes pruebas sólidas de que fue mi gente quien los atacó?! ¡¿Has visto con tus propios ojos a un ogro pisando suelo neruliano, eh?!
—Bueno, yo…
—Jamás me sentí tan insultado. —afirmó el líder ogro cerrando su ojo por un momento.
El líder de los ogros soltó un largo y pesado suspiro antes de hacer el recuento de lo acontecido desde nuestra llegada, algo que resultó más que incómodo, ya que no habíamos sido conscientes de todo el daño a su orgullo que le habíamos causado.
—Todas mis tropas fuera de esta tienda, fueron inútiles para detenerlos aunque los superaban cinco mil a uno.
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Editado: 27.11.2023