Hope Dragon: De niño a leyenda Vol.4

C.A.: Conejillo de indias

Esta historia se ubica justo antes de que Michael dejase una invitación para el cumpleaños de Juna en el laboratorio de Sofía. 

Esta última se ha dedicado a una sola cosa desde que llegó a este nuevo mundo, y eso es continuar con su trabajo como miembro del equipo médico. 

Lamentablemente, este mundo se ha apoyado tanto en la magia sanadora, que las ramas de la medicina se han ido deteriorando al punto de casi desaparecer. 

Es más fácil hallar a una persona que te regenere un brazo, a una medicina para el dolor de estómago, lo que indignó completamente a Sofía. 

Ese fue el principal motor que la impulsó a experimentar en el pequeño laboratorio que construyó en el interior de su nuevo hogar. 

Recolectó información de todos sus conocidos acerca de plantas medicinales, tanto de goblins como de humanos, queriendo abarcar la mayor cantidad posible. 

Esto la llevó a crear toda clase de polvos, ungüentos, líquidos de colores cuestionables, y demás artículos enfocados a la medicina, pero hubo un problema. 

No tenía con quien probarlos. 

Necesitaba alguna forma de poner a prueba su eficacia, pero no podía utilizar a cualquiera, ya que en caso de fallar, podría terminar ocasionando más daños que la misma enfermedad. 

Pensó en utilizarlos con Relt, ya que era capaz de crear versiones miniaturas de sí mismo sin riesgo alguno, pero este mismo le indicó que no le serviría de nada, ya que su cuerpo como tal no era afectado por enfermedades, y por ende, medicamentos tampoco. 

Se mostró realmente frustrada por esto, sintiendo que todo su trabajo no servía de nada si no había forma de ponerlo a prueba, llevándola a la triste decisión de rendirse. 

Pero fue justo en ese momento, cuando yacía sentada frente a su escritorio, con la cabeza apoyada sobre la mesa, que la puerta de su laboratorio se abrió. 

Se trataba de Érick, quien traía un nuevo cargamento de plantas medicinales para los experimentos de Sofía, dejándolos a un lado del escritorio. 

La observó por unos segundos, entendiendo que nuevamente se estaba hundiendo en la tristeza. 

Érick cogió otra silla de la habitación y se sentó a su lado, sabiendo que le tocaba ser quien consuele a la deprimida enfermera. 

—¿Otro día sin hallar un objeto de pruebas? —preguntó Érick—. En nuestro mundo anterior era más fácil, muchos se arriesgaban en honor al progreso o por un pago extremadamente alto, pero aquí confían tanto en la magia que consideran a los medicamentos como algo posiblemente venenoso. 

—Aclarar eso no me hará sentir mejor… —respondió Sofía, sin levantar su cabeza de la mesa—. Lo estoy intentando, juro que así es, pero nada funciona. Creo que solo me rendiré y me conformaré con la magia sanadora… 

Érick odiaba presenciar esto. 

Él ha estado ayudando a Sofía con su investigación desde el principio, y en todo este tiempo la ha visto caer y volverse a levantar por su cuenta de forma constante, convirtiéndose en un ciclo interminable. 

Ella es muy fuerte, y si bien hay un punto en el que su voluntad se derrumba, siempre se vuelve a levantar con el tiempo, pero esta perseverancia tan aguerrida estaba comenzando a dejar secuelas negativas. 

En el pasado, durante su vida como estudiante, tardaba cerca de cinco o seis meses en rendirse con algo, pero conforme este ciclo de caer y levantarse continuaba, ese lapso de tiempo se reducía. 

Pasó a ser de tres meses, luego a un mes, tres semanas, un par, y ahora, al tratar de conseguir este nuevo objetivo, su voluntad se quebraba cada cinco días. 

Había un fuerte deterioro en su estado mental, uno que solo las personas más cercanas a ella eran capaces de percibir, y entre esas, se hallaba Érick Morgan. 

—Deberías sentirte orgullosa en ese aspecto —afirmó Érick, mostrando una ligera sonrisa de autocompasión—. Al menos tú eres capaz de usar magia, mientras que mi cuerpo no parece ser apto para ello, o eso es lo que dijo el viejo sabelotodo. 

Sofía finalmente levantó su cabeza del escritorio, y observó a Érick con lástima. 

Érick había mencionado que se reuniría con Don Víctor para examinar su situación en cuanto a la magia, llevándose la amarga sorpresa de que él no poseía lo que se conoce como "reserva mágica". 

Básicamente, se trata de una zona del alma que existe dentro de todo ser viviente, donde se almacena el poder mágico o mana, y aunque ocurre muy escasas veces, es posible que lleguen a nacer seres sin esta "reserva" en su interior, tomando al pobre de Érick como ejemplo. 

—Lamento escuchar eso… —respondió Sofía, bajando la mirada al suelo—. Si hubiera alguna forma de compartir mi reserva mágica contigo, lo haría sin dudarlo. 

—Lo sé —afirmó Érick, con una pequeña sonrisa—, eres la clase de persona que lo haría. Siempre dando todo de ti para hacer felices a los que te rodean, aunque eso incluya un gran estrés para ti… 

Reflexionando sobre sus propias palabras, Érick comenzó a procesar un centenar de ideas, alcanzando así una revelación tan magnífica, que lo hizo sentir como un completo idiota por no haberlo pensado desde un principio. 

Se puso de pie con un movimiento firme y veloz, provocando un ligero sobresalto en Sofía, quien lo miraba con extrema confusión. 

Pero sin darle tiempo de decir algo, Érick sujetó las manos de Sofía, viéndola directamente a los ojos, generando que esta se sonrojara por el repentino acercamiento. 

Pero esta reacción por parte de Érick tenía un motivo, el cual decidió revelar sin la menor vacilación. 

—Si nadie está dispuesto a aceptar, entonces yo lo haré —afirmó Érick, mostrando extrema seriedad en sus palabras—. ¡Siéntete libre de utilizarme como tu conejillo de indias! 

—¡¿Eh?! —exclamó Sofía, tratando de negar aquella petición—. ¡N-No puedo aceptar eso, ¿qué haré si algo te ocurre?! 

—Será mi completa responsabilidad, porque soy yo quien te lo está pidiendo. 

—Pero… Pero… 

Érick pensó en un principio que ella estaría realmente felíz con la noticia, pero al contrario de sus expectativas, Sofía solo expresaba absoluta preocupación, quedando al borde de las lágrimas por el temor a causar algún daño irreversible sobre él. 

Pero este ex soldado no se rendiría ante su propia determinación, acercando las manos de Sofía hacia su pecho, mientras reafirmaba su decisión. 

—Sofía… —habló Érick, para calmar a su compañera—. Soy consciente de los riesgos, pero sin importar lo que suceda, jamás lo usaré como excusa para guardarte rencor. No puedo ayudar con magia, tampoco con un gran arsenal de "habilidades", y mucho menos con una fuerza sobrehumana, pero al menos, déjame ayudarte con esto… 

Sofía se mostró realmente conmovida por sus palabras, sintiendo un gran peso siendo retirado de encima, cambiando su expresión preocupada por una torpe sonrisa. 

Le costó, pero al final aceptó utilizar a Érick como objeto de pruebas para sus experimentos. 

……… 

…… 

… 

Trabajaron y trabajaron, no queriendo perder más tiempo del necesario, probando una y otra cosa, mientras Sofía tomaba apuntes sobre todo, a la par que Érick señalaba cualquier cambio interno de la manera más precisa posible. 

Primero probaron la medicina para los niños, donde Érick la ayudó a buscar una forma de que estos la consumieran sin problemas, ya que era demasiado amarga. 

Cayendo en la conclusión de que buscarían algún método para hacerlo más apetecible, pensando en algún tipo de saborizante, o simplemente darles un sabor dulce. 

Luego pasaron a los ungüentos, donde Érick aprovechó para usarlos contra su malestar muscular por el último trabajo pesado que hizo. 

Lo utilizó principalmente en los brazos y el pecho, pero no lograba alcanzar la zona más afectada de su espalda, pidiéndole su ayuda a la enfermera. 

Ella aceptó sin dudarlo, acercándose a Érick, quien se había sentado sobre su silla nuevamente, donde aprovechó para quitarse la camisa, quedando con el torso totalmente al descubierto. 

Sofía tomó un poco de aquel ungüento, queriendo aplicarlo sobre la zona afectada, pero su mano se detuvo de repente, estando a dos centímetros de tocarlo. 

Un millón de incógnitas surgieron en su cabeza, no era la primera vez que hacía esto por otra persona, su trabajo como enfermera lo incluía, y jamás tuvo problemas con ello. 

Hasta el día de hoy. 

Había una fuerza invisible que la alejaba de él, algo inexplicable que le impedía tocarlo, aparalizándose por completo, mostrando una expresión de extrema preocupación. 

Confundido por el largo tiempo de espera, Érick decidió indagar. 

—¿Ocurre algo? 

Sofía salió de su trance en cuanto escuchó su voz, mirando nerviosamente en todas las direcciones como si buscara una ruta de escape. 

Lamentablemente, no fue capaz de encontrar ninguna, viéndose atrapada entre la espada y la pared. 

Sofía tomó una gran cantidad de aire para relajarse, reafirmando su determinación como una profesional de la salud, llevando su mano hacia el objetivo. 

Su palma entró en contacto con la espalda de Érick, sintiendo un agradable cosquilleo que le recorría todo el cuerpo sin detenerse. 

Se sentía cálido y suave, pero a la vez tan firme, marcando un antes y un después en la mente de Sofía, representando una nueva experiencia de vida ligada a un extraño placer personal. 

La enfermera continuó y continuó, procediendo a utilizar ambas manos, acariciando la espalda marcada de aquel ex militar, tocando su piel centímetro a centímetro con extrema lentitud y deseo. 

Las mejillas de Sofía estaban totalmente enrojecidas, a la par de su irregular ritmo de respiración, pero no se hallaba en un estado mental apropiado para notarlo. 

Solo se mantuvo ahí, disfrutando del momento. 

Por otro lado, Érick ya no sabía qué pensar al respecto. 

Lo hacía de forma disimulada, pero Érick estaba observando cada movimiento y reacción de Sofía, manteniendo una expresión complicada en su rostro. 

No le molestaba el tacto de Sofía, al contrario, era un halago para él que se le permitiera recibir las caricias de una mujer tan hermosa. 

Pero aun así, resultaba algo verdaderamente inquietante el ver a Sofía, una mujer tan risueña y pura, poner semejante expresión de éxtasis. 

Pasó por la mente de Érick que ella podría tener algún fetiche extraño con la espalda de un hombre, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una nueva acción de la enfermera. 

Se oyó un ruido sordo detrás de él, descubriendo que Sofía se había caído de rodillas, como si estuviera al borde del desmayo. 

Érick volvió a ponerse su camisa de inmediato, y se lanzó hacia Sofía para revisar su estado, pero en un breve descuido, terminó golpeando el escritorio, lo que hizo vibrar la repisa de al lado, haciendo caer un pequeño frasco con una sustancia rosa en su interior. 

El frasco se rompió al caer, liberando un líquido extraño con un aroma bastante dulce y particular. 

Aquel era uno de los nuevos productos de Sofía. Aún no existían más ejemplares por los efectos tan fuertes que producía, y desgraciadamente para este par, se hallaban en una habitación cerrada, siendo expuestos a los gases emitidos por ese líquido rosa. 

Sofía se cayó sobre sus rodillas por un exceso de emoción, producida por la placentera sensación de acariciar la piel del hombre que la acompaña en sueños; pero en cuanto vio la botella que se rompió, su rostro palideció haciéndola ver como un auténtico fantasma. 

Su reacción no era para menos, después de todo, el líquido rosa cuyo vapor inundaba la habitación, era un poderosísimo afrodisíaco experimental. 

Ella lo creó por petición de su hermana, quien decía que lo pensaba utilizar en “ciertas personas” si su vida como familia no progresaba. 

Era evidente que hablaba de Michael y las chicas, por lo que se resistió al principio, pero luego de tanto insistir e insistir, Sofía cedió. 

Sofía trató de ponerse de pie para abrir la puerta del laboratorio, en un intento por ventilar el lugar, pero acabó tropezando con la silla de Érick, cayendo nuevamente sobre el suelo. 

Érick se agachó para ayudarla, tomando su mano para que se pudiera levantar, pero sin previo aviso, Sofía se lanzó hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. 

Su respiración se mostraba agitada, y con el rostro enrojecido acompañado de una mirada perdida, eran las pruebas suficientes para saber que el gas la estaba afectando. 

—Érick… por favor, perdóname… —suplicó Sofía, sin apartar la vista de los labios del ex soldado. 

Antes de obtener una respuesta, Sofía se lanzó hacia el frente una última vez, besando a Érick con extrema pasión, siendo lentamente correspondida por el ex soldado, quien comenzaba a sucumbir ante los mismos gases del afrodisíaco. 

Sus lenguas no tardaron en explorar la del otro, dejando brotar una y mil caricias cargadas de lujuria, y de forma inconsciente, ambos comenzaron a caminar hacia la pequeña cama que Sofía tenía en el laboratorio. 

Tiraron unos cuantos papeles y demás objetos de los estantes aledaños, mientras se negaban a despegar sus labios, hasta que no tuvieron otra opción que frenar para respirar. 

En aquel instante, Érick trató de aferrarse a la poca racionalidad que le quedaba. 

—No sé qué me sucede, Sofía… pero, por favor detenme… No quiero que te enojes conmigo si en verdad te hago algo… 

—Me enojaré contigo si no me haces nada… —respondió Sofía, volviendo a besarlo con pasión. 

Sus movimientos se volvieron tan frenéticos que acabaron chocando con las paredes de la habitación, tirando varias hierbas y frascos vacíos, pero uno de ellos, no estaba vacío del todo. 

Un frasco con un líquido celeste comenzó a rodar por el estante, en dirección al suelo al lado de la cama, donde Érick y Sofía finalmente llegaron, dejándose caer al no poder contener su emoción. 

Las caricias continuaron, y cuando estuvieron apunto de separarse de sus prendas, el frasco cayó, liberando el líquido en su interior, quien emanaba su propia nube de gas. 

Los movimientos de ambos se ralentizaron, a la par que sus respiraciones se relajaban, dando paso a una sensación de serenidad. 

Estaban tan excitados hasta hace un instante, que trataron de continuar con un firme abrazo entre ambos, pero el repentino agotamiento fue más fuerte, enviándolos directamente al mundo de los sueños. 

Efectivamente, aquel líquido celeste era otro experimento fallido al intentar replicar la anestesia, acabando por ser más fuerte que el cloroformo. 

Ambos se quedaron ahí, descansando plácidamente mientras disfrutaban de la compañía del otro, ignorando cualquier cosa que suceda a su alrededor. 
 



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En el texto hay: drama y humor, accion y aventuras, magia y romance

Editado: 25.01.2024

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