Huesos de seda [lgbt+]

I. Un "todo"

Lo primero que la pelinegra reconoció al salir de su trance fue la desesperada necesidad de respirar.

Lo segundo era que estaba mojada. Sus pulmones se llenaban de humedad una y otra vez, como si muriera mil veces sin el verdadero alivio de la muerte. Su visión se tornó borrosa por las lágrimas y tenía la sensación de que todo se derretía a su alrededor. Una muñeca de facciones definidas yacía entre sus manos y la purpurina se desvanecía de las prendas plásticas. Las manos fuertes de su hermano mayor, Nick, sujetaban sus hombros, movilizándola bajo la oscura superficie. 

Vivir muchos años dentro de un ambiente repleto de conflictos y un padre abusivo tiene una ventaja: La madurez. Obligan a un menor a madurar gracias a padres irresponsables y justo eso sucedió con los hijos de la familia Sokova. Pero las cicatrices de un trauma mental nunca desaparecen realmente. Las cicatrices físicas son otro caso, ninguna cantidad de crema las elimina, un tatuaje no te ayuda a olvidarlo. Por un instante, la menor de la familia casi logra reconstruir su vida rota, pero una vez más fue arruinada por el mismo hombre. ¿Qué es todo? Para una niña de trece años, la pérdida de su hogar, sus amigos y su familia es un "todo" imperfecto. Por lo que es correcto referirse a la muchacha como: Annette Sokova, una adolescente de ascendencia rusa que lo perdió todo.

—Entonces, ¿qué pasó esta vez? —le preguntó Nick cuando nota que la menor recobró su postura. Lo único que recuerda es haber visto llorar a su hermana en medio de sus padres y optó por salir antes de saber la razón. Le da un pequeño codazo en el hombro y Annette esboza una sonrisa.

—Parece que se acabó —Responde y la sonrisa forzada desaparece de su rostro—Es bueno, pero no terminará bien.

El mayor sabía a que se refería. Él al fin se iría, pero dejaría una huella antes de hacerlo. Una marca que denote su ida mas no su olvido, y estaría tallada en grande sobre una piel que no es suya. Incluso si Nick estaba tranquilo y tranquilizando a Annette por fuera, a pesar de que la energía negativa estaba presente en tu estómago, su cabeza traqueteaba con todo tipo de cosas que podrían agobiarla. Suspiró pesadamente, raspando su muñeca. Los problemas están luchando contra él esta tarde, todo lo que intenta termina en otro fracaso. Revisó todos los números de su teléfono que puede marcar. Hay cientos, pero solo puede acudir a uno.

(...)

Ambos hermanos estaban frente a la puerta de la casa de Sahory, la mejor amiga del muchacho y la hija mayor de la familia Kast. De ascendencia alemana, se mudaron a la ciudad hace dieciséis años y son cercanos de la familia Sokova desde entonces. Ella y Nick poseían el clásico vínculo de amistad desde la infancia y la confianza que se tienen el uno al otro es inmensa, pero no se podía decir lo mismo de Annette, quien miraba sus zapatos y se sintió incómoda. En realidad, más que incómoda. Sintió que no deberían estar allí. Podían sentir la mirada de Sahory sobre ellos, y ninguno de los dos dijo algo. Los otros lados también estaban allí, mirando con torpeza e intercambiando miradas preocupadas. Nick quería decir algo, pero sus labios no cooperaban y optaron por quedarse ahí. Jugueteó con el dobladillo de su chaqueta y permaneció en silencio.

—Deja de mirar fijamente.—gruñó la menor, moviendo los dedos — ¿Qué tal si mejor nos saludas?

Sahory parpadeó un par de veces y se limitó a sonreír. Tenía unos hipnotizantes ojos verdes, una profunda cabellera castaña y cada vez que sonreía, Annette sentía que había una ventaja, algo oculto acechando debajo. Como si un secreto se albergara detrás de su brillo, pero sin dejar de lucir tan real. -Nick, haz bromeado tanto con la situación en tu hogar que de hecho pensé que tu llamada era otra broma de mal gusto. En pocas palabras, no los esperaba. Me impresionan. 

—¿Sabes qué otra cosa te dejará impresionada? —preguntó Annette con picardía mientras levantaba sus cejas. La castaña rodó los ojos y sus mejillas adquirieron un tono rojizo al sentir el frío del otoño acariciar su piel. 

—¿Van a pasar? —Espetó la castaña con tantas octavas de anticipación que rechazarla se sentía como un crimen. Este era un caso como muchos, Sahory al tener una madre estricta pero un padre permisivo, se daba el lujo de recibir a todos sus amigos así fuera en medio de la lluvia y casi a la hora de la cena. Y este lujo se potencia más cuando uno de tus progenitores no está en casa. 

La chica de cabellos rizados se tumbó en el sillón, jugando con su celular al cual le quedaba un 5% de batería. Cerca estaba Annette, que decidió acostarse boca abajo sobre una alfombra, casi durmiendo junto a su muñeca. Y finalmente está Nick, que agarró un libro cualquiera solo para distraerse de aquellas dudas sobre qué estaría pasando en su casa ahora mismo. Aún tenía grabadas las palabras de su padre y el sabor amargo de la duda invadía su boca. En el momento que entraron a la casa de los Kast, los recuerdos comenzaban a fluir. Ambos habían pasado muchas noches en el hogar de Sahory, ya fuera para una comida sencilla o para una gran reunión. Y las fotos en la pared de ellos en diferentes etapas de su vida le dieron la seguridad de que hoy seguiría siendo igual de excepcional.

En casa de los Sokova, ruidosos zapatos resonaban sus pasos sobre las baldosas de cerámica en el dormitorio principal. Se podía oír claramente el llanto femenino, el vidrio cayendo y gritos lastimeros. La mujer jadea y observa entre fotografías a su esposo junto a otro cuerpo semidesnudo que no era de ella. Eran tantos papeles. Esas fueron las fotos que recibió de un correo anónimo a lo largo de los último meses. Fotos de Anton, engañándola otra vez.

Annette fue la primera en caer dormida sobre el sofá. 

—Toma, amigo — extendió Sahory unas toallas húmedas. Sus labios tiemblan cuando las lágrimas cubren el rostro de Nick. La última vez que lo vio así fue hace años por un mísero juguete. Era increíble.



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En el texto hay: lesbico, romance adolescente, anaymia

Editado: 01.01.2021

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