Annette se sentó en el coche, en silencio, que no era a lo que Sahory estaba acostumbrada. Las clases de Sahory no tenían muchas horas, por lo que raras veces cruzaba hasta el otro lado de su vecindario para recoger a la hermana menor de Nick, solo cuanto éste no podía hacerlo. Era común que la pelinegra la recibiera con un festival de explosión de palabras por su parte mientras ella se limitaba a oír y conducir, pero hoy la menor se sentó y miró por la ventana con desgano. Annette estaba más pensativa de lo normal, y es que en todos los años haciendo un esfuerzo por convivir, debía haber presenciado no más de mil situaciones dentro de su hogar, muchas de las cuales le habían afectado en formas que nunca podría articular por completo una solución. Siempre que, en su escuela, algún maestro preguntaba sobre el divorcio de sus padres de hace un mes, respondía que la dejen en paz, que su madre seguirá pagando la institución y que su padre haya sido el único foco de recursos sería imposible. Pero Annette estaba increíble, profunda y espectacularmente equivocada. La muchacha balancea sus piernas y los coloca en la ventana, recostando su cuerpo entre todos los asientos traseros del auto.
—Aparta tus sucios zapatos de la luna. —Ordenó Sahory mientras juguetonamente la golpeaba con una botella, sin perder la vista del camino.
—Déjame ser. —respondió la menor mientras saltaba— ¿Qué tal es tu escuela?
—Que pregunta tan inusual.—comentó entre dientes, alargando la "a"— Bueno, es barata y eso es lo único que importa. Aparte no está ubicada tan lejos.
—¡Oh, eso es fantástico! —exclamó Annette con sarcasmo. Trataba de sonar estoica pero por dentro no pudo evitar perder la emoción porque extrañaría los privilegios de su institución y probablemente vería más a Sahory en los últimos meses. Se elevó el volumen de la música y ambas comenzaron a tararear. Las ventanas estaban semiabiertas, pero el calor en estas épocas es tan insoportable que irrita hasta la yema de sus dedos. Todo iba normal, pero por un instante Annette fue golpeada por el aroma abrumador del cigarrillo, bueno, uno sin encender aún
—Sahory, ¿también te quieres morir?
—¿Disculpa?
—¿Fumas? —Interrogó la menor y, finalmente, la chispa se acabó. Sabía que Sahory era del tipo sospechosa, su cerebro aún está tratando de procesar la pregunta y un rotundo silencio es su única respuesta. Se queda quieta, sin expresión alguna y escuchando como recoge una caja de cigarrillos para luego lanzarla por la ventana.
—Lamento que te deban transferir de escuela. —farfulló Sahory- pero acabas de lanzar 5 dólares por la ventana.
—¿5 dólares es el precio de la muerte? —refutó Annette disgustada y la mayor no pudo evitar soltar una carcajada.
—Haces que fumar suene grave.
El ambiente dentro del auto se tornó incómodo e inquietante durante todo el trayecto y la tensión obligó a ambas a evitarse, aunque seguían enviándose miradas anhelantes por el retrovisor. Sahory tenía un problema con el tabaco, hace casi un mes se propuso a dejar de fumar porque su romance platónico de trece años lo odiaba, pero también se convenció de que jamás tendría un lazo romántico con alguien como Annette. Así que fue una promesa al aire. Por otro lado, apenas iniciaba el año escolar y la menor de los Sokova debía despedirse de su círculo de amigos, si es que tenía alguno. No luce como una adolescente social a diferencia de su hermano. Ver sonrojada y con la vista perdida a Annette solo hizo que los sentimientos de Sahory se dispararan al saber que jamás tendría algo similar. De inmediato, llegaron al hogar de Annette sin saber que se iba a desatar una ola de protestas del cual no quería ser parte. Así que no dijo mucho antes de retirarse.
(...)
En un Lunes por la mañana de la conocida escuela Dirossé, una de las más baratas de la zona a la cual asistía Sahory Kast en su último año, todo el alumnado murmura sobre la nueva transferida a la clase 20. Se trataba de una adolescente de ascendencia rusa cuya apariencia es deplorable y no se molesta en disimular su pésima actitud. Con su cabello pelinegro cayendo en cascada sobre su uniforme, la muchacha ingresó a la escuela casi tan silenciosa como el conticinio y los maestros no la presentaron como lo harían normalmente. Sahory le sonríe a la menor mientras se alejaba a su respectiva aula. Annette creía que esa clase de sonrisa era la típica que te decía "suerte, porque probablemente no te vaya bien" pero en realidad no necesitaba sus ánimos. Aún faltaban quince minutos para el inicio de clases por lo que la de ojos marrones decidió ir al baño y refrescarse un poco. Era incómodo que todos trataran de hacer contacto visual con ella, provocando su visión borrosa conforme se dirigía a los baños. Eso es lo que tiene que ver con estar callada y ser reservada al inicio de tu primer día. La gente olvida que está mirando más que nadie. Están observando cada pequeño detalle por ser nueva y se sintió más tranquila al llegar a los baños pero pasó casi lo mismo.
En medio del servicio higiénico femenino, habían dos chicas que interrumpieron su conversación para verla. Annette supuso que eran amigas. Y ese pensamiento se reforzó más cuando notó que ambas tenían lazos del mismo color atados en sus muñecas: lazos rojos. Lo tomó como un símbolo de su amistad, pero eso no justificaba el que la vieran tanto.
—Buen día —susurró Annette, tratando de evitar su cercanía lo más posible— Soy Annette Sokova, ¿por qué me miran tanto?
—Sabemos quien eres, nos advirtieron de tu llegada hace unos días. —espetó seriamente una de ellas y desató su cabello rubio- No te preocupes por las miradas de los demás, es que nunca hemos tenido una compañera con rasgos extranjeros en nuestra aula y para muchos es impactante, supongo.
—Soy Sophie y ella es Kenia. —intervino la otra muchacha, presentándose— Espero que nos llevemos bien este año. No somos las clásicas populares pero somos igual de amigables. —alegó con una sonrisa.