Mientras desayuno en el taburete de la cocina y mi hermano ve la televisión. La mañana estaba fresca, tranquila, serena. Parecía que iba a ser otro día perfecto, hasta que los vasos comienzan a sonar y todo el suelo a temblar.
—¡Es un terremoto! —Grita mi hermano menor corriendo hacia mi madre en la cocina.
—¡Todos al suelo! —El temblor dura algunos cinco minutos. Los cinco minutos más terroríficos de toda mi vida. Sentí que nunca iba a terminar. Mi padre baja corriendo las escaleras —Tenemos que irnos. Ahora. —Mi padre asintió y rápido buscó las llaves.
Todos salimos corriendo afuera, donde nos encontramos con mucha gente también huyendo de la playa. Ya sabía porqué era. Miro al mar y la gente venía corriendo de él. Aún no se veía echándose hacia atrás pero era muy probable que sucediera. El terremoto había sido demasiado fuerte. Observé como se hicieron grandes agujeros en la arena.
Corremos al auto y mi padre conduce lo más rápido que puede con el tránsito que se estaba formando. Pero cuando duramos más de diez minutos detenidos, tuvimos que bajarnos del vehiculo y correr. Entramos a un edificio en el que había algunas personas subiendo también, nos unimos a ellos y subimos a las escaleras. Llegamos al techo, luego de casi quince pisos y nos sujetamos a los bordes.
—Todo va a estar bien —Murmuraba mi padre una y otra vez. Pero yo no dejaba de pensar que el hecho de que estemos aquí es mi culpa.
—Perdón —Dije con lágrimas en mis ojos. Mi mamá me abraza, ya sabía lo que me pasaba, porque ha sucedido antes.
—No te angusties, cariño. No tu culpa que esté pasando esto.
—Es mi culpa que estemos aquí.
—No lo es.— Lloraba deseserada y ella me sujeta el rostro con ambas manos —Hera, Hera, escúchame. Nada de esto es tu culpa.
Tragué mientras ella me seguía consolando. Está pasando demasiado en el mundo entero, en estos días se hundió una isla. Antes de ayer hubo un terremoto en Europa que no dejó nada, murieron más de medio millón de personas. El mundo está llegando a su fin y yo siento que es mi culpa. Cada cosa que pasa me hace sentir culpable. ¿Por qué? No lo sé, y eso me está volviendo loca.
—¡Ahí viene la ola! —Grita un sujeto a cierta distancia de nosotros en el mismo techo y miramos al mar. La ola no era tan alta pero venia rápido y destruyendo todo a su paso. Nos agarramos y abrazamos fuerte.
—Te tardaste, pero ya estás aquí. —dijo una voz profunda que me sonaba familiar. —Tienes que encontrar el portal porque los mensajeros no han podido llegar a ti —Continuó hablando aunque yo no entendía. ¿Portal? ¿Mensajeros? —Tienes que apresurarte Hera, se acaba el tiempo. El reino del Atlántico depende de ti. ¡Recuerda!
Desperté de aquel trance y vi como el mar pasaba por debajo nuestro. La ola no había sido tan alta, y por lo que se veía en algunas horas comenzaría a bajar. Entonces recordé lo que oí hace un momento. ¿Quién me había dicho aquello? Me estaba volviendo loca poco a poco.
—Hera, ¿Estás bien? —Pregunta mi padre, con el ceño fruncido y mirándome muy cerca.
—Si, ¿Por qué? —Pregunto, dudosa.
—Tus ojos... bueno, olvídalo, quizá no fue nada.—Sonrió, pero aún así lucía preocupado. Horas más tarde, cayó la noche, y temblábamos de frío. Bajamos un nivel y entramos en una habitación para buscar algo que ponernos. Mi madre iba comunicando sus planes de que vayamos donde sus padres, que es una zona alta y montañosa, aunque un poco lejos de aquí. Es un viaje de dos días en auto.
Mientras la escuchaba, vi a alguien en una habitación que tenía la puerta abierta. Ellos siguieron adelante y yo me detuve mirándolo fijamente y él a mí. Era un señor de baja estatura, con ojos azules brillantes y pelo como el mío.
—Hera, ¿Eres tu? —Asentí.
—¿Quién eres? —Se que no debo hablar con extraños, pero por alguna razón él no me parece un extraño. Siento que lo había visto antes, siento que lo conozco. Pero es extraño, yo casi no conozco a nadie.
—Akijan, tu mentor. Te he estado buscando por algo más de tres años y no te encontraba. —Se acerca a mi para abrazarme pero doy dos pasos hacia atrás.
—No te conozco. —Digo, tratando de hacerle entender que no sé quién es ni de qué me está hablando. ¿Acaso dijo mentor?
—La superficie hizo que olvidaras todo, todavía no sé cómo pasó o quién te hizo esto, pero viniste a la tierra con una misión, Hera, hace cinco años. Y todavía no la has cumplido, corres peligro, es necesario que vengas conmigo para protegerte.
—Mis padres me esperan...
—¿Tus padres? Hera, te han engañado, ven conmigo. El día final se acerca, todo esta ciudad se hundirá, tu sobrevivirás pero tu supuesta familia no. Viniendo conmigo los salvas a ellos.
—No entiendo lo que dices...
—Yo te crié, Hera, no soy solamente tu mentor sino como un padre para ti. Por favor, despierta de ese trance.
—Perdón pero no... no confío en ti. —Salgo corriendo de la habitación y tropiezo con mi padre que parece que se devolvió a buscarme, él me toma por los brazos.
—¿Qué pasa? —Inspecciona mi rostro y cuerpo, comprobando que esté bien. —¿Estás bien? —Asentí.
—Me distraje, perdón. —Se acerca a la habitación y mira, pero parece que Akijan se había marchado. Dijo tantas cosas que no comprendí. Voy a terapia porque tengo un vacío inmenso en mi memoria, me dicen que tuve un accidente y olvidé toda mi niñez y adolescencia, pero es extraño, porque solo tengo recuerdos con mis padres, después con nadie ni nada más.
No tengo más familia ni más amigos, la verdad es que hace tiempo que me siento perdida, con agujeros negros en mi memoria, a veces siento mucha desesperación porque quisiera recordar todo pero nada me llega. Pero en algo acertó Akijan, y es que esta ciudad se hundirá. Lo sé porque lo soñé, desde entonces les digo a mis padres que me quiero ir de aquí pero no me hacían caso.
Editado: 07.06.2024