Miro a todos lados, pero estoy sola. Solo soy yo, el cielo, el mar y la roca. ¿Quién pudo haberme dicho aquello?
''Salta'' Dice de nuevo. Miro el mar y siento que él me había dicho aquello.
No se qué psiquiatra podrá tratarme después de esto.
Luego de lo que creo que fueron minutos, pero quizá fueron horas porque el sol ya estaba más abajo, me canso de pelear. Akijan y Ares me trajeron aquí y saltaron, no sé si siguen vivos o si están muertos, pero me trajeron hasta aquí por algo. Si quisieran matarme lo habrían hecho aquí arriba. ¿Por qué querrían que nos suicidemos los tres? Sería una locura. ¿O no?
Un último pensamiento me convence cuando miro hacia atrás y veo lo lejana que está la playa. Nadie vendrá por mí. Absolutamente nadie sabe que estoy aquí y nadie lo sabrá en días probablemente.
Me levanto del suelo ya que me había arrodillado y miro de pie el fondo del mar. Trago fuerte y trato de no llorar. Aprieto con mi puño el collar con una tortuga que tengo desde hace años y me lanzo al océano.
Mis pies golpearon con fuerza el mar y una vez dentro abrí mis ojos para intentar subir. Pero lo que vi me impidió subir. Caí en un arecife, el más hermoso que jamás haya visto. Los peces coloridos me pasaban por el lado, había de todo tipo de ellos, de algas y corales. La luz del sol ilumina todo el arecife, haciendo que brille y resplandezca de una manera preciosa. No quería subir otra vez, quería quedarme aquí para siempre.
Entonces vi a Ares, que me sonrió satisfecho desde una corta distancia. Aquí abajo luce más guapo que arriba. Su pelo negro no flota hacia arriba sino que se mantiene hacia abajo pero no tiene pies. Ares tiene una cola donde se supone que van sus pies, la misma que he visto en mis sueños. Bajo la cabeza para verme pero yo si tengo pies.
Me hace una seña para que lo siga pero siento que se me agota el aire. Aguanto un poco más y le sigo. Cuando llego a su lado me habla, lo cual hace que me espante.
—Puedes respirar ¿Lo sabes, no? —No le respondo. —Inhala —Hace el gesto con sus manos —Y exhala. Vamos, Hera, te vas a morir. ¡Respira! —Lo hago luego de que me grite. Estoy respirando debajo del mar, estoy respirando debajo del mar, estoy...— Si, Hera, basta de pensar eso por amor al mar. Estás respirando debajo del mar, lo has hecho desde que naciste.
—¿Desde que nací? —Me tomó la mano y me llevó nadando junto a él. Miraba todo a mi alrededor pues era hermoso, aunque ya se estaba poniendo oscuro. Los peces se estaban escondiendo y juro que pude oír algunos como si estuvieran hablando aunque no era mi mismo lenguaje.
Llegamos a una especie de cueva gigante. Por fuera parecía tenebrosa como si fuera a salir el pez globo más grande del mar y nos fuera a tragar. Cuando atravesamos la entrada no vi nada. Apreté la mano de Ares que todavía me sujetaba y él murmuró: —¿Tienes los ojos cerrados?
—Si
Musitó una risita —Ábrelos, Hera. —Abrí los ojos y se veía extraño, como si tuviera una de esas gafas para ver en la oscuridad de color azul. Si, podía ver. Toqué la pared con mi mano sin que Ares deje de nadar y luego de doblar dos o tres veces en el pasillo subimos. Llegamos a un área grande, tenía muebles, cuadros, todo como si fuese una casa en la tierra. Y en uno de esos muebles había un chico sentado y frente a él se encontraba Akijan. De pie en lo que parecía ser la cocina estaba una chica con pelo azul y una hermosa cola del mismo color.
—Por fin —Dijo, Akijan. —Te tomaste unas cuantas horas pero sabía que lo harías. No respondí, y tampoco quería soltar la mano de Ares. —¿Recuerdas a Gael? Hermano de Ares. —El chico sentado con cola por igual, me miró. Sus ojos verdes me parecían conocidos, su rostro angelical y pelo rubio. Pero negué. No lo recordaba.
—Para eso estoy aquí —Dijo con voz ronca, levantándose y acercándose. Ares me soltó y se alejó un poco. El corazón me latió un poco más rápido con la cercanía de Gael. Era imponente, más fuerte que Ares y con rasgos faciales más asentuados. Podría jurar que es mayor que Ares. —¿No recuerdas nada del mar?—Negué —¿Cómo se llaman tus padres?
—Isac y Mel —Susurré y lo oí bufar.
—¿Tu novio? —Preguntó, alzando una ceja y negué, incómoda.
—No tengo.
—No te muevas —Murmuró, acercándose.
—No lo hagas así, Gael. —Oí a Ares a lo lejos, pero mi respiración era más fuerte. Solo sentía mis piernas temblando, podría ser frío como también nervios. Gael causaba algo extraño en mí, algo que creo nunca haber sentido. Tomó mi barbilla con delicadeza y unió nuestros labios, me sentí muy confundida pero no me quería alejar. Tomó mi cintura con ambas manos y el besó continuó.
Entonces sucedió. A mi mente vinieron recuerdos con Gael, Ares, entrenamientos con Akijan, que prácticamente había sido mi padre. Y recordé el día que abandoné el Mar para cumplir con la misión asignada antes de tiempo por el rey. Yo no estaba lista y por eso fallé.
Cuando nos alejamos, Gael seguía sujetando mi cintura con fuerza. Bajé mis manos a sus biceps. —No viniste a verme cuando me fui —Murmuré. —¿Por qué?
—Les dije que iba a recordar —Dijo, con una sonrisa ladeada. Gael puede hacer que la gente olvide o recuerde, pero nunca lo había hecho dando un beso.
—No evadas mi pregunta.
—Y también le volvió el carácter —Oí a Ares riendo.
—No soporté la idea de que te fueras —Unió mi frente con la suya —Recuerda que nunca estuve de acuerdo, te busqué todos estos años y no te encontraba. —Decidí no responderle y nadé hasta Akijan, para envolverlo con mis brazos.
—Perdona no haberte recordado.
—Está bien, te pusieron bajo algo fuerte. Todavía no sabemos qué fue, pero parece que estaba en la comida ya que durante cinco años no recordaste nada.
—Tenía sueños —Dije —Pero ellos decían que siempre había tenido esos sueños y me hacían sentir como que estaba loca.
Editado: 07.06.2024