Hurricane

Capítulo XXIV

Mis pensamientos se encontraban sumergidos en la noche anterior, ¿sería posible que yo haya hecho aquello? Esos últimos meses no hacía más que sorprenderme de mis estúpidas acciones, pero es que eso era simplemente demasiado.

El grifo goteaba frecuentemente, se oía el ir y venir de los oficiales; el sol comenzaba a tomar presencia. Increíble que ya haya estado durante cuatro horas encerrada.

 —Jefferson, tiene derecho a una llamada. —se acercó el policía hablando con apatía «maldita asesina» debió pensar, o quizás así se había vuelto su expresión después de convivir con locos por mucho tiempo.

 —No, gracias. Supongo que esperaré.

Encogí mis rodillas en el pecho tratando de abrigarme, aquella cama de cemento era realmente fría.

¿Qué caso tenía llamar a alguien? ¿De verdad alguien me ayudaría? Mi madre seguramente me diría que eran las consecuencias de mis acciones, además de que se encontraba en Hong Kong ¿vendría a mi rescate?

Y con respecto Phoebe y Michael ¿por qué se arriesgarían a ayudarme en una situación como está? Tal vez al no tener a nadie que reclamara por ni recurirían a otras medidas, medidas que aún desconocía.
Estaba muy segura de que alguien me puso algo en mi bebida, nunca una resaca me había hecho sentir tan mal, menos bebiendo tan poco.

Lo primero que haría al salir de esa pocilga sería llegar al fondo de esto.

Si salía...

Miré a la nada pensando en que lo mejor sería tomar una siesta, por más dificil que me fuera en esos momentos, cuando de pronto escuché de nuevo el sonido de las llaves y las pisadas de un oficial.

—Jefferson, puedes irte. Te han puesto en libertad.

Levanté la mirada del suelo y miré al hombre incrédula. Me reincorporé y salí de la celda, caminando por los pasillos observé a los menos afortunados que se quedarían ahí, esperando una respuesta.

¿Cómo dictaron mi libertad? ¿Alguien había venido por mi? ¿Quién se había arriesgado por la tonta Heather que no sabía más que meterse en problemas? Para mi sorpresa, fue la persona menos esperada.

—¿Ashton?

Este se encontraba hablando con el abogado con un gran gesto de preocupación en su rostro. En cuanto me vio su rostro se enterneció y corrió hacia mí.

—Oh, Heather... —suspiró acogiéndome en un sincero abrazo.— Qué bueno que estás bien, ya nos vamos de aquí.

Comencé a sollozar desconsolada mientras me aferraba más a él, parecía que todo había terminado, pero sólo iba empezando.

Nos explicaron que se habían presentado pruebas suficientes para demostrar mi inocencia y debido a eso me podía ir, pero no sin antes dar mi declaración por ser de las últimas personas que habían hablado con Leyla.

Me sentaron en una silla frente a un hombre del que no estaba segura cual era su cargo, me pidió que le explicara que había sucedido desde que entre al club hasta que me arrestaron, todo parecía estar en orden excepto que aún lo le convencía el hecho de que no recordará varios detalles de aquella velada.

Al final, dijo que pronto me citarían para dar más detalles esperando que yo recordara en ese tiempo algunos sucesos que había omitido en mi declaración, mientras tanto, no podría salir de la ciudad, me tendrían vigilada algunos elementos de la policia y por supuesto, me habían colocado un rastreador. Me había convertido en sino una sospechosa, una testigo del crimen y me tenían que vigilar o como ellos le decían "proteger" para que todo saliera en orden.

Una vez afuera, me quedé parada en la acera mirando a la nada, parecía como si mis pies estuvieran pegados. Pero a pesar de eso, decidí romper el silencio.

—Ashton, siento lo que le ocurrió a Leyla. Sé que estaban saliendo. —le dije mirándolo directamente a los ojos, aquellas esmeraldas que se veían algo cansadas.

—Gracias, aunque no teníamos nada en serio. Aún así me siento mal por lo que le ocurrió.

—Anoche todo fue tan extraño... ¿Por qué me ayudaste?

—Porque me importas y porque te quiero demasiado como para que me quedara sin hacer nada.

—T-también yo. —lo abracé. —Gracias.

Estaba tan cambiado, como si fuera otra persona, aquella que me brindó su amistad incondicional, de la que me enamoré.

Lo miré una vez más y no pude evitar el querer besarlo, y así lo hice, sin siquiera pensar en que tal vez él no respondería de la misma manera, o que sintiera lo mismo.

—Sabes que todo mejorará. —dijo con la sonrisa en el rostro al separarse de mí.

(...)

Ashton insistió en llevarme a tomar un café mientras yo sólo quería irme a casa y tumbarme en mi cama por una eternidad. Tenía miedo de que cualquier acción que hiciera fuera usada en mi contra, no olvidaba que me estaban observando y sin duda no quería pasar el resto de mi vida en prisión.

—Piensa que si vas ahora a casa no harás más que pensar en lo que ocurrió y eso sólo te hará mal. Prometo hacerte sentir mejor. —intentó sonreír, a pesar de que dijera que se encontraba bien en su expresión no podia más que notar a un chico perturbado.

—Está bien, vámonos.

Entramos en la cafetería y nos sentamos en la mesa mas cercana a la ventana. A esa hora todo estaba tan sereno que me brindaba cierta tranquilidad, un poco de calma después de aquel alboroto.

Después de ordenar dos cafés cargados Ashton intentó hablar para romper el hielo.

—¿Michael ya sabe sobre esto?

—En realidad, no lo sé. No sé nada de él desde antier. —hice una mueca.

—Es muy misterioso, ¿No te parece? —intentó ser chistoso, aunque a mi no me hizo ninguna gracia. Me preocupaba no saber donde ni como estaba, no dejó de imporarme de la noche a la mañana.

Mi silencio fue la única respuesta que Ashton recibió y eso le hizo desear no haber dicho nada.

—Ashton, ¿Cómo hiciste para que me sacaran? ¿Qué pruebas presentaste? —por fin deje salir una duda que me habia estado preguntando si hacer o no, tal vez me debía ser suficiente el hecho de no estar tras las rejas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.