Golpeaba su pecho con todas mis fuerzas, las cuales había recuperado cuando le vi.
—¡TÚ DEBISTE CUIDAR A MAMÁ! ¡SER UN BUEN ESPOSO POR UNA VEZ EN TU MALDITA VIDA! —vociferé con furia.
Él no hacía nada para detenerme, sabía lo que había hecho y estaba aceptando toda la culpa.
—¡ELLA TE AMA, DEMONIOS¡ ¡LO ÚNICO QUE DEBÍAS HACER ERA CORRESPONDER AL AMOR QUE ELLA TE PROFESA DESDE HACE AÑOS!
—¡Emma!
Ignoré por completo el llamado de Tobías y continué descargando todo el odio hacia la persona que me crio. Mi compañero agarró mi cintura y me alzó hasta ponerme detrás de él. Forcejeé entre sus brazos y quise lanzarme sobre mi padre nuevamente pero, obvio, el chico de cabellos oscuros no lo permitió. Tomándome por los hombros hizo que observara esas faenas color miel.
—Debes calmarte, por amor de Dios. Así no resolverás nada, tu mamá seguirá en esa cama y tú en una cárcel por asesinato. Creo fervientemente que esto es lo que ella menos querría —farfulló, tratando de hacerme entrar en razón.
Inspiré profundo, logrando que entrara más aire a mis pulmones. Ese aliento que me había faltado cuando reconocí a mi padre luego de meses sin verlo. Sanders tenía razón, Big mamá siempre añoraba paz, tranquilidad, fraternidad, perdón... Y aunque quisiese ser igual que ella de mansa y cariñosa, la realidad es que no podía. Y pensar que mi madre le tocó sufrir tanto en silencio.
«Que quejosa que soy»
«Eres tan débil, Emma. Te muestras fuerte pero con nada te rompes. Te escurres como agua entre las palmas de las manos»
—Sacame de aquí —susurré en timbre apenas audible. Cerré mis ojos para evitar lanzarme a llorar y blasfemar por todos los cielos.
Movió sus manos hacia el sur, a los costados curvados de mi cuerpo. Cuando me di media vuelta y anduve tres pasos me detuve, giré hacia él y con la vista en el suelo, hablé.
—Ella hubiera dado todo por ti. No lo merecías, pero mamá te amaba con cada pedazo del corazón roto que le ocasionaste.
Sin dirigir una sola mirada a su reacción, me sostuve de Tobías. Apretaba tan ferviente mi quijada que ya esperaba que ésta se desgajara. El chico que todo este tiempo había estado para mí continuaba caminando con su agarre en mí, arrastrándome hacia quién sabe dónde, pero nada más bastaba comprender que él estaría ahí en mi próxima caída, aunque empezaba a temer cuándo llegaría ésta.
Me llevó hasta las afueras del terrorífico hospital y nos sentamos en una banca negra que se encontraba cerca del establecimiento. Mi mirada se fue a las estrellas, mientras sentí los brazos de Tobías aproximarme a su calor y envolverme todo lo que pudo. Tal vez logró percibir lo helada que me hallaba o tal vez me quiso abrazar para decirme sin palabras que estaba ahí, que podía hablar; desahogarme, más permanecí en silencio por un tiempo indefinido hasta que me decidí.
Debía sacar esto de mi sistema, aunque con más prioridad, de mi corazón.
—Cuando tenía diez años papá engañó a mamá por primera vez, o eso creo —narre con voz hueca—. Fue todo un desastre. Mamá no consiguió seguir ocultando su dolor y las peleas en casa eran los saludos de Buenos días y de Buenas noches —él acarició mis dedos, marcando un pequeño ritmo que ayudó a relajarme—, cuando estalló la bomba, mi progenitor tomó sus cosas y se fue de la casa. Fue un completo caos. Pensé que se divorciarían pero nunca ocurrió, ya que papá regresó a los tres meses, rogando por el perdón de mi madre. Ella tan blanda como siempre, lo disculpó. Tiempo después se repitió la historia más veces de las que quisiera contar, se iba por más tiempo. Rompió su propio record, ya que la última vez que se fue duró once meses fuera de casa, que sucedió justo antes de que vivieras conmigo —musité, mi estómago era un tornado imparable— ¿y ahora deseaba irse nuevamente?
La ironía resaltaba sagaz en mi lengua.
—No sabes cuánta mamá sufrió discriminación por ser la tonta enamorada o cuántas veces Tyler necesitaba a papá para pedirle un 'consejo de hombres'. Para alguien que se queda temporalmente en tu vida ¿cuánto cariño debes de guardarle sí en su partida puede dejar destrozos irreparables?
Cuando finalicé, el silencio reinaba. En nuestro círculo, claro está. Estábamos cerca de un hospital y ahí aunque lo traten con furor, nunca había mutismo del todo.
—¿Por eso no crees en el amor? —indagó el futuro psicólogo.
Estaba ligeramente inclinado hacia mí para escuchar atentamente mi respuesta. Su cara estaba a centímetros de distancia de la mía y podía observar el humo que se formaba cuando exhalaba.
—Luego de todo lo sucedido, pregunté a mamá sobre el amor, le cuestioné cómo algo tan "bonito" podía ser tan dañino. No supo responderme debidamente o por lo menos su respuesta no me satisfago lo suficiente. Por eso llevé a cabo mi gran promesa: huir de el. Huir de algo que todos llamaban "amor".
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Editado: 17.06.2019