Ya era la tercera semana de prácticas junto al mánager del grupo y la chica estaba encantada. Estaba aprendiendo cosas que la universidad no le enseñaba y, a pesar de las pequeñas bromas de cierto integrante, todas las demás personas a su alrededor eran un encanto con ella. Iba a llorar el último día de sus prácticas con mucha seguridad.
El grupo estaba grabando un nuevo juego en la pista de tenis cuando el móvil de la chica sonó al recibir una llamada. Se disculpó, se alejó de la carpa para poder hablar con tranquilidad y descolgó:
—¿Diga?
—Buenos días. ¿Hyacinth Davies? —le preguntó una voz masculina grave por el otro lado del auricular.
—Sí, señor. ¿En qué puedo ayudarle?
—Soy Colin Charming, el representante de las Lobas.
En cuanto escuchó el nombre del equipo de primera división femenina de voleibol, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en sus labios y se controló para no saltar de felicidad.
—Sí, le conozco —contestó ella intentando que su voz no delatara su entusiasmo.
—Estamos interesados en ficharte para cinco temporadas. ¿Podrías venir un día de esta semana por la tarde y hablamos de las condiciones?
—Por supuesto. Me pasaré por su despacho. Muchas gracias por la confianza que deposita en mí.
—No hay de qué. Vi tu juego y me encantó. Espero que sigas tan fuerte como ese día en el partido —le pidió el hombre imprimiendo el contrato.
—Eso no lo dude. Le veré por la tarde. Muchas gracias de nuevo.
La joven colgó e hizo una pequeña demostración del baile que sus hermanas le dedicaban desde las gradas para animarla, llena de alegría y felicidad. Su sueño se iba a cumplir y deseaba gritarlo a los cuatro vientos.
Regresó a la carpa con una gran sonrisa de oreja a oreja que se desvaneció cuando una pelota de tenis le dio en el estómago haciendo que se curvara de dolor.
—Lo siento. Ya he dicho que no se me da bien el tenis. Perdóname, mocosa —se disculpó TaeYang de rodillas delante de ella y preocupado por el bienestar de la chica.
—No pasa nada. Estoy bien —respondió ella con la voz apagada por el dolor que se le había quedado atascado en la garganta.
—Ven conmigo —el cantante la ayudó a caminar hasta el interior de la casa, la metió en el aseo y abrió el grifo del lavabo para mojar la toalla de las manos.
—¿Para qué es eso? —quiso saber la muchacha al ver que le levantaba la camiseta.
—Te sentará bien el frío. Tranquila, no veré más allá de tu estómago.
Hyacinth lo pensó durante unos segundos, levantó la camiseta lo suficiente para que él pusiera la toalla mojada en su estómago y lo miró perpleja.
“Parece que esta vez sí está arrepentido de verdad”, pensó la chica observando el rostro serio del chico. “¿Tendrán razón Faith y Eun-Ji? ¿Se lo digo?”, se preguntó dudando sobre si debía o no confesarle sus sentimientos. Tenía miedo de ser rechazada y no sabía si podría soportar verlo todos los días después de abrir su corazón y exponerlo de esa manera.
—TaeYang —lo llamó haciendo que los ojos rasgados y marrones de él se clavaran en su rostro con expectación, de rodillas delante de ella—. Me… Me… —las palabras no salían de su boca con tanta facilidad como ella quisiera.
—¿Te duele? Lo siento, de verdad. El tenis y yo no nos llevamos bien —volvió a disculparse él con el rostro desencajado por la preocupación.
—No es eso. Lo que intento decirte es que… Yo… —cogió aire y soltó la frase—: Estoy enamorada de ti.
Aquellas palabras cayeron sobre el chico como una jarra de agua fría. Lo dejó congelado con la mirada fija en los ojos de la joven. Frunció el ceño cuando la chica empezó a reír por los nervios, se levantó enfadado y le dijo con los dientes apretados:
—Te has vengado de mi última broma. Ya estamos en paz.
Abrió la puerta con demasiada fuerza y la cerró de un portazo que hizo retumbar las paredes de la casa.
Hyacinth abrió la boca de par en par, asombrada por la conclusión equivocada a la que había llegado el cantante, y dejó salir una lágrima que resbaló por su mejilla.
—No es ninguna broma, cretino —murmuró poniendo sus brazos alrededor de su cintura.
Alguien llamó a la puerta del aseo mientras ella respiraba hondo para no comenzar a llorar y dejar que las lágrimas salieran de sus ojos como cataratas. Tragó la congoja que se había quedado atascada en su garganta, se levantó de la tapa del inodoro y abrió la puerta para encontrar a su hermana Faith.
—¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado? —se preocupó la fisioterapeuta al ver los ojos vidriosos de su hermana pequeña.
—Me duele el estómago. Terminaré mi jornada laboral y me iré.
—¿Podrás aguantar? ¿Quieres que vayamos al médico?
—No, nada de médicos. Estoy bien. Se me pasará en un momento. Vamos, sigamos trabajando.
Ambas salieron al jardín y cada una ocupó su puesto en la carpa junto al mánager.
La jugadora de voleibol observó todo a su alrededor dejando en constancia a todos los del equipo que estaba bien e ignoró por completo a TaeYang.
Estaba decidida a olvidarlo a como le diera lugar después de ser rechazada. Acabaría el mes que le quedaba de prácticas y se centraría en el voleibol. Él se marcharía de gira o de vacaciones y ella descansaría de una vez por todas de sus bromas.
***
Al terminar las horas de práctica, Hyacinth puso rumbo hacia el despacho del representante de las Lobas, el equipo más famoso de la primera división femenina de voleibol, y esperaba firmar su primer contrato de verdad.
Saludó al hombre estrechando su mano con firmeza y se sentó cuando él la invitó. Le entregó el contrato que había redactado para ella y lo leyeron juntos para aclarar las dudas que la muchacha pudiera tener.
—¿Tienes alguna pregunta? —quiso saber él apoyando los codos en el escritorio y clavando su mirada negra en ella.