Podía sentir su cabeza dar vueltas y punzar de una manera que conforme pasaban los segundos se volvía más y más insoportable. Haciéndole desear estamparla una y otra vez contra la pared más cercana, no obstante, sabía que debía hacer lo que fuera posible para poder controlarse y evitar así llamar la atención.
Se apoyó por un momento en la pared más cercana, esa que estaba llena de grafitis y la suciedad acumulada por el tiempo.
No sabía dónde estaba, llevaba quizás horas caminando o tal vez minutos, no podría decirlo de forma exacta, pues no tenía forma de verificarlo. Lo único que era claro, era que estaba bastante lejos de los lugares que solía conocer y teniendo en cuenta su condición, no sabía si era bueno o no estar tan lejos.
Volvió a caminar.
¿María se preocuparía si llegase a desaparecer?
Sonrió a la nada de una forma un tanto forzosa.
Era hora que empezara a dejar de mentirse a sí mismo, no era tan estúpido, sabía muy bien que María todavía deseaba deshacerse de él a como diera lugar, era como una jodida piedra en el zapato desde que había llegado. Además, a ella le llamaba la atención el humano de cabello rosa, y por alguna razón, eso le hacía sentirse extraño.
No le gustaba para nada lo mucho que estaba cambiando, había comenzado a dejar de ser el mismo.
Agarró con fuerza su cabeza al sentirla punzar y se tambaleó un poco.
Le pareció ver de una forma un tanto borrosa a Jimin, aunque probablemente fuese una ilusión. El Jimin falso le vio con lo que parecía ser preocupación, le vio acercarse e intentar tocarlo, retrocedió de inmediato. Una mirada de dolor le fue dirigida. ¿Por qué le veía así?
Negó con la cabeza e intento seguir.
-Debes alejarte Jimin, no quiero hacerte daño – le informo de ante mano a su ilusión. Era cierto que Jimin llevaba más tiempo en el trabajo, por lo cual tenía mucha más experiencia que él, sin embargo, en cuanto fuerza, él era el vencedor.
Tenía tanta hambre…
Luego de eso, no volvió a verle más.
***
Tanta hambre…
- ¿Cómo se te ha ocurrido tomar eso? - escuchó una voz mencionar con lo que parecía ser frustración.
Vio a frente a él a un grupo de cinco personas, todos chicos que probablemente no rondaban más de los veinte o como mínimo los diecisiete. Ellos llevaban consigo bolsas negras, las cuales, aunque parecían pesadas, cargaban como si nada.
No le costo para nada reconocer aquel collar que uno de ellos llevaba entre sus manos, ese que muchas veces vio colgado en el cuello del de cabello rosado.
¿Ellos se lo habían quitado?
Apretó sus puños.
-Lo siento hyung, creí que podría ser valioso -se excuso el de cabello rubio, ese seguramente tenía unos diecisiete, era demasiado pequeño y su rostro no le ayudaba a que pudiese lucir un poco mayor.
-Eso es una porquería, no ganaríamos nada incluso si intentamos venderlo.
El de cabello rubio bajo la mirada un tanto entristecido, nuevamente les había fallado, realmente temía que le dejasen de lado después de tantas fallas. Ya no quería estar solo.
El pelinegro se apresura a ir tras ellos, no se permitirá perderlos de vista, muchos menos dejarlos partir con ese collar que para el peli-rosa era mucho, pero para ellos era basura.
Toma al que anteriormente denigro el collar del hombro, este volteó visiblemente molesto. Nadie con un poco de inteligencia se atrevía a tocarlo. ¿Quién se creía esa persona para hacerlo?
Esta por reclamar cuando nota la mirada en los ojos del desconocido, ese brillo ámbar que solo le daba un mal augurio.
- ¿Qué…? - su voz tiembla un poco para su vergüenza, puede notar de reojo como el menor de su grupo parece atemorizarse ante la idea de que el más fuerte del grupo esté siendo intimidado por un desconocido cuando eso nunca había sucedido.
-El collar, dame eso collar -su voz suena amenazante.
El humano bajo su agarre tembló de forma leve y tragó grueso.
-Lu Han, has lo que dice.
Y ni lento, ni perezoso, el rubio se apresuro a darle el collar.
Sonrió de forma leve al ver tan importante objeto. Ya se lo entregaría cuando fuese a trabajar.
Aquellos que estuvieron lo suficientemente cerca sintieron un escalofrío y un sudor frío recorrer sus cuerpos al notar su sonrisa, pues, esta tenía un tono un tanto macabra, además de que poseía una hilera de filosos dientes que hace poco habían sido completamente normales.
Lo soltó y sacudió un poco la cabeza. Debía sacarse esa idea de la cabeza.