Llego a casa, estaciono el coche en el frente. Cierro la puerta, dejo mi espalda caer sobre esta, deslizándome hasta el suelo. Ahora más que un pensamiento, es un hecho, de verdad se ha ido. Este sentimiento de pérdida es familiar.
Ella juraba: la casa, el coche son un tesoro, por eso, justo por eso no quería comentarme sobre el viaje, sabía que no aceptaría dejar todo por ella, y decidió no lidiar conmigo. Yo también llegué a pensar en su momento que todo esto es de importancia, pero esta sensación de vacío la conozco, es sofocante y no lograré llenarla con nada... Vuelve a repetirse. Ella logró traer la calma y se la ha llevado consigo. Lloro, consumido por la frustración. No estaba listo para esto, mi vida era ella, todos los días inventaba mil excusas para verla. Dejé a un lado mis prioridades, conocidos, hasta el trabajo dejó de importar. Yo era feliz junto a ella: el centro de mi mundo, que ahora se hace pedazos.
Despierto en la mañana con dolor de cabeza, decidí dormir todo el día de ayer, olvidé por completo comer algo. Intentaré retomar mi rutina, aunque no lo quiera, debo volver al trabajo. Sin teléfono se hace complicado, pero tampoco quiero conseguir otro. No tengo la menor idea de cómo reorganizarme… Quisiera pasar página, arrancar esta sensación de un tirón, pero ya conozco el proceso: es largo y tedioso.
No quiero comer ni arreglarme, prefiero no moverme, quisiera estar en oscuridad, o esconderme. Respiro profundo cuando entro a la ducha. Esto parece un sueño, un mal sueño. Deseo despertar pronto y volver a verla a mi lado. Bajo a la cocina, aunque trato de no imaginarla sentada, recuerdo su sonrisa, sin dificultad puedo encontrarla en cada rincón de esta casa, hasta puedo escuchar su risa. Duele.
Llego a la oficina con normalidad, supongo que es el único lugar donde no tengo recuerdos con ella. Me cuesta despejar la mente, aunque lo intento, es imposible leer y organizar documentos de esta forma.
—¡Toc, toc! —Uni entra a la oficina—. Hoy el señorito llega tarde, ¿debería descontar las horas de trabajo junto con el día de ayer?
—Me olvidé por completo de avisar —finjo vergüenza—. Disculpa, mi teléfono se dañó, ya lo envié a revisar, no deberían tardar en tenerlo devuelta —miento.
—Descuida, tienes muchos días de vacaciones acumulados, puedo descontarlo de ahí. En realidad, vine para darte noticias, conseguí una vacante para administración como me pediste, y es una empresa con años en el mercado, no importa la experiencia del administrador, confían plenamente en mi recomendación, ¿no te parece una gran oferta para comenzar? —Sonríe. Espera emoción de mi parte, pero en realidad esta noticia cae como agua fría.
«Si tan solo hubiera aguantado un día más» pienso. Ni siquiera sé cómo responder. Uni me mira ansiosa, yo intento esconder mi mirada en algún lugar, pero es inútil.
—Es una buena oferta, sin duda. Lástima que la persona que conozco ya haya aceptado otra, lo siento.
—No puede ser, una pena quedar mal con ellos. Es tan buena oportunidad, hasta estoy tentada a aceptarla para mí —bromea, pero su sonrisa desaparece en un instante—. Dane, está bien, no te preocupes.
—Disculpa, estoy en mis pensamientos... no me salen palabras para conversar.
—No te ves bien, ¿quieres que procese tus vacaciones?
—No hace falta, gracias. Te avisaré si cambio de opinión —finjo una sonrisa amable, ella se despide con un gesto.
Necesito drenar el estrés que siento, la oficina solo empeora. Me froto el rostro con la mano: ¿se puede estar peor? Dejaré el papeleo para luego, tengo trabajo pendiente en otra área. Algo de esfuerzo físico puede ayudarme a distraerme.
—¡Daniel! —grita Jon mi nombre a lo lejos, tuvo que detenerme justo antes de entrar al coche—. ¡Ey! ¿tan pronto te vas? ¿Qué rayos le ha pasado a tu coche?
—Voy a la nueva “caja de sorpresas”. —Observo el mal estado de mi auto—. Una curva y una pared.
—Por supuesto, algo tonto —duda—. Se me olvidaba la “hermosa” casa que adquirimos —ríe sarcástico—. Te quería decir que dentro de poco celebraré mi fiesta de cumpleaños, avisé en el grupo pero no te llegan los mensajes.
—Mi teléfono está dañado.
—Pensé que nos ignorabas —ríe—, ya sabes, cuando uno está con su chica ya nada importa.
—Qué insinuaciones ¿no? —sonrío—. ¿Qué quieres?
—Estamos de malas hoy. —Suspira—. Está bien, el punto es... te estaba invitando, a Karen también por supuesto, aunque ella tampoco contesta —dice, en tono de sospecha—. Bueno, tu mirada no me ayuda a sentirme cómodo, de hecho, me hace pensar que están en un mal momento... ¿todo bien?
—No, nada está bien. —Abro la puerta del coche—. No quiero saber sobre ella... —respondo por impulso, mi inestabilidad es tan notable—. ¿Eso responde tu pregunta?
—¿Qué pasó?, digo, son una gran pareja, y ella muere por ti... ¿acaso hiciste algo?
Lanzo un lento suspiro, en realidad se suponía que yo sería el problemático en esta relación, al menos, si ese hubiera sido el caso no me sentiría tan mal.
—No quiero preguntas. Solo diré que ella decidió terminar, si tanta curiosidad tienes, ve y pregúntale. —Entro al vehículo.
—Supongo que no irás a mi fiesta si no arreglas tus problemas con ella, ¿no? Sabes que no me gustan los espectáculos de parejas.
Cierro la puerta de un golpe, miro el retrovisor antes de responder.
—No iré, y puedo asegurarte que ella tampoco.
—Hombre, deberías tomarte el día libre, puedo cubrirte si quieres...
—No... —Aferro mis manos al volante y pienso: ¿Acaso un día libre bastaría?—. Debería tomar una semana... —susurro una respuesta. Su partida no será fácil de superar, solo basta imaginar las oportunidades que abandonó a mi lado para hacerme estallar de ira.
Golpeo una y otra vez la pared. En mi mente vuelan las ideas, como los pedazos de pintura. El crujir de la madera es tan similar, siento que soy yo, quién recibe un golpe tras otro. Tomo un descanso. Salgo al patio, seco el sudor de mi frente y respiro una buena bocanada de aire fresco. Tiene una buena vista, sin duda este es el gancho de esta propiedad. Reconozco las calles que veo. Luce diferente sin las lámparas amarillas colgadas entre las farolas. Una cesta, una maldita cesta que quedó tirada en una esquina de mi casa. Resoplo para aliviar el dolor. Me quito los guantes para frotarme los ojos. Por culpa de sus caprichos cedí, me dejé usar, esa y muchas veces más. ¿Cuál es el resultado ahora? La llevé a todos los lugares de esta ciudad, sus recuerdos están regados por todas partes. Tantos años no pasan desapercibidos, tengo tanto que olvidar... y no quiero hacerlo.