Identidad robada

Experiencia nada agradable

Capítulo 6

 

 

El cuerpo débil de Amy estaba incapacitado, no podía moverse aunque lo deseara, entonces aquel sujeto extraño sonrió de forma tenue y extendió su mano acariciando su mejilla, ella cerró los ojos aterrados y al abrirlos nuevamente esa imagen había desaparecido, se trataba de otra pesadilla, lo que la conllevó a entender que no despertó la primera vez de su sueño. 

 

Miró el reloj en la mesita de noche, el cual marcaba las 3 de la madrugada, su corazón palpitaba con violencia y el sudor le corría por la espalda empapando las sábanas. Decidió levantarse para darse una ducha y luego de terminar, se vistió para salir a tomar aire, porque perdió totalmente el sueño. Avanzó por el pasillo hasta las escaleras y bajó yendo en dirección a la parte trasera de la casa, donde se hallaba la piscina. 

 

Caminó unos cuantos pasos más y se dio cuenta de que alguien más estaba ahí, intentó alejarse para que el extraño no se diera cuenta de su presencia, sin embargo, ya era tarde. 

 

—Tampoco puedes dormir —interpeló en un tono bajo girando su rostro. Ella no sabía si se trataba de Sebastián o Martín, por lo cual debía responder de una forma neutra. 

 

—No, solo bajé a tomar un poco de aire, pero ya me iba —confesó en forma de disculpa y él sonrió. 

 

—Tranquila, no muerdo. Y por tu rostro de confusión debes estar intentando descifrar si soy Sebastián —añadió con un poco de humor y Amy encogió los hombros. 

 

—Es difícil diferenciarlos —se excusó.

 

—Te entiendo, pero soy Martín —dijo con amabilidad para proseguir —. ¿Quieres acompañarme? —ofreció y Amy aunque estaba un poco dudosa, le pareció mejor quedarse. Además, ella se sentía cómoda con Martín, era la única persona en esa casa que al menos sé preocupó y de no ser por su intervención aquel detestable depravado hubiera abusado de ella.

 

Se acercó a pasos lentos viendo la luna que brillaba en medio de una expansión reluciente de estrellas, ella suspiró recordando la ciudad, ya que allá no se podían ver tantas estrellas en el cielo. No obstante, la nostalgia invadió sus pensamientos al saber que no tenía salida de esa casa.

Terminó por tomar asiento en una de las sillas que rodeaban la mesita redonda con una sombrilla en medio, no quitó la vista del cielo pensando si en algún momento de su vida podría ser libre. 

Ella estaba experimentando algo parecido como cuando un ave era llevaba a una jaula, incapaz de poder salir, estaba obligada a mantenerse en un mismo lugar en contra de su voluntad. 

 

Anhelando, en algún momento de su vida, esa libertad que antes tuvo. 

 

—Es extraño como no parece que seas feliz aquí —murmuró él y Amy lo observó. Sabía que no podía mencionar el tema de que se trataba de un compromiso acordado, y ella solamente estaba ahí por un vil engaño, por lo tanto, se vio obligada a fingir. 

 

—Es solo que no le acostumbro a estar en esta casa —correspondió un poco nerviosa y Martín entre cerró los ojos, parecía dudar de su respuesta porque la realidad era que Amy, no sabía como mentir, siempre fue mala para eso.

 

—Te entiendo, yo apenas llegué y creo que fue el peor error que pude haber cometido —declaró sonando honesto.

 

—Estaba de viaje, o algo —quiso saber ella y Martín solo guardo silencio por varios segundos, inspiró profundo y luego la observó atento. 

 

—No precisamente, la historia es un poco larga para ser sincero, solo puedo decirte que mi padre no tenía idea de que yo seguía con vida y me aceptó en esta casa únicamente porque llevo su sangre, sabes, estas familias de millonarios suelen vivir de apariencias y no les gusta estar metidos en escándalos —culminó y Amy amplió sus ojos, al parecer los Borja Ballesteros tenían trapos sucios que no deseaban salieran a la luz. 

 

Eso lo dio una idea, era bastante absurda, pero a la vez sería lo único que la podría librar de su compromiso con Sebastián, ella podría usar los secretos de los Borja en su contra como un arma poderosa para salir de ahí. Además, también necesitaba averiguar qué estaba ocurriendo realmente entre Reese y la señora Celeste, porque esa cercanía no podía ser porque se tenían mucho aprecio, ella conocía ese tipo de miradas y acercamientos a pesar de no tener mucha experiencia en relaciones amorosas, estaba un 90% segura de que ahí existía algo más. 

 

—Vaya, lamento escuchar todo eso —lo consoló Amy. Martín le dedicó una sonrisa y luego cambió de tema rápidamente. 

 

—Y cuéntame, de donde eres exactamente —interpeló.

 

—Nueva York, vivo ahí desde que mis padres fallecieron y mi tía tuvo mi custodia —expresó y al recordar el asunto de sus progenitores sintió un nudo en la garganta. 

 

—Lamento lo de tus padres —se compadeció él y Amy levantó las comisuras de sus labios en una tenue mueca porque no tenía fuerzas para poder sonreír. 

 

Fue difícil para ella crecer sin padres, sin embargo, su tía se había encargado de darle y enseñarle todo. No obstante, al saber que ella la traicionó vendiéndola como un simple objeto, también era otra razón para entristecerse. 

 

—Sabes creo que tú y yo nos parecemos en cierto modo —mencionó y ella frunció el ceño.

 

—Por qué dice eso —replicó curiosa.

 

—Es que ambos crecimos sin padres, de alguna forma compartimos la misma historia, aunque de formas distintas, pero no dejan de parecerse al fin y al cabo —agregó contemplando los ojos de aquella señorita. Ella hizo un gesto de lado y bajó la mirada, contemplaba los dedos entrelazados hasta que luego de un largo silencio se puso de pie para retirarse. 

 

—Fue agradable charlar con usted, pero considero que ya debo irme a la cama —se disculpó y él asintió con su cabeza. Amy caminó de regreso a su habitación pensando que Martín era todo lo contrario a su hermano, pero había algo en él, que no dejaba de hacerla sentir intrigada.




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