Capítulo 8
Amy contuvo la respiración mientras Martín intentaba sacar las espina con todo el cuidado posible, ella no abrió los ojos ni por un segundo, debido a la vergüenza que sentía estando expuesta ante los ojos de ese hombre.
—¿Ya? —interpeló ansiosa.
—Aún no, solo deme un poco más de tiempo y lograré sacarla —contestó, ella arrugó el rostro con impaciencia, sintiendo arrepentimiento de haber aceptado montar ese caballo. No se desespere, pronto encontraremos la forma de como volver —alentó Martín, a Amy no le quedó de otra que confiar en sus palabras, a pesar de que nada pintaba para bien.
Él puso todo su esfuerzo hasta que consiguió sacarle la espina, Amy sintió alivio, ya que le lastimaba impidiendo poder estar estable en el piso, y de esa manera solo podría ser un estorbo.
—¡Al fin! —celebró Martín y ella por inercia abrió los ojos, él le mostró aquella gran espina dejándola sorprendida, de pronto se encontró mirándolo fijamente de tal manera que fue imposible dejar de hacerlo. Trago saliva carraspeando la garganta, intentando pronunciar una sola palabra, las cuales no salían. Eh, creo que iré a ver si ya su ropa está seca —se ofreció con amabilidad poniéndose de pie. Ella intentó aguantar las ganas de darse la vuelta, pero le ganó la curiosidad.
Admiró aquel cuerpo como esculpido a la perfección, y su respiración se cortó. Volvió a girar el rostro para evitar la tentación de mirarlo, sin embargo, su cuello se movió solo. No obstante, en la segunda ocasión se encontró con él de frente, obligándose a enderezar la cabeza, sintiendo tanta vergüenza, que sus mejillas ardían.
《 Qué haces Amy, ¿Perdiste la razón? 》
Se regañó a sí misma por haber cometido semejante osadía.
Mantuvo la cabeza gacha hasta que sintió a Martín muy cerca.
—Tenga, ya puede volver a ponérsela —se la entregó, ella únicamente estiró la mano sin levantar la mirada, sabía que al hacerlo podría encontrarse con la de él, cosa que no quería por aquella bochornosa escena que recién ocurrió.
Se puso la ropa rápidamente y luego las botas, aun su pie le dolía un poco, pero al menos podía caminar. Martín regresó y ella agradecía que ya estuviera cubierto, a pesar de no traer puesta la camisa sino una camiseta que dejaba al descubierto sus brazos y hombros.
—¿Puede afincar el pie? —cuestionó y ella asintió.
—Con dificultad, pero sí puedo hacerlo.
—Ok, creo que tendremos que caminar, nadie nos vendrá a buscar y con suerte nos encontrará algún trabajador de la hacienda —manifestó. Amy estaba pensando en el largo trayecto, pero cualquiera idea sonaba mejor a quedarse ahí esperando una ayuda que no aparecería.
Siguieron el camino por el cual habían venido, ella trataba de seguirle el paso, pero su pie cada vez le dolía más. Además de que el calor abrazador la quemaba al punto de provocarle mareos, con todos esos obstáculos siguió avanzando hasta que no pudo más.
—Creo que voy a descansar —dijo deteniéndose antes de caer al suelo inconsciente. Martín corrió tomándola entre sus brazos, la cargó sin saber qué hacer porque todavía quedaba un largo trayecto. Cuando pensó que todo estaba perdido, logró ver a la distancia que se acercaba el caballo y puso a Amy, recostada debajo de un pequeño arbusto, avanzó con rapidez y llamó al animal esperando que este le obedeciera y por fortuna así fue.
Regresó por Amy y la llevó a la hacienda, a toda prisa. Cuando llegó al establo notó que Sebastián estaba buscándola, entonces actuó con audacia llevando el caballo dentro de su lugar correspondiente, luego tomó a la chica cargándola para acercarse a su hermano.
—¡¿Qué le sucedió?! —cuestionó preocupado Sebastián.
—Se desmayó, ayúdame a llevarla adentro —pidió y él no dudó en tomarla para ir rápidamente hasta su habitación. La puso sobre su cama viendo su rostro, se notaba mal y como no sabía qué hacer se puso de pie para poder buscar alguien que pudiera ayudarlo, Martín lo detuvo y le ordenó traer toallas húmedas, agua y hielo, probablemente el calor la deshidrato y fue eso lo que provocó su desmayo.
Sebastián no lo sabía, pero Martín sí y por eso supo de qué forma actuar respecto a la situación de Amy.
El interpelado salió a toda velocidad por la puerta, mientras su hermano se quedaba con la chica, él se inclinó sentándose en la cama para contemplar el bonito rostro de Amy, quien estaba con los ojos cerrados.
—Tú —murmuró —. Solo espero que tú no arruines mis planes —continuó en un tono bajo acariciando su mejilla. Sebastián volvió con todo lo pedido por su hermano colocándolo en sus manos, Martín se puso en marcha poniendo las toallas húmedas en la frente de Amy, y luego algunos cubos de hielo en otra toalla para poder pasarlo por sus brazos y pecho.
—Eh, creo que esto lo debo hacer yo hermano —interrumpió antes de que accionara y Martín sonrió asintiendo mientras le entregaban la toalla con cubos de hielo.
Sin duda pudo sentir los celos de su hermano y eso estaba bien, porque era su prometida, no obstante eso únicamente sería el comienzo de una verdadera rivalidad.
Amy abrió los ojos débilmente y observó el rostro de Sebastián, sin embargo, ella no sabía que se trataba de él. Confundida dijo el nombre de Martín y su prometido arrugó la cara.
—Soy Sebastián —murmuró un poco molesto y ella parpadeó varias veces.
—Lo siento, es que… —intentó explicarse y Martín la interrumpió.
—Tranquila, ya le dije a Sebastián que te desmayaste y yo estaba cerca por fortuna, lo bueno es que ya estás bien —mintió y Amy lo observó sabiendo que eso no fue lo que pasó en realidad.
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Editado: 14.11.2023