Ilumíname con tu luz

Capítulo V "El peso de las expectativas"

El martes en la mañana Horacio se reunió con sus amigos. Había decidido dejar el plan de lado. Gonzalo, quien era un poco más sensible, se acercó a él y le aconsejó llevar el matrimonio a cabo.

—Puede que Nieves tenga un temperamento fuerte —dijo —pero a fin de cuentas es una dama. Quizá no sea tan malo.

Horacio permanecía en silencio, preguntándose por qué había abandonado de tal manera su única forma de escape. En su cabeza danzaba el pensamiento incesante de que se debía a la situación en la que su prometida se encontraba. Nieves no era de su agrado, de eso no había duda, pero cargar con el hecho de que ella y su familia podría terminar viviendo en la calle le hacía sentirse culpable ¿Era su única salida? Había escuchado tras los matorrales la discusión de Nieves y Luis durante la noche. Incluso si Nieves no lo amaba o al menos tenía un mínimo afecto hacia él como para ir a llorar a casa de aquel hombre con tal de romper el compromiso, se sentía como plato de segunda mesa.

A los oídos de Gregoria llegaron los rumores de los vecinos, quienes habían escuchado la discusión entre Nieves y Luis durante aquella noche estrellada. Murmuraban que el compromiso se había roto debido a que Nieves le era infiel con su antiguo novio al joven Horacio. Esto a Gregoria le hirvió la sangre, quien no tardó en salir de casa a encarar a Luis González.

—Rompí lazos con ella —aclaró Luis con el rostro cansado hacia Doña Gregoria.

Esta sintió algo de lastima al verlo. Era obvio que no la estaba pasando bien, pero eso ya no era asunto de ella, ya había hecho su parte en ayudarlo y con eso bastaba.

Hasta el momento, Luis trabajaba diligentemente en la abarrotería del señor Asprilla y ya comenzaba a ganar dinero, además, su madre ya estaba recibiendo tratamiento médico para su enfermedad, así que las cosas parecían ir mejorando para él, incluso si eso significaba estar alejado de Nieves.

—Bueno, Luis —dijo ella viéndolo acomodar algunos estantes dentro de la pequeña tienda —No pongas esa cara, aun eres joven —añadió —pronto encontraras una buena mujer. Lamento haber venido hasta tu trabajo, pero necesitaba informarme. No te quito más tiempo, que tengas un buen día.

—No iré a la boda —le informó el muchacho antes de que Doña Gregoria saliera del local.

Ella se dio vuelta y sonrió comprensiva.

—Es lo mejor.

Cuando estuvo a punto de seguir su camino hacia la finca, la señora Asprilla la detuvo en el sendero. Gregoria le sonrió y esta devolvió el gesto. Le aclaró sin tapujos a la señora Asprilla que el matrimonio continuaría y que todo se trataba de un mal entendido, y ella (quien era también bastante chismosa como Gregoria) fue entonces que mencionó el siguiente chisme que había escuchado.

—Es que oí de un pajarito que anoche vieron a Horacio con una maleta, dicen que estaba huyendo —susurró.

Gregoria abrió los ojos de par en par. Salía de un problema para entrar en otro, y ahora, sin hablarlo con el más chico de sus hijos, tendría que comenzar a pensar en una historia para justificar las acciones de Horacio.

La noticia que la señora Asprilla le había compartido a Gregoria la tomó por sorpresa. Aunque la situación entre Nieves y Luis había sido un alivio temporal, ahora se enfrentaba a un nuevo dilema con Horacio. La señora Asprilla ya había sembrado la semilla del rumor, y la madre de Horacio sabía que tenía que actuar con rapidez antes de que la historia se extendiera aún más.

Decidió hablar con su hijo, pero primero tenía que descubrir la verdad detrás de la maleta que supuestamente llevaba Horacio. Si bien se esforzó por parecer tranquila, en su mente surgieron preguntas y preocupaciones. ¿Por qué estaría huyendo Horacio? ¿Qué lo había llevado a tomar esa decisión?

Gregoria regresó a su casa y se apresuró a buscar a su hijo. Encontró a Horacio en su habitación, aparentemente empacando algunas de sus cosas. La preocupación se reflejaba en su rostro mientras lo observaba. Sin perder tiempo, abordó el tema.

—Horacio, ¿Qué estás haciendo con esa maleta? ¿A dónde planeabas ir?

Él la miró.

—Estoy desempacando… si estas acá supongo que ya te llegó el rumor. Eliécer y Gonzalo me contaron, lamento que te hayas enterado.

A Gregoria se le hizo un nudo en la garganta. Cerró la puerta tras de si y se sentó en la cama de su hijo, él imitó la acción.

—Voy a casarme —afirmó.

—Es bueno escucharlo —dijo ella.

—No volveré a escapar de los problemas —susurró —soy un hombre y actuaré como tal. Pero madre, debes tener algo en cuenta.

—¿Qué es, mi niño? —cuestionó Gregoria con curiosidad.

—Jamás amaré a Nieves.

Horacio, aunque determinado a cumplir con el matrimonio, se sinceraba con su madre. La expresión de su rostro revelaba un conflicto interno. Su declaración, "Jamás amaré a Nieves", pesaba en la conversación.

Sus palabras dejaron claro que, si bien estaba dispuesto a cumplir con su deber social y familiar, no se sentía emocionalmente conectado con Nieves. La perspectiva de un matrimonio sin amor lo atormentaba.

Gregoria entendió las dudas y los sentimientos de su hijo. Sabía que forzar un matrimonio sin amor no sería la receta para la felicidad. A pesar de su deseo de mantener la posición social y económica de la familia, no podía ignorar completamente la infelicidad que esto podría traer a su propio hijo. Le miró comprensivamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.