—Hola, soy April Morrison... -mi voz resonó tímidamente mientras me presentaba ante la clase.
La maestra, con gesto amable, continuó dirigiendo la presentación. La pregunta inevitable emergió entre los estudiantes: "¿De dónde eres, April?". Mi respuesta, apenas un susurro audible, resonó en el aula: "De Estados Unidos".
La conversación prosiguió, y una nueva pregunta se dibujó en el aire, como una brisa que anticipa un cambio de clima. "¿Cuáles son tus intereses, April?". Mi respuesta, dada con reserva, fue simple pero sincera: "Libros". Fue en ese momento que una sombra descendió sobre la luz de mi presentación.
Era ella, la chica de la piel bronceada y una risa que resonaba con arrogancia. Sus ojos, llenos de malicia, se clavaron en mí mientras soltaba una risa burlona. —¿Libros? Vaya, chicos, tenemos a una rarita aquí. ¿Quién se imaginaría que alguien encontraría algo interesante en esos pedazos de papel viejos? -sus palabras resonaron, desencadenando risas entre algunos compañeros que se unieron a su coro de burlas.
Mi rostro, a pesar de mis intentos por mantener la compostura, se tiñó de un leve rubor. La chica bonita, aparente líder de la manada, había decidido señalar la diferencia en mis intereses de una manera que dejaba claro que no encajaba en su definición de normalidad.
La maestra intervino rápidamente, llamando al orden y restableciendo la atmósfera en el aula. Pero la semilla de la diferencia ya se había plantado. Mientras tomaba asiento, sentí las miradas de algunos compañeros de clase compartiendo la duda sembrada por aquella chica. Mi primer día en la escuela de Riverdale había dejado una marca indeleble, y mientras me sumía en el asiento, me pregunté cómo navegaría entre las sombras y luces que, aparentemente, componían la vida estudiantil en aquel lugar.
La silla se volvió un refugio incómodo mientras sentía la densidad de las miradas que se posaban sobre mí. La risa, aun flotando en el aire se convertía en un recordatorio persistente de mi singularidad. No era solo la risa, sino los murmullos ocultos y las miradas sigilosas que me envolvían en una tela de juicio. La chica bonita, con su risa hiriente, había trazado límites que se pegaban como etiquetas difíciles de arrancar.
Traté de enfocarme en las palabras de la maestra, pero el peso de esas miradas se tornaba abrumador. Justo en ese momento, una voz suave me alcanzó. Era Nana, que había venido a entregarme algo que olvidé en casa. Sus ojos cálidos y tranquilizadores se encontraron con los míos, recordándome que, a pesar de las sombras, tenía un anclaje en aquel lugar.
La clase avanzaba, pero el incidente dejó una huella en mi percepción de esta nueva realidad. La chica bonita, líder de cierto grupo popular, se había asegurado de resaltar mi diferencia. Sin embargo, en medio de la oscuridad, la luz de comprensión y apoyo brillaba en Nana, una conexión valiosa en este entorno desconocido.
La jornada escolar avanzó, y con cada clase, intenté integrarme en ese universo de miradas curiosas y murmullos que aún persistían. Nana, aunque se mantenía en un segundo plano, seguía siendo una presencia reconfortante en mi día. Sus palabras alentadoras y su cariño silencioso se volvieron mi anclaje, recordándome que la aceptación de los demás no definiría mi camino en Riverdale.
Al final del día, el timbre sonó, marcando el cierre de una etapa inicial en esta nueva escuela. Mientras recogía mis cosas, sentí la mirada de algunos compañeros, pero también percibí una chispa de curiosidad en sus ojos. La etiqueta de "la chica rarita y extraña" ya estaba pegada, pero algo en sus miradas sugería la posibilidad de que, quizás, esa rareza podría ser intrigante.
Al salir del aula, una compañera de clase se acercó. Llevaba lentes, dos coletas tejidas y su estilo era como el de una nerd orgullosa. —Hola, soy Mary. No hagas caso a las tonterías de Jessica, la chica popular. Ella solo se divierte humillando a los demás. Pero aquí, en el mundo de los libros y las historias, siempre hay lugar para aquellos que aman la magia de las palabras.
La sonrisa amigable de Mary disipó la sombra de la chica bonita. Mientras caminábamos hacia casa, mis pensamientos se refugiaron en la posibilidad de nuevas amistades y en el hecho de que, en este capítulo desconocido de mi vida en Riverdale, las diferencias podrían ser la esencia misma que daría forma a mis historias. La magia de los libros, junto con la conexión sincera de Mary, me brindaban un rayo de esperanza en medio de la incertidumbre del nuevo mundo que estaba explorando.