Los últimos restos de cordura se desvanecían rápidamente...
Por primera vez en su vida. Laura conocía la necesidad de satisfacción. Soy desvergonzada, pensó, y no me importa. Su forma de hacer el amor nunca había sido más erótica ni más tierna.
Una vez ella se resistió a él, y ya no quería ser una más, en una procesión de mujeres. Ahora incluso ese pensamiento ya no parecía importar.
Víctor se apartó de ella con un repentino gemido estremecedor.
—Quiero que te cases conmigo—dijo. —¡Y pronto! —insistió.
Laura sonrió de repente, radiantemente. Pero también hubo confusión.
—Víctor... ¿Por qué?
—¿Acaso no es obvio? —exigió. —Te quiero en mi cama.
Pero para Laura, solo había una razón obvia para casarse, y era el amor. Y Víctor nunca le había dado ninguna indicación de que sus sentimientos fueran correspondidos...
Editado: 27.11.2024