Tercer error…
Aaron Martin.
Llego puntual a las 9 pm, perfectamente vestido con un traje color azul con finas rayas grises, una camisa, sin corbata. Unos zapatos de charol perfectamente lustrados, su sonrisa era encantadora.
—Te vez hermosa.
—Gracias, tú también te vez muy bien.
—¿Vamos?
Aaron manejaba un Mazda rojo, un auto tan lujoso como hermoso. Subimos al automóvil, su aroma invadía todo el interior de este. Desde el comienzo todo fue diferente con Aaron, toda su atención la centraba en mí. En ocasiones era una actitud que me parecía tan falsa qué quería gritar, aunque estaba consciente que esa era su manera de ser.
Simplemente éramos tan distintos qué sentía que yo era quién estaba actuando, y tal vez así era estaba actuando no aceptar el hecho de que no pertenezco.
—Entonces eres hija de una familia común, ¿tienes hermanos o primos?
—No tengo hermanos, primos y tíos los tengo, pero en corea, mi abuelo y mis padres son los únicos que viven aquí.
—¿Algún día piensas visitar o volver a Corea?
—Si tengo planeado volver en algunas vacaciones, extraño a mi abuelo que está enterrado allá y a mis tías.
—Me gustaría conocer Corea, ¿me invitarás cuando vayas?
—Posiblemente.
A diferencia de con Raziel, él me llevó a un restaurante de comida italiana, ni siquiera pedimos lo mismo yo pedí carne carbonara, y él pidió espagueti a la boloñesa. Yo pedí cerveza y él vino blanco, yo pedí un café americano y él pidió capuchino. Dentro de todo lo que encontrar extraño entre nosotros la cena fue agradable, ninguno de los dos tocó temas personales.
A él no pude hablarle de mis padres, no le hablé de mi mejor amiga, ni le hablé de Santa Lucía. Con él prefería que fueran temas superficiales, temas que cualquier persona hubiera pensado eran importantes, pero que en realidad sólo eran un rozón de bala para evadir las preguntas reales.
El lugar contaba con música en vivo, así así que nos quedamos un rato después disfrutando de la música del pianista. Según me contó la ex prometida de Raziel pertenecía al grupo de los trece, pero entre sus comentarios malintencionados me pude dar cuenta que su ex novia también. Así que desde un principio tenía razón, este grupo tenía demasiado historia entre ellos.
Como si fueran adivinos mis padres me llamaron esa noche, sólo que en esta ocasión mi acompañante ni siquiera se enteró. La llamada como siempre me dejó un mal sabor de boca, pero en esta ocasión no podía hacer nada. No podía decirle que me lleve al norte la casa de los Valle, donde tendría una intensa charla con el abuelo Maxi, donde me consolaría la risa del Pequeño Carlos o me entretendría con la plática de Maximiliano. Incluso el distante Raziel, me consolaba en estos momentos.
Tuve que reponerme de ese mal momento poniéndome una máscara con una falsa sonrisa, la comida ya no me supo igual, la compañía me disgustaba, la plática me enfurecía. Pero tuve que obligarme a hacer todo ello, finalmente Aron no tenía la culpa de qué mi vida fuera un asco.
—¿Te parece si después de cenar vamos al cine?
No, quiero ir a casa y enterarme mi cama y no salir de ahí jamás.
—Si, me parece una buena idea.
¿En qué maldito universo paralelo está viviendo en este momento? Mi cabeza gritaba que no, mi boca decía todo lo contrario.
Terminamos de cenar con calma, la música de fondo en lugar de ser estimulante comenzaba a ser asfixiante. Cuando le entregaron la cuenta yo estaba a un comentario de salir corriendo, me obligué a sonreír y esperar. Salimos al estacionamiento, el caballerosamente abre la puerta del copiloto.
—Bea.
—Dime
—Quiero decirte algo casi desde que te conocí, pero no quiero que te sientas ofendida.
—Me pregunto qué será para que pienses que puedo sentirme ofendida.
Se paró frente a mí, tomo mi rostro con su mano y acercó sus labios a los míos. Su beso fue lento, tenía unos hermosos labios. Su técnica no era desagradable, me alentaba continuar besándolo. Me rodeo con sus brazos me presionó contra su cuerpo, no subí mis brazos para rodearlo por el cuello. El beso pudo haber durado minutos, pudo haber durado horas o días. Pero fue magnífico, me hizo dejar de pensar.
Cuando se alejó de mí son reía como un niño con juguete nuevo, sin soltar mi mano. Me di cuenta que tendría que ser yo quien rompiera esa burbuja, contrario a lo que pensé eso no me hizo sentir mal.