Imposible Olvidar

DIECISÉIS

Entonces puso en marcha el automóvil, no fuimos a mi casa o a la suya, ni a la de su abuelo. Fuimos a un restaurante, que no pertenecía a la familia Valle. En esta ocasión pedimos algo ligero, un par de cervezas y café.

 

—¿Qué idea te dieron Cata y Eva?

—¿Cómo sabes que fueron ellas?

—No lo sabía.

—Eres muy astuta, la idea era fingir que no éramos nada… por seis meses, mi error fue hacerles caso de no hablar contigo, después desapareciste y tuve que cancelar nuestro viaje.

—¿Lo organizaste?

—Si, una semana romántica.

—Lo lamento, mi papá entro en crisis y estaba internado. De manera que tuve que volver a Santa Lucia, lo dieron de alta hace un mes.

—¿Cuál es el pronóstico?

—Seis meses o menos… aunque el doctor Soto encontró una terapia experimental, que podría darle dos o tres años más.

—¿Qué piensas de ello?

 

¡Demonios! ¿Por qué me conocía tan bien?

 

—Sería una pérdida de… seria mantenerlo con vida en la misma condición uno o dos años, por egoísmo, no querer sentir el dolor de la perdida. Él no recuerda mucho de nuestra vida, mi madre tiene que ponerle un video todos los días donde se explica a si mismo quienes somos, que ha pasado con su vida, que va a pasar. Pero, creo que dejare que él  decida, eso es lo justo.

—Si, entiendo.

 

Nos quedamos en silencio, supongo que meditando mis últimas palabras.

 

—¿Cuándo aprendiste judo?

—Fui parte del equipo de lucha greco-romana en la escuela, campeón los tres años. Pero, fue difícil someterte, te mueves con rapidez… no quería lastimarte, asi que busque la manera de tener el control sin tener que forzarte mucho.

—¿Qué habrías hecho de haber seguido queriendo escapar?

—Inmovilizarte en el suelo.

—¿Llegarías a tanto?

—Si, siento que lo que hice no se arregla con un simple lo siento, entonces tenía que convencerte de una u otra forma.

—Bien.

––Te llevare a donde había planeado para nuestras vacaciones. El siguiente fin de semana, después de ver a tu padre.

 

El siguiente fin de semana, como lo prometió, llego temprano  a mi departamento, de manera que a las siete de la mañana ya estábamos en camino al aeropuerto para ir a casa de mis padres. Sería un viaje relativamente corto, en un par de horas estaría en el pequeño pueblo que me vio nacer, afortunadamente y por el momento no llegaríamos a casa de mis padres.

 

Cerca de cuatro horas despues llegamos a mi casa en las afueras de Santa Lucia, una casa pequeña con un gran terreno, árboles y jardines verdes, con muchas flores. “La casa de retiro perfecta” me había dicho mi padre antes de que su demencia se hiciera más severa.

 

Recordé que  mi padre siempre me decía, “hija, solo un poco más, déjame cumplir el capricho de tu madre”. Eso lo llevo a explotar mis habilidades y despilfarrar un montón de dinero, a dañar personas de manera directa e indirecta. Pero, era un buen hombre, solo quería hacer feliz a la mujer que amaba, no de la manera correcta.

 

Yo estuve enfadada con él por muchos años, por tomar todo lo que mi esfuerzo producía y no tomar en cuenta el trabajo que me costaba o si  yo tenía planes para ello. Cuando les corte los fondos y me reúse a hacer lo que mi  madre demandaba, mi padre solo me dijo “Haz lo correcto, le dimos lo que pidió y tomo malas decisiones, no es como nosotros, ahora hazlo por ti”.

 

Me di cuenta de todo, entonces lo ame más, aun cuando mi madre no vio con buenos ojos  que le quitara el poder sobre las cuentas bancarias y contratara al amigo de mi padre para demandarme. Pero, ¿Qué más podía hacer? Mi papá la mal acostumbro a lujos,  y ella creía que era mi pago por haberme dado la vida.

 

Preparamos algo de comer, ya casi era la hora de la cita con el Doctor Soto, para que me dijera los pro y los contra de esta nueva droga contra la enfermedad de mi padre.

 

—¿Entonces lo contrataste exclusivamente para atender a tu padre?

—Si, su esposa lo abandono hace años, lo dejo en la ruina. Cuando lo conocí nadie creía en él, ella lo arruino en muchos sentidos, mi padre había presentado síntomas más severos, no era una opción estar trasladándolo a la ciudad. Asi que le propuse al doctor Soto que atendiera a mi padre y con forme todo avanzara yo subsidiaria lo que necesitara para su clínica, ahora es un hospital, obviamente él tambien invirtió en ello.

—De manera que ayuda no solo a tu padre, tambien a todas las comunidades cercanas… ¿Pero, gratis?

—Tiene pacientes que pagamos, y algunos que son benefactores de los que no tienen como pagar, buscamos algunas fundaciones y algunos médicos donan horas extra o trabajo para  atender a esas personas.

—Así deberían ser en todos lados, suena tan utópico.

—Si, es la utopía de Santa Lucia —me burle.

 

Salimos de la casa, afortunadamente el antiguo carro de mi padre estaba en mi estacionamiento. Mamá lo odiaba y quiso deshacerse de él por años, pero a mí me encantaba, así que lo rescate.

 

—¿Cómo si estas tan lejos todo aquí parece estar en uso?

—Hay alguien que se encarga de esto, sabía que vendría y lo preparo todo.

—Pensé que…

—¿Estaba más sola?

—Algo así.

 

Subimos al automóvil, en esta ocasión yo manejaba. Le fui dando el recorrido por el pueblo, hasta el hospital, le prometí que despues de ver al doctor le daría un mejor recorrido. Pero por el momento tenía algo más importante en puerta, el hospital ahora era similar al de las grandes ciudades, con laboratorio y maquinaria que se había ido comprando con el tiempo.

 

Nos encontrábamos en la oficina del doctor Soto, su edad rondaría en los cincuenta o sesenta años. Su cabello ya casi estaba totalmente blanco, pero seguía siendo un hombre muy amable, nos saludó con una sonrisa al entrar a la habitación.



#23851 en Novela romántica

En el texto hay: traicion, romance, drama

Editado: 25.08.2021

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