Impostora

9. No soy un completo idiota

Noa despertó, pero no abrió los ojos, intentó mantener su cuerpo relajado para no levantar sospechas. Dejó que su mente asimilara lo que había ocurrido poco a poco, mientras su oído se mantenía atento a cualquier sonido en busca de saber que tan bueno era para ella abrir los ojos. No sabía si habían vuelto a juzgarla o porque tan repentinamente creyeron en sus palabras, pero la verdad era que la tensión que había sentido la dejó agotada hasta el punto de venirse abajo en cuanto sintió algo de seguridad.

No escuchó nada, el silencio reinaba en la estancia y se preguntó si había alguien en la casa o siquiera cerca.

—Sé que estás despierta. —La voz de Seth sonó un tanto irritada.

Noa casi jadeo al escuchar su tono ronco en medio de tanto silencio.

—¿Puedes escuchar mis pensamientos? —chilló Noa algo confusa.

Ella abrió los ojos y giró su rostro en busca de la voz de Seth. Él se encontraba sentado en el marco de la ventana y apoyaba uno de sus brazos en su rodilla. Su expresión era indescifrable, sería, tanto que no sabía si estaba molesto, impaciente o aburrido.

—Tonta, solo leo tu expresión corporal y tu respiración cambió.

—Ah...

Ella lo estudió sin decir nada más. «Silencio incomodo». Se percató que había cambiado su atuendo, vestía totalmente de negro con unos vaqueros y camisa sin mangas, a juzgar por su cabello mojado había tenido una ducha recientemente. Ella apartó la mirada pues no quería mirarlo a los ojos o se sentiría intimidada así que se incorporó en la cama.

—¿Quieres algo de comer?

Noa enarco una ceja y se pasó las manos por el cabello desordenado, como pudo lo enrollo y ató con un mechón.

—¿Planeas envenenarme? —No pudo evitar preguntarlo haciendo que Seth le lanzará una mirada asesina.

—De querer hacerlo usaría otro método más fácil —escupió poniéndose está vez de pie. Ella hizo lo mismo luego de calzarse los zapatos.

—Tu honestidad me conmueve mucho —replicó.

—Por esa razón es que no soy amable con los humanos —susurró disgustado—. Es tarde así que pensé que podías tener hambre. Pedí pizza.

—Gracias... Pero estoy bien. Un poco de agua estaría bien.

Ella buscó su mochila y la encontró sobre el sillón de Seth. No pudo evitarlo más y lo miró. Él la observaba en silencio y con las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros. En esa posición y con sus brazos al descubierto sus músculos se atenuaban más. Ella trago saliva y sus miradas se encontraron, el corazón le comenzó a latir con tanta fuerza que apenas podía respirar, sintió como si su pecho se contrajera y fuera imposible hacer llegar aire a sus pulmones. Con la garganta reseca y la baba casi saliendo de su boca se vio obligada a alejar la mirada.

Seth empezó a caminar hacia ella y Noa casi sintió que el corazón se le salía del pecho. Se quedó quieta sin saber que hacer, pero en ese preciso momento y cuando casi invadía su espacio personal, Seth desapareció dejándola atónita.

—¿Pero que mierda?  —chilló con una mezcla entre sorpresa y rabia—.  Maldito sea.

Acabando de decirlo él apareció nuevamente pero esta vez con un plato y dos rebanadas de pizza en el y dos botellas, una de agua y otra de refresco.

—No soy un completo idiota, puedo escuchar el ruido de tu estómago desde la cocina. Come tranquila que si hubiera querido matarte, lo habría hecho en el salón de clases.

Noa lo miró con la boca abierta y se pasó una mano por el vientre, maldiciendo en su mente.

—Bien —respondió ella tomando lo que le tendía.

—Bien —replicó él mirandola desafiante. Noa se sentó nuevamente en la cama y lo observó de soslayo.

Ella empezó a comer en silencio mirando exclusivamente su plato, aunque sabía perfectamente que Seth estudiaba cada uno de sus movimientos. Podía sentirlo, era como un cosquilleo. Algo real y extraño. Cuando ya estaba por terminar su telefono sonó. Ella se sobresalto y no precisamente por el tono, sino porque se había olvidado de lo que estaba ocurrieron a su alrededor y eso prácticamente la hizo aterrizar a la realidad.

—¡Cielos! —gritó ella.

—Vaya que eres ruidosa al igual que esa cosa. Estuvo así un rato, pero no atendí porque era el niño bonito.

—¿Y eso que? Debiste haberlo tomado o me hubieras despertado.

Noa dejó todo a un lado y corrió hasta el sillón, junto a su mochila estaba su movil. Era Nathan.

—¡Erika! ¿Estas bien? Llevo horas intentando contactarte. Voy camino a tu casa —la preocupación tiñó la voz de Nathan apenas contestó la llamada. Noa se mordió el labio y miró a Seth.

—Estoy bien, lo siento. Llegué bien a casa, pero estaba exhausta y me quedé dormida... No es necesario que vengas —se apresuró a decir ella.

—Tu voz suena diferente...

En ese instante se percató de algo... Cuando ató su cabello no lo vio teñido, sino negro. ¿Significaba acaso que volvía a verse como ella misma y no como Erika?

—Es que estaba durmiendo y creo que seguiré durmiendo. Mejor vuelve a casa —balbuceo nerviosa.

—No tengo ningún problema, le prometí a tu mama que estaría pendiente de ti. Tengo el resto de la tarde libre.

—Mierda... Quiero decir. En verdad no es necesario.

—No voy a discutir contigo. Nos vemos en unos minutos. Adios. —Nathan colgó y Noa casi gritó de frustración.

—¡Eso me pasa por mentir!

—Por eso mismo no conteste. Erika y yo somos como Tom y Jerry, de haber escuchado mi voz lo más probable es que hubiera pensado que la habría secuestrado y que estaba pidiendo un rescate. Además su padre es oficial de policía y en menos de dos minutos hubieran montado toda una operación de rescate frente a mi casa. Ahora lo menos que necesitamos es llamar la atención —se mofo Seth.

—¿Tom y Jerry? Quizás Bug's Bunny y el pobre Pato Lucas —siseo ella, pero Seth la ignoró—. ¿Su padre es oficial de policía?




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