Impostora

11. Gruñon

Noa tragó saliva para liberarse de la gran tensión que parecía obstruir su garganta. Tan rápido como sucedió sintió que la temperatura de la habitación disminuía más y tenia la idea de que el frío que había congelado su piel no se debía precisamente al clima. Su mente se quedó en blanco, sin embargo no pudo apartar la mirada del perro. Y así pasaron varios segundos hasta que sus neuronas conectaron. Había imaginado que su día sería complicado desde que despertó, pero no se imagino su magnitud. Quizás no debería estar tan sorprendida debido a lo que había leído en el libro, pero sin duda leerlo e imaginarlo en su mente era muy distinto a vivirlo y verlo con sus ojos. El Rottweiler parecía ajeno totalmente a la situación tan compleja en la que se encontraba ella, ya que dormía plácidamente.

Si, sin duda Seth se había transformado en un perro debido a su habilidad de cambia formas, pero si le hubiera advertido que lo haría quizás ella no estaría tan sobresaltada. Aunque... Después pensó que había sido mejor que no lo hubiera visto o si no se habría desmayado. Demasiadas cosas en solo unas horas.

El solo pensamiento de saber que el imbécil de Seth estaba en su habitación le hizo soltar una risita histérica.

—¿Estas bien? Luces tan pálida como si hubieras visto un fantasma —musito Nathan con un deje de preocupación.

«Eso habría sido más fácil de asimilar», pensó Noa dirigiendo su mirada hacia él. Ella asintió lentamente mientras su mente trabajaba para inventar algo. Desde que había llegado a aquel lugar no sólo se había convertido en una impostora, sino también en una mentirosa excelente.

Él se acercó a ella y colocó el dorso de su mano en su frente.

—No tienes temperatura, eso debe ser bueno.  —Nathan le regalo una hermosa sonrisa antes de sentarse junto a ella.

—Si, solo estoy algo exhausta.

Él asintió y levantó un brazo para acariciar el cabello de Noa.

—Si no fueras mi amiga, diría que eres otra persona. La Erika que conocía jamás habría traído un perro a casa... Quizás un gato, pero no un perro. —Ante aquella declaración Noa se estremeció.

—Tal vez el golpe me afecto más de lo que imaginas. Lo adopte, me sentí...demasiado mal al verlo solo y desamparado.

—Me parecía que eras alérgica, pero al ver lo cerca que estás y no tienes ninguna reacción, supongo que solo fue algo pasajero —susurró.

—¿A que te refieres? —indagó ella un tanto intrigada. Nathan soltó una carcajada.

—No debes recordarlo, pero hace algunos años para tu cumpleaños te regalé un cachorro, sin embargo no dejaste de estornudar y luego tu piel enrojeció, estuviste una semana en casa y al final tuve que devolver al cachorro.

—¡Oh! —«Mierda» Noa intentó sonreír para disimular lo afligida que se sentía—. Entonces debes tener razón, fue pasajero.

—¿No crees que es un poco salvaje para lo dulce que eres?

Noa se sonrojo y sacudió la cabeza. Pensando en que de haber tenido la oportunidad de escoger el animal en que se iba a transformar Seth hubiera echado a volar su imaginación. Una cucaracha habría estado bien. No eso era demasiado infantil.

—No te preocupes que entre más grande, más tonto —dijo entredientes mirando de soslayo al Rottweiler que aparentaba dormir tranquilo.

Nathan soltó una carcajada y se coloco de pie para tomar la computadora de su escritorio.

—¿Como se llama? —le preguntó cuando se aventuró de regreso a la cama.

—De hecho pienso que hay muchos nombres que van con su personalidad, pero tontin o gruñon le pegan —mientras pensaba en lo que decía, sentía que un poco de la tensión que tenía la abandonaba.

—De veras que estas loca.

—Con el pasar de los días lo pensaras más, así que ve acostumbrandote... —le advirtió encogiendose de hombros.

—Creo que si pudiera hablar, el pobre animal tendría muchas cosas que decir sobre el nombre que escogiste. —Noa al ver que Nathan estaba por entrar en Netflix se colocó de pie.

—No creo que pueda hacer mucho a su favor. Iré a cambiarme en lo que terminas de buscar —le indicó ella, entonces vio la bolsa que había traido Nathan tirada en el suelo y se inclino para tomarla.

—Casi había olvidado que lo traje —río Nathan antes de volver la vista a la pantalla.

—Viniste preparado. —No sólo había traído palomitas, también había refrescos, golosinas y una gran variedad de chocolates.

—Pensé que te gustarian.

Noa le ofreció la sonrisa mas sincera y amorosa que había dado en algunos días. Nathan no merecia ser engañado, pero aunque no fuera Erika estaba dispuesta a disfrutar de su compañía, porque la chica nunca había sabido lo afortunada que era por tener un amigo como él.

★★★

—Pensándolo bien, si deberías ponerle gruñón a tu perro. Es eso o es que no le caigo bien. No deja de mirarme como si quisiera rasgar alguna parte de mi —se quejó Nathan cuando terminaron de ver el tercer capitulo de su serie.

Noa río divertida.

—Sólo es un perro —susurró para quitarle algo de importancia al asunto.

—Eso le dijo mi abuela a mi hermano antes de que su perro le mordiera el trasero —replicó él.

—Tu trasero esta a salvo conmigo —le dijo Noa con el humor brillando en sus ojos.

Nathan la fulmino con la mirada antes de ver su reloj.

—Aunque me gustaría quedarme un poco más, debo marcharme. Tengo entrenamiento en media hora. —Él se sentó en la cama y Noa lo imitó, luego cerró la computadora.

—No te preocupes, Nana llegará dentro de poco, le pidieron que hiciera unos turnos extra. Te acompaño. —Ella buscó sus pantuflas y se levantó de la cama.

—No me gusta la idea de que te quedes sola, pero no te puedo pedir que vengas conmigo porque hace mucho frío fuera —susurró haciendo un mohín. Nathan se coloco la chaqueta que había traído y se pasó la mano por el cabello.

—No debes preocuparte, gruñón está conmigo. —Noa le siguió hasta el pasillo.




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