Noa alucinó no solo cuando la hermosa vista salida de cuento de hadas frente a ella dejó de verse doble por el mareo que le había producido el viaje, sino también cuando de repente el frio caló la piel de sus manos, no es que los brazos de Seth rodeándole la cintura no fueran cálidos, pero tenia una cierta idea de que, gracias al largo viaje, por eso se sentía tan inestable y le era imposible sostenerse por si sola. Así que, gracias a eso, sin avergonzarse a pedírselo, él no la había soltado. Aunque no podía disfrutar de su cuerpo pegado al de ella, al menos podía sentir la calidez que emanaba de él. Ella tragó saliva y giró la cabeza un poco para mirarlo en su altura. Joan estaba junto a ellos con las manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta azul, a diferencia de Seth, él si llevaba un gorro y guantes, que hacían juego con su suéter gris, el pantalón y las botas eran negros y un tanto ajustados a su parecer, pero se veía muy bien, demasiado.
—¿Qué es este lugar? —indagó maravillada. Seth la estudió por una fracción de segundos antes de volver la vista al lago que se extendía frente a ellos.
—El Lago Di Sorapis —respondió con una sonrisa.
Noa volvió la vista al lago y se maravilló por el color turquesa que teñía su agua ya congelada, desde allí donde se encontraban podía ver claramente los amplios valles cubiertos de bosque con nieve sobre ellos, macizos montañosos que parecían ir en escala y que se veían grises, pero con la nieve cubriendo gran parte de ellos, poco era lo que se dejaba ver. Aun así, la vista era sorprendente.
—El agua tiene poderes mágicos y en algunas ocasiones lo utilizamos para pócimas curativas...especialmente en humanos, que van tras una leyenda que se ha pasado de voz a voz —explicó Joan.
Noa frunció el ceño y lo miró.
—¿Cómo lo hacen? El agua está congelada y Seth me dijo que aquí siempre nieva.
Joan asintió.
—Aquí siempre nieva, pero ya te dije que la montaña y el lago tienen poderes mágicos...por eso mismo el padre y el abuelo de Seth escogieron este lugar para vivir. Cuando alguien realmente necesite el agua, esa persona verá el agua en deshielo y podrá tomarla, en el caso contrario no podrá... Este lugar tiene vida propia y más tarde lo comprenderás —agregó Joan. Ella asintió.
—¿Y dónde está la aldea? —inquirió curiosa, ya que no veía nada que le diera una idea del lugar.
—Está oculta bajo un campo de fuerza, pero se encuentra en la montaña... el camino es fácil, pero con ciertos tramos peligrosos, es prácticamente todo llano. Parte de la aldea se extiende hasta el interior de la montaña —reveló Seth—. ¿Te sientes mejor? —Él se había inclinado un poco sobre su oído y su espalda se había rozado contra su pecho. La respiración de él le hizo cosquillas.
—S-sí, ya puedes soltarme —balbuceó.
Sin embargo, Seth no lo hizo y ella colocó las manos sobre las suyas para que la dejara ir.
—No lo decía por eso, tenemos que llegar allá arriba y no lo haremos caminando —susurró—. Nosotros estamos acostumbrados a movernos de esta manera, pero entendemos que tu no, con el tiempo te acostumbraras y dejaras de sentirte mareada —aclaró sin soltarla y Noa se sintió aliviada con su explicación, aun así, no quitó las manos de las de Seth, porque tocar su piel se sentía tan bien para ella, que hacerlo no estaba en sus planes.
Su piel contra la suya no solo les daba calor a sus manos heladas, sino que la reconfortaba. Por ello cuando Seth entrelazó sus manos con las suyas en un rápido movimiento, un pequeño jadeo de sorpresa escapó de sus labios. Ningunos de los tres dijo nada y ella lo agradeció.
—Cierra los ojos.
Ella lo hizo sin rechistar.
Cuando finalmente llegaron a la montaña y estuvieron donde tanto Joan como Seth sabían estaba el campo de fuerza, le avisaron a Noa para que abriera los ojos. Seth se mantuvo en la misma posición de instantes atrás, con sus manos entrelazadas entorno a su cintura y con sus cuerpos tan cerca, que con solo afianzar su agarre podría sentirla por completo. Él aspiró el aroma de su cabello y no pudo evitar cerrar los ojos cuando su delicioso aroma penetró en su nariz. Aun con aquel gorro, podía sentir su olor como si aspirara directamente en su cabello. Seth abrió los ojos y clavó la mirada en ella, aunque no podía ver sus ojos, tenerla cerca se sentía bien. Se alivio al ver que ella no había soltado sus manos porque la calidez que emanaba de su piel era tan reconfortante para él que actuaba como un calmante para su ultimado mal humor.
Al principio se había sentido enojado con ella porque con su llegada no solo había desaparecido Erika Sanders, sino que había perdido a un amigo, a Mike...comprenderlo y asimilarlo le tomó horas, en especial entender que le había hecho un bien a su gente al ponerlos en sobre aviso de lo que pensaba hacer Mike, sin embargo no pudieron hacer mucho porque la misma noche que lo buscaron para interrogarlo, no solo había huido, sino que casi había matado a su padre...hallarlo a tiempo supuso salvar su vida, pero ella aunque no era culpable de eso, si era culpable de despertar un sentimiento de sobreprotección en él...ganas de querer verle aunque al tiempo no soportara su presencia, ella era todo lo que no quería, pero que aun así deseaba con desesperación.
No hacía falta que Joan se lo recriminara, porque él mismo sabía que se había comportado como un maldito imbécil, pero era necesario hacerlo para evitar sucumbir a la atracción que ejercía ella sobre él... Joan lo miró de reojo y esbozó una sonrisa divertida que le molestó un poco, ya de por si se sentía molesto consigo mismo por sentirse tan atraído por ella como para que él se burlara. Su amigo levantó una mano en el aire y automáticamente una franja tan delgada que casi parecía transparente se dejó ver frente a ellos. A regañadientes soltó sus manos y permitió que ella diera un paso adelante, la forma extraña en que Joan la miró le hizo fruncir el ceño, por lo que se hizo a un lado y le estudió el rostro, ella estaba tan sonrojada que rehuyó de su mirada y se subió la bufanda para ocultar gran parte de su rostro, una suave sonrisa se deslizó en sus labios con diversión al ver su reacción. Sin embargo, su buen humor no duró mucho, él frunció el ceño cuando sin previo aviso, Joan le tomó la mano a Noa, un gruñido escapó de sus labios sin poder evitarlo y por la reacción de sorpresa y confusión de su rostro, comprendió que el color de sus ojos había cambiado esta vez, cuando se enojaba sus ojos podían llegar a verse en una mezcla de rojo y amarillo, como si del fuego ardiente mismo se tratara. Joan lo estudió con diversión.