Las tejas debajo de sus pies se estremecían cuando corría por encima de ellas. Los alrededores tenían un toque medieval, con adoquines en los caminos, casas de tejas rojas y mampostería antigua. La chica en cuestión parecía una guerrera; con el pelo rojizo con un gran bucle en la punta de la coleta, una camiseta de tiras delgadas y una zaya de cuero con botas del mismo material. Algunas tejas cayeron por el ímpetu, e incluso por poco un chico castaño salió lastimado de no ser por su rápida reacción. Nadie parecía sorprenderse del acontecimiento. Cuando estaban en un set de grabación de una película era habitual que eso pasara, pero lo que no se sabía era que la pelirroja no era la protagonista, ni siquiera una mera actriz.
En la otra hilera de casas, a la derecha, había un segundo sujeto. Uno de aspecto chocante. Llevaba una máscara plateada y una capucha talar, parecía estar persiguiéndola porque le seguía el paso. Hasta que pasó algo inusual. Y no era producto de los efectos especiales.
Ella se centró en una chimenea, por sus gestos parecía querer dominarla.
Movió uno de sus brazos. Otra acción extraña, pero no improductiva. Lo más sorprendente pasó; de su mano se emanó un haz de luz casi translúcido parecido a una onda de sonido. La chimenea lo absorbió cubriéndose de esa masa amorfa. La chica se lanzó dentro, pero en el salto algo se transformaba. Al parecer empezó a separarse de su cuerpo, habiendo dos réplicas de ella; la segunda era más translúcida que la corpórea, y fue la que se adentró en la chimenea. Su cuerpo en cambio, cayó de espaldas en el techo. Una ráfaga de aire lo desintegró.
El fuego crepitaba sobre la leña, y por ella seguir etérea no sufrió quemaduras al pasar a través y cayó en la alfombra. Los colores de su físico empezaron a verse más nítidos.
Su cuerpo se creaba de la nada acogiendo de nuevo a su espíritu.
Estaba en frente de un hombre de cabello gris con algunos tonos más oscuros. Vestía con el mismo estilo. Ella se levantó y esbozó una sonrisa.
-Ya veo que me estabas esperando, papá. Estuve practicando.
-Muy bien, Selene -respondió pronunciando correctamente su nombre de origen inglés: Selin. Tenía expresión suave, a pesar de tener una posición rígida por el ejercicio-. Es bueno oír que estás cumpliendo.
-Por supuesto. Soy la estudiante de más mala suerte de la Academia. Así que no me queda otro remedio. -Se encogió de hombros y acentuó la sonrisa.
El padre asintió y se fue de su lado. Ese era una señal silenciosa para seguirlo y tener una charla cordial. Salieron de la habitación de estar individual. Él iba a sentarse como de costumbre para leer un libro cuando se topó con ella, y por supuesto, quería saber que había hecho con exactitud.
Afuera de la habitación, los alrededores de ese nuevo paraje tenían el mismo corte de antaño. También había adoquines en el suelo, además de puertas de madera ocres-verdosas, algunos cuadros antiguos de paisajes y personas caminando con los mismos ropajes.
-Tenemos que cambiar de ubicación. Detectamos algo importante en otra ciudad -le informó a ella con las manos hechas un puño detrás de su espalda. Casi siempre tenía aire militar, casi siempre los demás le sonreían y lo saludaban solemnes. Porque casi nunca existía un líder tal indiscutible al cual seguir. Él era el Presidente de una Compañía un tanto insólita, no eran una empresa, eran una comunidad de personas especiales. Se decían llamar incógnitos.
-En años no pasaba eso -dijo sorprendida. Tenía diecisiete años, y en ese intervalo todo había transcurrido con cotidianidad en su secreta vida-. ¿Qué pasó?
-Solo recibimos una señal. Nada importante. Solo te digo porque también queremos cambiar de escenario.
Ella sabía a lo que se refería.
-Qué bien. No es que me disguste esta ropa. Pero un cambio de aires no viene mal. ¿Cuál es el tema de decoración?
A su padre no le importaba mucho la imagen visual. Pero él no estaba solo, consigo había cientos de personas jóvenes que ante el confinamiento en un lugar cerrado debían al menos sentirse a gusto; variar, experimentar. Eso era indispensable para mantener la calma, para evitar la depresión.
-Un toque más moderno -dijo sin agregarle mucho peso. Pero algo sí le era de interés-. ¿Qué fue lo que te empujó a utilizar tu peculiaridad? Bien podías haber hecho el entrenamiento físico sin usar tu don.
-En realidad era un entrenamiento práctico. Y no parecía de agresión ya que no recibí ningún ataque. Supuse que me estaban probando en la técnica de escape.
Él frunció el ceño.
-¿Escape? Eso no es lo que necesitas afianzar en estos momentos. Sino tu fortaleza física y mental.
-Fue inevitable. Me emboscaron. Y tengo que reconocer que la vestimenta del sujeto era original -apuntó con un deje de risa-. Una capucha. Qué misterioso.
-¿Por eso te teletransportaste?
-Sip. Sinceramente para mí fue una prueba sorpresa. Yo estaba indagando los alrededores, como suelo hacer. Padre, no me mires así. Sabes que siempre llevo activada mi pulsera.
-Y tú sabes que no me gusta que estés mucho tiempo en el exterior. Pero bueno... continúa -aclaró ceñudo.
-Entonces apareció un sujeto con una capucha y lo menos que pensé hacer fue ir a saludarlo. Así que corrí y él me persiguió. Pero todo salió bien al final, como ves.
-Sí, ya veo -dijo serio-. Al menos llevabas la pulsera. Nadie te vio, sino hubiera sido engorroso tratar con los testigos.
-No soy tan descuidada, papá, por favor. Tengo en cuenta todo lo que la Academia me ha enseñado. Además creo que fue una buena decisión transportarme sin cuerpo o el rastro de calor hubiera sido aprovechado para reconocer mi ubicación próxima, en caso de una situación real. ¿No crees? Y eso lo hice sin pulsera. -Sonrió. Solo quería que se sintiera orgulloso, pues la trayectoria pasada de la chica había sido algo problemática. Pero no era su culpa.