Inconclusos

2 | ¡Arriba las manos!

Jamie

 

—Bueno, suficiente —habló él, volviéndose hacia mí. Supongo que al ver mi cara, se redimió—. Ven, sígueme.

Obedecí sin preámbulo, aún mirando el lugar de reojo con cierto remordimiento unas cuantas veces más mientras caminaba tras él. Este sitio está más solitario que cualquiera en la ciudad, es un gran terreno rodeado por una malla ciclónica que apenas recibe la presencia de algún ciudadano. Los autos dejaron de pasar por aquí desde hace mucho, y las estructuras que yacen a su costado, también lucen abandonadas. Creo que no era el paraíso para vivir, que digamos.

—¡Oh por Dios, ¿Jamie, eres tú?! —una aguda voz femenina me hizo volver de mi trance mental. Giré el rostro hacia ella y, sin siquiera darme tiempo para reaccionar, en ese instante me apretujó entre sus brazos, ahogando un grito. Ahora unos oscuros rizos rozaban gran parte de mi cara y me hacían cosquillas; fue incómodo.

Y lo peor es que ni siquiera pude corresponder a aquella repentina muestra de afecto pues también apretujó mis brazos, dejándome inmóvil como tronco a su voluntad.

—Em... ¿Y tú quién eres? —gesticulé con trabajos, juro que esos bonitos chinos estaban a punto de entrar por mi boca. Miré a Asher con extrañeza, él me devolvía el gesto con los brazos cruzados y una media sonrisa, señalando con el cuello a aquella chica.

Luego de decir eso, la morena al fin se separó al fin de mí y retrocedió unos cuantos pasos. Incliné la cabeza y entrecerré mis ojos para contemplarla; esa sonrisa, esos reflejos en los ojos... Siento que ya le he visto. ¿Pero de dónde?

—¿No te acuerdas? —seguía observándome con una amplia sonrisa. ¿Acordarme de qué? Mi cerebro es tan hueco a veces, y no era Blue, pero necesitaba una pista. La chica observó brevemente a Asher antes de volver a hablar— ¡Soy Ciara! ¿Ahora sí?

Por segunda vez en el día, estaba impactada. Cubrí mi boca con ambas manos mientras jadeaba por la impresión, ¡era Ciara! Recuerdos donde habitamos ambas no tardaron en llegar, porque estaba aquí mi compañera de hazañas, estaba aquí la pequeña con la que jugaba a las palmas, estaba aquí con quien me divertía a montones antes de que recogieran a cualquiera de las dos. Y todo dentro de éste lugar, quién lo diría.

—No lo puedo creer —solté, con la voz algo distorsionada por la cavidad que formaba con mis palmas—. ¿Pero c-cómo?

—Asher. —Y eso lo explica todo—. Me encontró en las redes sociales, hablamos y quedamos en vernos aquí, dijo que vendría contigo.

—¡Así que ese era tu plan! —exclamé en su dirección, algo indignada pero igualmente contenta y asombrada por lo que consiguió.

—Ah, bueno. También quería pasar tiempo contigo, eso sí —discrepó, finalmente también dirigiendo su atención a Ciara—. ¡Ven acá, Ciara!

Y entonces ellos también tuvieron su abrazo emotivo, todos reímos levemente. Tengo por seguro que los reencuentros con amigos de la niñez tienden a ser súper raros e incómodos, pero éste no fue el caso; ver a Ciara fue algo que inconscientemente llevaba deseando todo este tiempo. Y sí, todos habíamos cambiado demasiado físicamente, pero quizá por dentro seguíamos siendo esos tres niños que eran el dolor de cabeza de sus padres. De mi nana, en mi caso. Los condenados de mis padres están súper ocupados en Grecia, pero no gastaré de mi tiempo hablando de ellos.

—¡Sorpresa! —comentó Asher en mi dirección extendiendo ambos brazos para señalar a nuestra invitada de honor—, déjame decirte, Ciara, que por poco no la convenzo, es muy quejumbrosa.

—¡Oye! —reclamé—. De haberme dicho que estaría aquí, habríamos llegado desde hace media hora.

—Habrías llegado antes que yo —se atrevió a decir ella y ambas reímos. Hubo un silencio cómodo entre los tres hasta que volvió a hablar—. Así que Jerry's, ¿eh? —contempló de lejos la estructura, igual que nosotros hace un momento.

—Sí, es un buen lugar para nuestro reencuentro, ¿no creen?

—Sí, Asher. Bastante original —le seguí, negando con una sonrisa. Por obras del destino, comenzamos a andar por un costado de la malla que rodeaba el restaurante.

—¿Y cómo han estado? —se animó a preguntar mi amiga de estorbosos, pero bellos rizos.

—Todo bien por aquí, Ciara —contestó Asher—. Jamie y yo vamos a la misma preparatoria, seguimos viviendo en el mismo lugar, a unas calles de aquí.

—¡Genial! Ahora que lo pienso, nunca fui a su casa, tienen que invitarme alguna vez, ¿quieren? —cuestionó, ambos asentimos, frenéticos.

—¿Qué hay de ti? —pregunté yo.

—Ah, pues vivo a una media hora de aquí, mis padres finalmente se divorciaron y... —pausó sus palabras, pensando. Yo me quedé analizando lo de sus padres, debió haber sido duro, pero en el fondo todos sabíamos que debía, e iba, a pasar—...y estudio para obtener una beca en el Instituto de Bellas Artes de Misuri.

—¡Eso es genial! —respondí—. ¡Te felicito!

—Gracias, de verdad. ¡Estás preciosa, Jamie! —exclamó dando un brinquito sobre la acera y sonriendo aún más.

—Gracias —mi rostro se enrojeció, pero se me pasó rápido—. ¡Tú también, oye!

Y lo decía en serio, si de por sí cuando era niña conseguía llamar la atención al instante con sus cualidades, ahora, con ese toque de maquillaje, esa sonrisa tan bonita y esa figura —le crecieron muchas cosas a mi amiga—, ¡seguro que ahora ha de llamar la atención, pero de los hombres!

—Gracias —contestó entre risas. Las dos nos miramos mutuamente mientras una extraña corriente de aire hizo mi pelo revolotear.

—Oh seeeh, ¡miren esto! —Asher, completamente excluido de nuestra conversación, señaló lo que llevamos recorriendo desde hace ya unos segundos, con una sonrisa pícara.

—¿Qué? —inquerí. Eso de ahí se llama reja, Asher.

Con un empujón de su mano, la floja cerca metálica se inclinó, dejando a nuestra disposición el perfecto espacio para una entrada al ya vacío y descuidado estacionamiento de Jerry's. Alcé mis cejas algo alarmada, ya sabía lo que se traía entre manos y créanme, no es precisamente bueno.




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