Asher
Y ahí estábamos. Recién salidos de una patrulla porque nos atraparon con las manos en la panza. O lo que sea.
Sonó una pequeña campana cuando entramos a la estación de policía, el lugar estaba decorado con colores neutros, las losetas eran de madera y por dentro sólo había una chica uniformada detrás de un gran escritorio, lucía como si odiara vivir, y dos únicos chicos sentados en lo que parecía ser una sala de espera.
—Siéntense, en un momento serán interrogados —declaró el escuálido señor que hace tan sólo unos minutos nos apuntaba con su arma, quedándose de pie.
—Oficial, no quiero ir a la cárcel —escuché decir a Ciara, notablemente asustada.
—No irán a la cárcel —tranquilizó, penetrando nuestro ser con su mirada. Los tres suspiramos con alivio—. Pero forzar una entrada sigue siendo un delito, así que debo tomar cartas en el asunto.
—¡No forzamos ninguna entrada, la cerca ya estaba floja! —discutí, molesto. Nos tratan como criminales y ni siquiera saben por qué, increíble.
Claro que todos mis pensamientos asesinos fueron brutalmente cortados por un codazo de parte de Jamie en el estómago.
—¡¿Podrías comportarte por una maldita vez?! —exclamó, aniquilándome con la mirada—. ¡Todo esto es tu culpa!
Y me le quedé viendo sin decir nada, algo retorcido por su golpe. Era cierto, pero ni crea que pensaba admitirlo. De hecho, me sorprende que haya tardado tanto en gritar y golpearme; para ser ella, es un récord.
Aunque también está que, obviamente, no me pudo pegar en una patrulla, los tres temíamos por nuestra libertad, ya saben, esa que no se consigue en la cárcel.
—¡Ah, tú sabes que eso no fue por lo que fuimos a Jerry's! —noté que unas cuantas miradas de quienes estaban en el lugar, incluidas la del policía, se clavaron en nosotros.
¿Qué? ¡Ustedes a lo suyo!
—No, fuimos por Ciara y porque tú no superas tu infancia —refutó con voz fría. Quise diferir, porque por cómo miraba Jerry's hace un momento, creo que ella menos. Sin embargo, Ciara se me anticipó.
—Eh... Chicos, estamos en una estación de policía, ¿recuerdan? —intervino, acentuando sus palabras. Los dos bufamos, y como niños pequeños, nos dimos la espalda con los brazos cruzados.
—¡Sentados! —demandó el policía, empiezo a creer que piensa que somos perros domésticos.
A regañadientes dejé mi peso caer en esas sillas incómodas de metal, en donde, al girar el cuello, me topé con las miradas de los chicos que ya ocupaban dos de los lugares, una de cabello y ropa oscura que bien podría ser la doble de riesgo de La niña del aro, y un pelirrojo rizado que por el contrario lucía más casual y sólo nos examinaba con curiosidad.
Di un asentimiento de cabeza sin mover ni un músculo del rostro, queriendo averiguar qué tanto me veían, sin hablar. Finalmente resoplaron y desviaron la mirada, volviendo a lo suyo —que al parecer es quedarse viendo la nada, como nosotros—.
—¿Ustedes son Daniel Wood y Penelope Gardner? —un policía, ésta vez de piel oscura y más fornido, se acercó a ambos, por lo que levantaron la mirada hacia él. El pelirrojo asintió en respuesta, la chica sólo atravesaba con la mirada a la autoridad—, van a testificar sobre el caso de Reginald Jones, ¿me equivoco?
Abrí los ojos a más no poder al escuchar eso. Mi postura llena de flojera cambió drásticamente y me senté de forma correcta en la silla. Hay dos opciones, o necesito un otorrino porque ya no oigo bien, ¡o esos dos chicos van a testificar sobre el caso de Regi!
—Perdone, ¿Dijo Reginald Jones? —me atreví a preguntar cuando el policía pasó por mi costado para conducir a esos dos adolescentes.
Me observó de forma seria mientras Jamie, quien parecía no haber escuchado nada hasta el momento, giró su cuello como exorcista al oír lo que dije.
—Esa es información clasificada, niño —contestó y sin más, comenzó a andar dándome la espalda. Éste se cree Nick Fury, no inventen.
Los chicos con los que se fue, me observaron atentamente tras mi pregunta. Retiro lo dicho, ahora sí que me interesan. ¿Quiénes son? ¿Por qué van a testificar sobre Regi?
—Eso fue un sí, ¿no? —alcé un poco la voz en dirección al policía para que aún me oiga y con un poco de suerte, me responda.
Pero soy yo, y la suerte nunca me llega cuando la necesito.
Simplemente me ignoró, ¡ese maldito me ignoró! Volví a suspirar, volteando a ver a Jamie, quien al posar su mirada en la mía, me frunció el ceño.
—¿Oíste eso? ¡Van a testificar sobre el caso de Regi! —susurré eufóricamente en su dirección.
—Sí, lo sé, ¡pero sigo furiosa contigo! —y tras esto, giró su trasero en la silla para de nuevo darme la espalda.
—¿Quién es Reginald Jones? —la pregunta de Ciara se coló a mis oídos.
Oh, claro, ella nunca lo conoció.
—Era un amigo nuestro —tuve que estirar el cuello hacia un costado para tenerla de frente, Jamie estaba enmedio de nosotros—. Pero lo asesinaron y... —Ciara jadeó de la impresión, yo no sabía exactamente qué decir—. Creí que era caso cerrado.
Volví a mi postura normal, pensativo. Que vuelvan a siquiera mencionar su nombre me pone los pelos de punta, pero no puedo evitar pensar que nunca se le hizo justicia. Necesito que alguien me explique qué se trae entre manos la policía de Kansas.
—Acompáñenme, por favor —un nuevo policía llegó hasta nosotros, por su aspecto deduzco que ya pasó de los cincuenta pero, por lo menos no se ve tan intimidante como los otros. Nos levantamos de nuestros lugares, empezando a seguirlo. Terminó por llevarnos a un cuarto de esos en los que interrogan a los sospechosos; se me hizo extraño que a los tres nos interrogara al mismo tiempo, eso no es lo que dicen las películas.
Había cuatro sillas frente un escritorio de madera, todos por inercia tomamos un lugar. El oficial se mantuvo de pie, recargando ambas manos en la superficie, formando un ángulo como de cuarenta y cinco grados para mirarnos fijamente.
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un misterio sin resolver, aventuras inolvidables, amor como el invitado indeseado
Editado: 06.08.2020