Indagando su oscuridad

Capítulo 20. Eres tan ingenua

Eiren:

La fría ventisca balancea continuamente mi larga melena a medida que avanzamos por el frente de mi hogar. Paso la palma de mis manos por mis brazos para apaciguar lo erizada que se halla la piel, es como si los estremecimientos no se cansaran de atosigarme. Desde que estoy a un costado de Jarel me siento tan concienzuda que por poco me arrepiento de haber salido de casa.

El chico de ojos grisáceos no ha emitido palabra alguna luego de dejarme con la boca abierta por lo último pronunciado.

¿En serio me contará todo?

Presiento que es muy perfecto para ser real, cada vez que he intentado indagar sobre la oscuridad que lo rodea he salido perdiendo y las consecuencias han sido catastróficas. Desde la cena con sus padres hasta el recién cotilleo a altas horas de la noche frente a su mansión han provocado que la desazón haya aumentado a niveles increíbles.

No sé para donde nos dirigimos. Al parecer se vino caminando ya que su costoso automóvil no se ubica en nuestro entorno, así que la pregunta del millón oprime mis pensamientos... ¿Qué haremos?

Lo miro por el rabillo de mis ojos y lo pillo con una diminuta sonrisa, quisiera descartar que la burla no está presente en sus facciones pero al parecer es el gesto que más conlleva su personalidad. Pareciera que todo le causa gracia.

—Sería bueno saber para donde vamos —musito, recibiendo otro escalofrío de pies a cabeza.

Si no fuera por el suéter que me coloqué estuviera padeciendo ante este martirio.

—No vamos para ningún lado en específico —responde vehemente luego de varios minutos en silencio.

Me encojo de hombros y me abofeteo mentalmente al sentir como la decepción junto al desánimo barren mi ser. Tras una risa quisquillosa, se aproxima más a mí y pasa su brazo por mis hombros para eliminar los centímetros que nos separan. Su repentina acción ha motivado que la respiración se atasque en mis pulmones.

Cierro los ojos por unos segundos, el perfume fresco y varonil que se impregna a su vestimenta entra por mis orificios nasales. Casi jadeo ante tal exquisitez. Su olor es tan enigmático como su personalidad y no miento al decir que jamás he percibido un aroma tan agradable como ese. Es como si estuviera encargado de hechizar a todo aquel que se le acercara para dejarlo con una calidez y una sensación de bruma.

—en-entonces déjame ir a mi casa —tartajeo.

Su agarre se ajusta y literalmente tengo su pecho en mi rostro. 

Listo, morí.

—Solo espera... —instruye con un tono voz pausado —tienes que saber algo, antes que nada.

Parpadeo para despertar de mi adormecimiento y alzar la cabeza para escanear su físico. ¿Cómo es posible que sea bien desde este ángulo?

— ¿Qué? —cuestiono, observando la calle por la que deambulamos para no caer desmayada ante los fuertes latidos de mi corazón.

Jarel aleja su brazo de mi cuerpo y camina con naturalidad mientras que a mí me ha dejado sin el calor que desprende su piel. Hago una mueca y no me atrevo a mirarlo, capaz se ha dado cuenta de la reacción que obtuve al sentirlo retirarse de mí.

—Si dices algo de lo que escucharás pondrás el riesgo no solo tu vida —advierte, dejándome confundida. —Esto no es un juego, Eiren —pronuncia mi nombre con firmeza, imponiendo algo que desconozco.

—No te entiendo —digo, volviendo a observarlo.

Rueda sutilmente sus ojos y la densidad de su aura aumentan. Baja la vista y al parecer se sorprende un poco al encontrarme mirándolo.

—Deberías saber que ver tanto a una persona puede llegar a incomodarlo —bromea con un toque de molestia.

—yo no...

Ladea su rostro, mirándome con obviedad.

—entre nos, sabes que es cierto.

—Por lo menos no soy quien entra a cuartos ajenos —digo sin analizar por completo la oración y cuando termino de emitirla, me siento una completa estúpida.  

—No te veía muy disgustada al respecto —replica, incomodándome.

Inconscientemente evoco aquella vez, esa madrugada que entró a mi habitación cuando me sentía acabada.

—mamá, gracias por despertarme —tartamudeo en medio de un gimoteo. Me doy vuelta para verla y ahogo un grito al ver aquellos ojos grises escanear mi semblante.

Él me despertó, él acabó con mi pesar.

¿Cómo logró hacerlo?

—Te ayudaré a buscar el responsable de esto —suena decidido, sin dejar de apreciarme con su mirar.

—te ayudaré a buscar el responsable de esto —suelto en medio del silencio.

— ¿uh?

—esas fueron tus vacías palabras, porque en fin y al cabo era mentira, ¿no?

Sus pasos se detienen por lo que yo también repito su acción. Me cruzo de brazos a la vez que lo diviso. Su entrecejo esta levemente fruncido ante la confusión de mis palabras. Entiende a lo que me refiero y tras un mohín, vuelve a posicionarse como si nada le importara, como si mis palabras no fueran dirigidas hacia él.

— ¿Quién dijo que no te ayudé? —cuestiona con desdén, acercando su rostro hacia el mío.

Trago saliva y sigo el movimiento que hacen sus dedos al tomar un mechón de cabello que cae molestamente sobre mi frente para pasarlo por detrás de mí oreja. Luego, se aleja y prosigue su andar como si nada. Aprieto los labios al sentirme frustrada, estoy molesta por no entender nada de lo que sale de sus labios.

Camino detrás de él con una mueca en mi cara, me siento estafada.

—Yo hice mi parte, te toca a ti hacer la tuya —alega sin voltear.

— ¿Qué tengo que hacer? —Haría lo que fuera por responder el dilema que lleva encadenada mi vida.

— ¿Qué serías capaz de hacer por una simple respuesta? —Avanzo con rapidez para atisbarlo y ver que gesto tiene, capaz solo está jugando con mis emociones. No obstante, a penas lo veo, no hay más que seriedad en su rostro.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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