Indagando su oscuridad

Capítulo 33. Ansias

Eiren:

—Eiren —me llama Leia, haciendo un ademan para que aterrice y deje mis ensoñaciones aun lado. Sin embargo, se me es complicado. Hoy amanecí diferente, con una sensación inusitada en mi pecho y presiento que de apoco este va carcomiendo mi alma.

Se de antemano que el bálsamo que me aplicó Jarel en mis heridas se desvaneció al despertar y como si hubiese pasado hace segundos, recuerdo que al dar las primeras pestañadas del día un antiguo dolor se avivó en mi cuerpo. Ese malestar ha ascendido en el transcurso de la mañana y el nivel en el que se ubica actualmente me hace sentir descolocada, conmocionada y ausente. Inhalo y el suplicio se reanima. Evoco lo sucedido ayer y el desconsuelo saquea el aire que tomo a grandes bocanadas. Me siento mal, con los ánimos por el subsuelo y con aquella famosa púa atravesando mi corazón.

Esto me hace suponer que necesito a Jarel para sentirme estable y no tener esas caídas emocionales que me hacen enloquecer. Eso asusta.

—No me siento bien, Leia —respondo a duras penas. Las imágenes de ayer aparecen como flashes en mi cabeza, logrando perturbarme y hacerme recordar lo confundida que me dejaron las oraciones escritas en la parte trasera de cada foto.

El ceño de Powell se frunce y un mohín aparece en sus labios. Mis manos, las cuales yacen sobre una de las tantas mesas de la cafetería, son cubiertas por las suyas en un intento de reconfortarme. Me da un apretón y una leve sonrisa reluce en su semblante.

—Siempre estoy aquí para ti hija mía —bromea para hacerme sonreír —y esta no es la excepción. Dime, ¿Qué te sucede? Me dejaste preocupada anoche con ese mensaje.

—Ayer pasé todo el día la clínica —anuncio. Abre sus ojos y arruga más su entrecejo.

— ¿Qué? ¿Por qué? —suena alarmada.

—E-Elissa se... —tartamudeo porque el nudo en mi garganta se acentúa. Trago salivo y bajo la mirada hasta dar con mis manos que están temblorosas debajo del agarre de mi amiga —intento suicidar, Leia —concluyo, sintiendo como los cimientos que sostienen mis paredes tiemblan levemente. Una solitaria lágrima se desprende de mi parpado y deambula por mi pómulo derecho.

Ella jadea con una impresión significativa y es sorprendente como su rostro ha quedado en la palidez total. La esclerótica de sus ojos se enrojece hasta que de ellos se van produciendo diversas lágrimas que dentro de poco se estarán deslizando por sus mejillas.

—no puede ser. Eiren ¿es cierto? Siento que me estas tomando por el pelo —refunfuña, limpiando aquella gotas saladas que como predije no pudieron mantenerse en sus ojos.

— ¿Cómo podría mentirte con algo tan delicado como eso? —Cuestiono —iba con Jarel de camino a casa y cuando llegamos a la entrada el salió corriendo hacia el baño de la segunda planta —resumo lo más que puedo. Tanteo la superficie de la historia para no caer en el mismo hoyo lleno de sufrimiento —y, ahí estaba ella. Se quería ahorcar. —Quedo cabizbaja al rememorar la ocasión, todavía no puedo creer que eso realmente haya sucedido. Nadie se merece pasar por eso.

—oh dios...

—estaba inconsciente y de ahí la llevamos a la clínica. Le realizaron múltiples exámenes y no sabes cuánto agradezco que no le haya pasado la mayor cosa. Al parecer, cuando la encontramos había acabado de saltar.

—no puedo creer lo que me estas contando —musita en un hilo de voz. La observo y visualizo como apoya los codos en la superficie blanquecina y se toma la cabeza con las manos.

—yo tampoco —digo con la voz ahogada —porque, se me es difícil creer que Elissa, mi mamá —subrayo con mi tono lo último —haya intento quitarse la vida. —Mi labio inferior tiembla inevitablemente —yo no hubiese podido con tanto dolor. Me hubiese rendido. Me conozco y eso hubiese sido la gota que rebosaría el vaso. Jarel estuvo ahí en todo momento —comento en medio de un suspiro —si él no se hubiese dado cuenta de sus intenciones, actualmente estuviera en el velorio de la persona que más amo. —Me encojo de hombros y hago una mueca con mis labios al recibir otra oleada de congoja.

Leia me atisba y me topo con aquella clase de llanto que cuesta cesar. Sus manos tiemblan y niega con su cabeza como si aun después de escuchar todo lo que tenía que decirle, no se creyera la historia. Me observa he inapelablemente no puedo evitar llorar con ella. Es como si estuviera compartiendo mi dolor para quitar un poco el peso que cargo en los hombros. Sufre conmigo, me entiende seguramente al imaginarse en la misma situación con la señora Carol. Por un segundo me siento culpable pero, esa idea se esfuma al pensar que si ella estuviera pasando por lo mismo, yo estaría igual o peor que Powell.

— ¿está bien? ¡¿Con quién se quedó en la casa?! —exclama, luciendo paranoica y llamando la atención de algunas personas que se encuentran a nuestro alrededor.

Seco mis lagrima he inhalo —Abraham no fue a trabajar hoy. Se quedó con ella para estar pendiente de sus acciones.

— ¿Cómo se lo tomó?

—no te sé decir. Mi mamá me obligó a que me fuera del hospital antes de que el llegara a verla. Sin embargo, cuando llegaron a la casa no dijo algo referente al tema.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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