Me agobio rápidamente al ver las paredes que me rodean con aquellas pinturas abstractas que me hacen acordar lo agobiante que es estar aquí. Para ser honesta, estoy cansada de venir y divisar a esa mujer de largos cabellos junto con una sonrisa llena de hipocresía que no hace algo eficiente para lograr causar efectos positivos en los problemas que tengo, pareciera que me quisiera tener de por vida en su consulta para obtener la alta cantidad de dinero que le cobra a mi mamá por su incompetente trabajo.
El sonido de un suspiro cansino por parte de la psicóloga me hace espabilar, por lo que me remuevo en mi asiento y me entretengo con el dobladillo del vestido primaveral que cargo. Procuro distraerme con cualquier objeto que uso solo para no ver el semblante de Cassandra, el cual siempre esta con las cejas alzadas y con un mirar impaciente por la poca información que le doy a sus respuestas. Noto como ella resopla cuidadosamente para que no caiga en cuenta de su falta de serenidad, objetivo que no logra.
—Eiren… —me llama con cierta sequedad, tono que intenta cambiar cuando sigue hablando —por favor, sé que no logro ganarme tu confianza pero esta es nuestra sexta sesión y aún no hemos logrado avanzar —comenta con pesadez. Alzo mi vista y ladeo un poco el rostro al notar lastima en su mirada, lo que provoca que la cólera comience a burbujear en mi sistema —si no lo quieres hacer por ti, inténtalo por tu madre.
— ¿Cómo quiere ayudarme o viceversa si no puedo recordar? —Cuestiono con desespero por su insaciable insistencia —es lógico que no avancemos, no puedo. —Nuevamente, me coloco cabizbaja y vuelvo a centrarme en otra dirección que no sea Cassandra.
—Lo sé —responde en medio de un suspiro —para eso estoy yo. Con mi ayuda podrás recordar, ¿eso no te gustaría?
Ehm… En realidad, no.
—Si —miento desganadamente para seguirle la corriente y terminar pronto con esto.
— ¿ves? —Emite con emoción —Si me brindas algo de tu ayuda todo será más fácil entre nosotras y verás como el tiempo pasará volando. Todo depende de ti.
—Bien —respondo y la observo.
Sus verdosos ojos se achican al sonreír y asentir con efusividad. En mi caso, solo elevo la comisura derecha de mis labios y escaneo de soslayo el reloj que cuelga en una de las paredes del consultorio. ¿Cuándo acabará este martirio?
— ¡genial! —Toma su cuaderno de historiales y rebusca en algunas de sus páginas hasta dar con la mía o por lo menos, la mitad de ella —te preguntaré algunas cosas y tú intentarás responderlas.
Asiento con notorio pesar.
Aquí vamos de nuevo.
— ¿Cuántos años tenías en aquella circunstancia? —realiza la primera pregunta de todo su interrogatorio.
Aunque es solo por unos segundos, la diviso con obviedad. Ya me ha preguntado eso como diez veces en otras oportunidades.
—quince. —Recuesto mi espalda en el sillón para relajarme —Fue hace cuatro años y aunque no me acuerde con exactitud de la ocasión, no quiere decir que no reconozca la edad del momento.
— ¿en qué mes sucedió? —ignora por completo mi mala respuesta y prosigue con la siguiente pregunta.
Intento pasar el nudo que amenaza con formarse a inicios de mi garganta, soltando una pesada exhalación.
—el veinticuatro de septiembre, la fecha de mi cumpleaños —contesto y mi labio inferior tiembla al pronunciarlo. Inconscientemente, mi corazón se estruja y hace que mi pecho comience a dar vuelcos ante diversas sensaciones negativas, deplorables.
Cassandra despega su mirada de su libreta y no evita darme una mirada consoladora. Esa es una de las razones por las que la detesto, no puede pasar desapercibido sus ojeadas teñidas de lastima y apeno. Se supone que es profesional en esto y que está acostumbrada a escuchar sobre las terribles circunstancias de la vida de otras personas, debería mirarme con seguridad y firmeza, no con pesadumbre.
—Lo siento, co-continuemos —musita. Posteriormente se aclara la garganta y prosigue —: ¿qué recuerdas de ese día? ¿Sucedió en que transcurso?
Muerdo mi labio inferior y oprimo mis parpados con los dedos de mi mano derecha. Dejar que las lágrimas aparezcan por décima vez en el día no es una opción, no lo permitiré. Ya debo acostumbrarme a sentirme así, no debo sentirme mal y sé que necesito superarlo pero mierda, es demasiado complicado, es muy difícil olvidar algo que te marcó. Siento que estas consultas me causan el efecto contrario, en vez de aliviarme, provocan que me altere y mis escasos recuerdos vuelvan para atormentarme.
—si recuerdo algo aunque es muy poco. Sé que mis padres me despertaron al cantarme cumpleaños con una torta de Nutella en sus manos. Estaban felices, además, mi madre estaba a punto de dar a luz a mi hermana. Fue un momento muy agradable. —Sonrío cuando algunas escenas de lo que digo van deslizándose por mi cabeza —Luego, en el mediodía me llevaron a almorzar a un restaurante con mi mejor amiga, comimos y merendamos ahí mismo. Fuimos al cine y al parque de diversiones, llegamos a la casa y...
—Todo se volvió borroso y confuso, hasta que perdiste la consciencia —logra terminar por mí. Asiento y alejo los dedos de mi semblante para parpadear con fiereza — ¿no logras recordar algo más? ¿No has tenido un sueño referente al tema o algo similar?
—ahm, hace una semana que no he podido dormir bien, me toma desprevenidamente el insomnio y paso toda la madrugada despierta —admito y dejo a ver uno de mis inconvenientes.
Esa molestia es la que ha logrado que posea unas inmensas ojeras violáceas que solo se ocultan un poco con base y corrector.
— ¿no logras dormir por completo o te despiertas en una hora en específico?
—las pesadillas son las causantes. Siempre son las tres de la mañana cuando me despabilo —respondo con desdén.
No quiero que me pregunte qué es lo que sueño, no quiero recordar, no puedo.
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Editado: 12.03.2021