Eiren:
Pensé que después de haber transcurrido malos ratos con Isaac este iba a ser del mismo modo. Admito que me equivoqué, si alejamos sus comentarios irónicos acerca de mi vida y sus ojeadas poco indiscretas, se puede llegar a la conclusión de que logré pasar unas horas agradables con su compañía.
Estoy sorprendida de que la conversación que desarrollamos fluía con facilidad, en muy pocas circunstancias el silencio se convirtió en uno incómodo. Entendí que tenemos la misma pasión por las series y la comida, básicamente de eso fue lo que hablamos.
Tras pasar una situación amena, me dirijo de regreso a casa. Mi mente no deja de darle vueltas a la invitación de Wagner, una fiesta no suena mal para una persona normal que disfrute divertirse, inclusive, antes de que cumpliera los quince años tenía gran fascinación por esas reuniones en donde las carcajadas reinaban en el ambiente.
Contradictoriamente, ahora me incomoda ir a ellas.
Pensándolo bien, tengo tiempo sin asistir a una fiesta con Leia. Mi pobre amiga también ha sido privada de ir, cada vez que tenemos un festejo como ese se rehúsa a dejarme sola y acudir por su cuenta, prefiere quedarse en mi casa para comer hasta reventar.
Sé que si no voy Powell no irá, también le inquieta estar alrededor de personas que desconoce o no trata con regularidad.
Alzo mi vista y ahogo un jadeo cuando visualizo el cuerpo de Jarel caminar por la calle, pero en dirección contraria a la mía, pareciera que se aproximara hasta mí. Deambula cabizbajo mientras sus manos están ocultas en los bolsillos delanteros de su jean desgastado, su camiseta azul oscuro se ciñe levemente en su trabajado cuerpo y aquel sedoso cabello luce tan brillante que resulta insólito.
Por un intervalo de tiempo olvido que ayer su actitud me dejó descolocada.
—Ni se te ocurra acercarte —le espeta a su padre, agarrándome más fuerte —con ella no —pronuncia con una letalidad impresionante.
—Déjala ir, Jarel —ordena el señor.
—No —responde tajante.
Recuerdo con exactitud ese momento, tan espeluznante y catastrófico cuando su padre me asechaba y no daba intenciones de dejarme huir. Mis piernas tiemblan y me estremezco al evocarlo, fueron horribles las sensaciones que me invadieron. Me estaba asfixiando por la bruma que ese señor desprendía; su mirada estaba dispuesta a un solo objetivo: dañarme.
Fue impresionante la firmeza del tono de voz de Jarel, tan impotente y lleno de desdén. Sonaba demandante a la hora de ordenarle a su padre y no entiendo por qué lo hizo, ya estoy agobiada de las veces que inesperadamente se ha aparecido y detiene ocasiones viles que logran lastimarme.
Supongo que esa es una las razones por las que él me atrae de una manera rara, Jarel me aterra y al mismo tiempo me conforta con extrañeza.
Al despertar de mis ensoñaciones, diviso como aquel individuo alza su rostro al pasar por mi lado a la vez que esboza una sonrisa ladeada la cual me hace delirar. Indiscutiblemente, es aterradoramente hermoso. Apresuro el andar y poco tiempo después llego a mi hogar.
Supongo que Abraham y Elissa tuvieron su "reconciliación" sin otras molestias aparte de las que mi amiga desafortunadamente formó. Río para mis adentros.
—pensé que nunca llegarías, ¿para dónde fuiste? ¿A quién le pediste permiso? —cuestiona mamá apenas doy cuatro pasos hacia adentro, tengo ganas de devolverme y para no escucharla.
Papá está sentado en una de las butacas de la isla, siquiera me ve cuando estoy cerca de su entorno, es como si no le interesara verme.
Frunzo el ceño y mi pecho se oprime.
—Ya llegué, papá —recalco la última palabra.
Este despeja su vista del periódico, me escanea de pies a cabeza antes de ojear mi rostro y asiente en respuesta. Sacudo un poco la cabeza cuando pienso que tardó más tiempo de lo usual en examinarme.
>>no puedes regañarme, pasé por tu habitación para decirte que saldría un rato y estaba con el pestillo —me defiendo y noto como se aclara su garganta para abrirle paso al carmesí en sus pómulos.
Así te quería agarrar.
—si... bueno, Elea preguntaba por ti, está en su cuarto, no sé para qué te estaba esperando —cambia de tema drásticamente.
Suelto una risotada y me gano una mirada disgustada de su parte. Mis luceros caen en Abraham pero este sigue sin inmutarse por mi presencia. Trago saliva y juego con los dedos de mis manos.
—iré para ver que quiere. Me volteo para emprender camino hacia la segunda planta, pero me reincorporo para ver a mis padres —me invitaron a una fiesta —anuncio —si Leia va, ¿puedo ir? —pregunto, dejando que mis palabras se tiñen de inocencia y ternura.
Sé que es ridículo cuestionarle esto a ellos ya que soy mayor de edad; sin embargo, ellos me mantienen y velan por mí, mínimo tengo que preguntarles acerca de lo que hago. Ojalá pudiera gobernarme sola.
— ¿de quién es cariño? —interroga mi madre con una sonrisa en sus labios.
De seguro piensa que este es un gran avance, tengo más de tres años sin pedir permiso para algo como esto y deduce que es un cambio más para que mi vida vuelva a ser la de antes... suposición falsa e irreal, de seguro ni sabe lo mal que la paso al dormir, no quiero causarle más remordimientos de conciencia.
—De un compañero de clase —respondo cuando en parte es mentira, a Isaac no lo consideraría como un allegado.
— ¿a qué hora volverás? —pregunta papá interesado en el tema.
Desvío la vista hasta él y quiero encogerme al percibir la forma en la que me ve, con cierto estrés e irritación. ¿Qué le sucede? El jamás ha sido o me ha tratado con aspereza. ¿Estará molesto conmigo? Si es así ¿Qué le hice?
—no sé, no será tan tarde. ¿En serio vas a alargar esta conversación? —pregunto con cierta indignación al verla abrir de nuevo la boca para emitir otra interrogante.
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Editado: 12.03.2021