Indomable

CAPÍTULO 6

 

New York, City

Renata.

De nuevo volvieron esos ataques de pánico, esas pesadillas que tenía bien controladas. O eso pensaba, porque después de la pesadilla del fin semana, ya no estoy tan segura.

Entre tanto, estoy aquí sentada en una de las bancas que quedan en el pasillo, al lado de la oficina de la dirección de este instituto de mierda en el que no quería estar, pero al que mi mamá me obliga a venir, por lo que resta de todo el año. Y no por decisión propia, obviamente.

¡Genial!

Si así va a ser como comenzare la semana, después del fin de semana tan caótico que tuve, no me quiero ni imaginar cómo va a continuar la misma y lo que resta.

En este instituto lleno de gente fresa, niños ricos, hijos de papi y mami, con una vida "perfecta,"  ¡ja! ¿Pero a quién pretenden engañar estos bebitos? La vida perfecta no existe, y ellos parecen no darsen cuenta de ello.
O se harán los tontos, como la canción de Shakira: "sordos, mudos, torpes y testarudos..."

Ellos más que nadie en el mundo viven de apariencias, de sonrisitas falsas y etiquetas bien montadas. Viven en un surrealismo inexistente, atrapados en una burbuja de cristal, una pérdida de tiempo total, conformándose con lo que papi y mami les dé. Pero están solos, completamente solos, como yo, sin amor, sin afecto, sin atenciones. Y eso parece a ellos "no importarles."

Ah, Pero eso sí, que conmigo no se metan, voy a visando de una vez. El que me joda, lo jodo. Hare que en su vida hayan deseado no cruzasen en mi camino tan siquiera.

No me gusta la gente falsa que se disfrazan de nobles buenos para ocultar verdades a medias.

Sí, soy mala y quizá antipática también, y fastidiarle la vida a la gente falsa, presumida y arrogante es mi pasatiempo favorito, y a todos aquellos que pretendan meterse conmigo y me den motivos para joderlos, lo haré.

Me los llevaré por delante.

Tranquilos, nunca sobrepaso los limites, siempre sé hasta dónde llegar según sea la persona y siempre y cuando ellos tampoco lo hagan. No me gustan los niños caprichosos, no importa el género, raza o estatus socio-económico, detesto la falsedad y la hipocresía. Aunque la verdad, para ser sincera, hay muchas cosas que odio.

No me gusta la gente fresa, y que se creen que por tener dinero, venir de cuna de oro, y o ser de alcurnia, pueden pasarse la vida maltratando a la gente y pasando por encima de ellos con su arrogancia e impertinencias, cómo les venga en gana y sin tener un poco de piedad. Pues les digo algo: yo soy peor de impertinente. Así que no me fastidien, No me provoquen, porque algo que me caracteriza muy bien, es que mi paciencia apenas y soporta el límite de tolerancia. No se la llevan muy bien, Y se agota muy, pero muy rápido.

Y de eso puede decir mucho, "Polo," mi anterior novio. Nunca supe porque le decían así, no le pregunté, no tuve tiempo de hacerlo, no tuvimos suficiente tiempo en realidad... Tiempo para más.

simplemente nunca lo tuvimos.

— ¡Renata!, — llama mi mamá desde el despacho del director

¡Ay Dios!, odio los despachos. — ven.

— !Voy!

La dirección es bastante amplia, tiene un olor a madera y tabaco, se nota que este señor fuma, porque además del olor a nicotina, veo un cenicero y una pipa en el bordo de la mesa a punto de caerse al suelo. ¿Acaso eso no va en contra de las reglas del instituto?, que poca ética y que doble moral la de esta gente. A parte de que le baja puntos a su categorización de poco profesional.

Me da igual lo que haga, pero que lo haga al menos sea fuera del instituto ¡Mmm! Pero dentro de todo, no está mal, no es que esté en un orden extremo; porque veo hojas, papeles, carpetas, esparcidos por todos lados, alrededor de la mesa, pero al menos cada cosa está en su lugar. La mesa rectangular también de madera, es bastante grande diría yo, la oficina es bastante amplia, todo tiene un toque antiguo. También tiene un sillón grande al frente, ¿será que la usa para tomar la siesta? Hay Cuadros de diferentes diplomas y actas; qué sé yo. Tiene otra puerta atrás de su silla que parece dar a un pasadizo, y un cuadro re-grande de su fea cara, pegado en ella.

¿Que habrá allí?

— ¡Buen día!, pueden sentarse, —me mira —bien pueda señorita paz, y usted también señora paz. — carraspea y se encoge de hombros.

Este señor ¿acaso está nervioso, o me parece?, ¡ah!, claro, la presencia de mi madre y sus voluminosos melones, y todos sus demás atributos.

¡Hum!, como no, te atrape, viejo cochino.

— Bueno, señor director — dice mamá.

— Oh, por favor, dígame Josep Aicardi, — por lo que veo es latino, no solo por su apellido sino también por su acento. ¿Será Hijo de emigrantes? O ¿de un extrajero y un residente?

¡Prrr!, que me importa.

Pongo los ojos en blanco y trueno el cuello, — Idiota, —murmuro levemente. Espero no me haya escuchado, lo dije lo suficientemente bajo, para que no lo hiciera.

El señor este, carraspea de nuevo para aclararse la garganta, y mi mamá suspira con frustración. Creo que ya me lo eche de enemigo, al viejo este.

— Bueno, les daré una introducción de cómo es todo en este instituto, cómo funciona y todos sus procedimientos. — dice, — Las reglas, normas, derechos y deberes de los alumnos y demás son muy claras. — yo miro a mi mamá, que está más atenta y concentrada que nunca. Como si le interesara el tema.

"si, como no".

Me mira, — Ya le había contado algo a tu madre, le acabo de entregar una serie de documentación a firmar, cosas de rutinas, las sanciones que tendrían por indisciplina. Pero todo eso está en el manual institucional, que también le acabo de entregar, ella se lo mostrara luego.

— Okey, — y le hago gesto para que siga, y continúe con los temas tan interesantes que tiene por decirnos. Mi mamá me da un pisotón con su puntiagudo tacón —




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