Deslizó el dedo sobre la pantalla. El aparato se desbloqueó, aparecieron las aplicaciones y Amelia seleccionó el correo. Revisó el listado de recientes, algunos pertenecían al portal de noticias donde trabajaba y otros eran subscripciones que en ese instante no le interesaban. Tecleó en el buscador la dirección de correo de Elijah, por si acaso había recibido una respuesta y se perdió, pero no encontró nada. Incluso revisó el spam donde tampoco halló nada. El silencio le causaba escalofríos, pero debía mantener la calma.
«No hiciste nada malo» repitió a sí misma.
Suspiró, mientras trató de no moverse demasiado porque Brett dormía sobre su pecho y con un brazo se aferraba a su cintura. Apenas cabían en aquel sofá, pero ninguno quiso separarse del otro y cuando él cayó rendido, Amelia procuró no hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertarlo. Lo había visto demasiado cansado. De hecho, su respiración era pesada, como si alguna clase de angustia le estuviera oprimiendo el pecho.
El celular de Amelia sonó, ella enseguida leyó "mamá" en la pantalla y cortó al instante por dos motivos: no quería despertar a Brett, tampoco quería hablar con ella. Sin embargo, él se removió alertado y la miró confuso, tan perdido que ella largó una suave carcajada.
—¿Por qué te estás burlando de mí? —dijo confundido.
—Te ves gracioso. Ojalá pudieras verte.
—¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo pasó? —Sí. Estaba perdido.
—Son las seis de la tarde. Dormiste casi tres horas.
—Lo siento. Lo siento de verdad —comenzó a disculparse al mismo tiempo que se incorporó hasta sentarse. No había sido idea suya dormirse, su cuerpo simplemente se rindió al encontrar tranquilidad y eso lo avergonzaba—. Juro que no era mi intención dormir tanto es que...
—Ey, tranquilo. No pasa nada —interrumpió—. Llegaste agotado. Era inevitable. ¿Ocurrió algo?
—Es que llevó días sin descansar bien —admitió—. Hice horas extras en el trabajo. Hasta que Eric se dio cuenta y me envió a casa. Pero...
—Viniste aquí.
—Sí.
—Puedes contarme —Amelia posó su mano sobre la de él—. Fue por lo de Alex. Eso te afectó ¿no?
—Mi hermana y yo pasamos por algo similar —admitió—. La casa dónde vivíamos era un desastre. A veces ni siquiera teníamos comida. La pasamos bastante mal hasta que conocimos a Mila, ella no dudó en ayudarnos. Quiso ayudarnos a todos, en realidad. Yo sabía que con mi padre no lograría nada, pero tenía esperanzas de que mi madre estuviera dispuesta a recuperarse para seguir con nosotros. Así como lo está la madre de Alex, pero no fue así. Obviamente no le importó alejarse de nosotros. Y está bien o no lo sé, pero lo acepté. O eso creía. Lo de Alex removió todo.
—Lo siento mucho, Brett. Ningún niño debería pasar por algo así. Está bien que te duela ¿sabés? Eres humano.
—Es que no debería doler —trató de explicar—. Ella no nos quería, así de simple. De hecho, Mila y Elián le plantearon la idea de involucrarse en la vida de Molly, pero ni siquiera aceptó eso. Creo que me hubiera gustado que luchara más —se encogió de hombros. Tenía la mirada de un niño herido—. La madre de Alex... Ahora mismo es un desastre, sí. Pero intenta arreglarlo. No quiere separarse de sus hijos.
—¿Sabes lo que creo? Que ahora tienes la oportunidad de cambiar lo que una vez fue tu realidad. ¿Entiendes? Creo que es asombroso, Brett. Lo haremos. Ayudaremos a esa familia. Como equipo ¿está bien?
Brett sintió alivio ante la postura comprensiva de Amelia. Ella se esforzaba por empatizar. Trató de restar algo de dolor y lo logró dándole justo lo que él necesitaba: apoyo. El decir entre líneas «estoy contigo, haremos esto juntos» no tenía precio. Después de todo, darle una mano a la familia de Alex sería cómo reparar parte de ese pasado que aún dolía.
—Tú eres asombrosa, Amelia. Hablo en serio —le dijo, mientras la atrapaba en sus brazos para atraerla hacia él. Ella sonrió a causa del cosquilleo—. ¿Puedo quedarme un poco más? No me creo capaz de alejarme de ti tan pronto.
—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras —aseguró—. Prepararé algo de comer, ¿si? —propuso, aunque se arrepintió de inmediato—. O no. Mejor pediré el delivery. Soy malísima en la cocina, debes saberlo si queremos que esto funcione —bromeó.
Brett rió ante la espontaneidad de la chica. La balanceó de un lado al otro con delicadeza hasta hacerla reír, luego le dejó un camino de besos a través del hombro descubierto.
—No te preocupes. Prepararé algo yo ¿está bien? Solo necesito un par de ingredientes.
—Adelante. La cocina es toda tuya.
«Y yo también».
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Tuvo que ponerse a redactar el próximo artículo, aunque quisiera permanecer el resto del día en los brazos de Brett. Días atrás, la jefa de redacción le había enviado un correo para felicitarla. Las visitas del portal habían subido notablemente, atraídas por los artículos que Amelia escribía bajo el seudónimo de «Helena». Así que creaban expectativas durante la semana largando breves anticipos. Frases o un par de oraciones que caracterizaban la historia. Amelia estaba entusiasmada, aunque la presión por destacarse había crecido. Ya no era capaz de redactar el artículo de una sola sentada. Se detenía a releer cada párrafo, pulir la redacción, cambiar palabras por otras que tuvieran un sonido más bonito o fuesen más significativas en el contexto.
—¿Escritora nocturna? —Brett apareció en el umbral de la puerta. No quería distraerla, pero era tiempo de marcharse.
Amelia volteó ligeramente hacia él.
—Las ideas fluyen mejor durante la noche —explicó—. ¿Ya te vas?
—Pasé el día entero aquí contigo. ¿No tuviste suficiente?
—¿La verdad? No —admitió un tanto ruborizada—. Las horas pasaron demasiado rápido.