MAIA
¿Qué hice? ¿Qué cruzo por mi cabeza en el momento que dije que sí? Es lo que me pregunté toda esa noche, desde el momento exacto que salí de mi casa al decirle vamos. Siempre alejo a todo el mundo ¿Por qué no pude esta vez? ¿Por qué simplemente no pude decirle vete a la mierda? No suelo hacer nada improvisado, fue la excepción y ahora no sé qué voy a hacer, no sé qué pensar respecto a esto.
Me mantengo alejada de las personas por esta razón, el desprecio que presentan hacia mí, recuerdo lo cruda que fue la rubia oxigenada sin motivo, en mi vida la había visto y estuve a punto de estallar. De no ser por ese cuarto con la guitarra, en ese momento ignore todo lo que paso, había olvidado lo bien que se sentía tenerla en mis manos, fue la sensación más pura y maravillosa que necesite en ese momento, logro que me apagara por un minuto de mi alrededor.
Lección aprendida, no romper las promesas personales, último año, libre de relaciones sociales nuevas, conocer personas e incluso tener actos impulsivos.
Lo malo de tener pocos amigos de confianza es que siempre te ves enredado en caer en ellos ante los problemas o cualquier cosa que necesites, sin importar tu grado de enojo. Así es como me encuentro en casa de Rochelle donde decidimos organizar una pijamada de desahogo como necesito.
No puedo permitirme esto otra vez, hasta acá llegué me propuse aclarar los líos de mi vida no tengo tiempo para salidas, conocer a alguien y tener una aventura que no va a durar. No debo perder mí tiempo, no de nuevo, me despedí, me dijo de salir y listo, el sábado fue adiós definitivo.
No más rubio, no más coqueteo, no más besos, no más juegos, no más salida, no cita, no chatear, no hablar... nada. Adiós rubio.
Si fuera tan sencillo, ayer estuvo llamándome y enviándome mensajes en los que no me moleste en responder a ninguno de sus intentos de comunicarse.
—No está nada mal —oigo a Rochelle y me saca de mis pensamientos.
A penas llegue a mi casa le mande un mensaje, uno que mando en raras ocasiones, uno que se asocia a mí y alguna otra persona, este caso el rubio. No fue hasta el domingo en la noche que recibí respuesta y hoy nos pudimos juntar, su familia había decidido juntarse, me invito, pero podía aguantar un día más, ahora la puse al día con ciertas cosas que necesito aclarar de todo esto.
Observo como la castaña revisa las fotos en el Instagram del rubio, odio que toquen mi teléfono, pero como su perfil es privado y lo sigo es la única forma que tiene de verlo, de saber porque me hago tanto lio. El rubio de ojos azules más espectaculares, lo bueno de todo esto es que cuando en mi vida social ocurre algo, Rochelle siempre aparece.
Cosa que ocurre cada mil años, mi vida social va en decadencia y siempre se emociona cuando algo pasa ¿Por qué? Es una chismosa y me lo paga obligándome a darle detalles por todas las veces que le insistí. A pesar de todo omito ciertas cosas, lo sabe, pero simplemente no presiona y ahora creo que me odia por eso, porque la forma en la mira la pantalla y sonríe mordiéndose el labio me asegura que no se queda conforme con lo que le dije.
—¿Qué opinas?
—Opino que esta para comérselo —omití el hecho de que ya lo hice, o más bien él a mí—¿De dónde lo sacaste, quiero uno de estos?
—Si muy chistosa —digo con una risa seca—, si no me dejabas en el Bunker's seguro lo conocías y eras la que está en esta situación.
—No me molestaría, pero tengo novio. Te lo hubiera dejado de todas formas —dice volviendo a revisar mi teléfono.
Me dejo caer en la cama de su cuarto viendo el techo, no puedo ser tan desastrosa a la hora de relacionarme con las personas. Aunque en cierta forma jamás me creí involucrada con un rubio. Siempre que tenía algo o alguien me llamaba la atención eran morochos de ojos marrones, quien diría que me viera con un rubio de ojos azules, irónico, todo lo contrario, a mis estándares.
No quería saber nada de él, aunque después de leer sus mensajes y ver todos sus intentos de dar conmigo estoy en una nube desastrosa, solo quiero que todo esto termine y no tenerlo dando vuelta por mi cabeza.
—¿Qué piensas hacer con él? —pregunta Rochelle devolviéndome el teléfono.
—Alejarme no es obvio, fue raro la última vez que lo vi —digo incorporándome en la cama.
—Seguro —dice con sarcasmo—, tanto quieres alejarte que desde que llegaste no dejas de hablar de él.
—Me odio Rochelle, simplemente me odio.
Ella ríe y yo me dejo caer de nuevo en la cama mirando su perfil y las fotos de Instagram, tiene razón no quiero alejarme, pero como podría intentar algo que tanto me cuesta. Dejar entrar, una cosa es estar dispuesto a hablar, pasar el rato, ser comunicativo; otra es dejarlo entrar y darle el poder de preocuparte por ese alguien.
—¿Volverás a verlo?
—No creo que pase —digo mirando cómo se sienta a mi lado—, puede pasar cualquier cosa en su vida antes de volverlo a ver...
—Y en la tuya —me corta y me hace reír.
—Seguro me iré del país, tendré mi casa y me alejare de toda mi familia o mejor aún, te acompaño en un año a Nueva York y me quedo en tu residencia —digo riendo.
—Hablo enserio, va siendo hora de que hagas algo, no podés vivir culpando a todo el mundo de tu miseria...
—Lo dijiste no yo —la corto riendo, evitando darle la razón.
—Maia, hablo enserio, asusta que seas así no es normal vivir encerrada.
Normal, nada referente a mí lo es, si quisiera intentaría hacer las cosas de forma distinta pero no, busco las cosas más complicadas y no me molesto en ellas. Me quedo mirándola mientras evalúa mis gestos, ni siquiera sé que pensar toda mi cabeza es un desastre sobre lo que quiero y lo que no, sumarle a eso el rubio es otro asunto con el que no sé qué pensar.
¿Quiero verlo? Probablemente.