Las campanas sonaron en sincronización al dar las doce del mediodía, las aves cantaban cortando con sus alas el viento de una manera silenciosa, deslumbrando con la blancura de su plumaje con leves pintas de carbón en su cuerpo. Estaba tan concentrada en ver las aves y desear ser como ellas que no fui consciente del profundo suspiro que emano de mí. Benjamín dejo de leer su libro centrando sus coloridos ojos en mí. Seguí observando el cielo perdida en mis pensamientos, esta no era la vida que yo quería.
— ¿A qué se debe ese suspiro? —Inquirió Benjamín dejando de lado su libro y mostrándome una sonrisa de blancos dientes. Sus colmillos resaltaban de entre tan perfecta dentadura dándole un toque más sombrío a su aniñada cara. — ¿Algún enamorado del que no me he enterado? — Se burlo enarcando una de sus cejas. Reí negando de su mala broma, separe mis ojos del cielo enfocándolos en su atento rostro. Reí fascinada viendo la extraña condición de sus ojos de dos colores: Uno azul y otro verde que parecían volverse más claros de día.
De pronto un extraño dolor en mi pecho borro mi sonrisa. Mire mis cabellos degradados del color de las nubes balancearse con el aire. Respire hondo mirando de reojo a Benjamín, el por su parte tenía un rostro totalmente carente de emoción para nada comparado con el habitual Benjamín bromista y alegre.
—¿Tu también lo sientes verdad?
El asintió sin mediar palabra. Todavía no estaba lista, nunca quería estarlo pero las cosas nunca son como uno desea o en este caso como uno planea. El dolor seguía persistiendo punzando incontable veces en mi corazón. Hace pocos días en mi cumpleaños número 18 el dolor había hecho presencia, pero en comparación al de ahora este, me estaba matando.
Mis manos fueron a mi garganta aprisionándola con fuerza. Sentía como esta me quemaba mi tráquea y me impedía el aire. Algo me estaba pasando, sentía como perdía mis fuerzas y poco a poco mi cuerpo cayo inconsciente.
(...)
En la oscuridad de mi sueño algo pareció brillar. Cerré mis ojos con fuerza volviéndome un ovillo e impidiendo que la luz tocara mi pálida piel. No quería despertar, estaba cómoda así como estaba. Pero mis pensamientos no mandaban a mi cuerpo, la luz se hizo más fuerte remplazando la total oscuridad por una luz cegadora e intensa.
Gruñí restregando mis ojos de una manera casi inconsciente y adormilada. Mis ojos violetas se abrieron de par en par cuando mis sentidos se estabilizaron observando que no estaba en mi casa y mucho menos en la zona sur. Me levante como si de un resorte se tratase observando por primera vez las extrañas prendas que adornaban mi cuerpo. Dos medias que llegaban a mis muslos y se detenían ante un diminuto chor que tapaba mis partes. Subiendo un poco mas una camisa de tirantes se ceñía sobre mi cuerpo resaltando mi silueta. Toque la tela notando que, en mis manos también estaban cubiertos por guantes hasta mi hombro y que tenían una extraña abertura al final de este. La tela se sentía extraña, era elástica y de goma. Temía hacer algún movimiento y que se rompiera pero eso nunca sucedió, al parecer el traje era más resistente de lo que yo creía. Hice una mueca sintiéndome expuesta con lo que llevaba, mire al suelo notando que, una capa negra como el resto de mi ropa y de cuero me esperaba con ansias. La agarre y tape mi cuerpo con ella sintiéndome mejor al instante.
— ¿Raven?
Escuche su voz ronca desde la lejanía, voltee dándome cuenta de que yo no era la única en ese lugar sino que había más de cincuenta personas. Pase cuidadosamente entre los cuerpos inconscientes hasta llegar al dueño de la voz: Benjamín. Lo abrace con fuerza sintiendo como cada poro de mi cuerpo se normalizaba, el me hacía sentir segura, estar en casa.
— ¿Dónde estamos? — pregunte observando su atuendo que, al igual que el mío se adhería a su piel marcando su trabajado cuerpo.
Benjamín se encogió de hombros sin despegar su vista de mi cuerpo, frunció el ceño en desacuerdo con mi ropa sin embargo se quedo callado y no objeto nada. Quedamos en silencio cuando oímos varios pasos acercarse, inmediatamente nuestros sentidos se pusieron alertas. Tape mis cabellos blancos con el gorro de la capa incomoda ante las miradas curiosas de las demás personas que poco a poco empezaban a despertar.
Pasos resonaron por toda la plaza manteniéndonos alerta. De entre la lejanía un señor que aparentaba sus 50 años subió a la tarima con rostro serio y la mandíbula apretada. Llevaba un traje verde aceituna y el pelo rapado a los costados de su cráneo de forma militar.
George Ivanov…
El decimo tercero Líder de los muros, encargado de las tropas y el orden de la estabilidad social. Sin mencionar que se ha ganado su puesto gracias a su manipulación y extorción hacia las personas con más poder. Todos se quedaron en silencio petrificados ante la imponente figura en sus rostros.
La mirada de George recorre toda la plaza inspeccionándonos con su dura mirada llena de suficiencia. Hace una mueca en señal de fastidio y se ignorando el silencio se dispone a sacar de su pantalón un largo papel que pone frente a su rostro y que seguidamente empieza a leer.