Infierno Escarlata

Capítulo 5

Edith y Milosh entrenaron toda la tarde. Se adaptaba cada vez más a la presencia del joven, y, dentro de todo, las cosas no eran tan malas.

A su vez, la manera en la que hablaba se iba adecuando cada vez más a la sociedad. Los meses le ayudaron a entender las jerarquías, el respeto hacia los superiores y la manera de hablar que tenían.

Le costaba, pero lo hacía con afán de aprender.

Mientras tanto, Milosh aprendía con rapidez. La pelirroja se entusiasmaba al percatarse de que todo lo que había aprendido le serviría a alguien más.

—Duque Milosh… —llamó la atención del chico.

—Dime, Edith —contestó luego de soltar la flecha. Dio en el blanco.

Se puso un poco nerviosa, no sabía cómo podía llegar a tomar tal osada pregunta. Esperó unos segundos, y cuando por fin se atrevió, soltó:

—Espero que esta pregunta no incomode, pero... ¿Cuántos años tienes? —preguntó, llevando sus manos detrás de la espalda.

El niño soltó una pequeña sonrisa.

—Once años. Jamás me he atrevido a explorar las afueras de mi castillo, pero tengo Fe en la promesa que le he dado a mi padre. Ser el caballero y explorador más vanidoso.

—Casi como yo… —exclamó—, y será mejor que prosigamos, tus padres esperan gran esfuerzo para ayudarte.

Pero el entrenamiento se pospondría, ya que un llamado hizo que Edith y Milosh se distrajeran. Los señores los estaban convocando.

Caminaron por varios minutos, explorando los pasillos de roca hasta llegar a la gran sala. Allí, la joven se dispuso a dar la reverencia.

—Duques, placer estar frente a ustedes.

—Saludos, jovenzuela —enunció Adeus—, buenos días, hijo mío. —Se dirigió hacia él, tomándole la mano.

—Lamentamos interrumpir vuestro entrenamiento. Pero, debemos felicitaros a los dos por haberse esforzado y crecido como guerreros.

Se permitió una pausa Rosalba para tomar aire:

—Milosh… se te ve poderoso. Te hemos de felicitar por tal desempeño en tus cualidades de lucha y supervivencia —terminó de hablar la castaña para dejarlo a su esposo:

—Y con respecto a ti, pelirroja… quisiéramos agradecer tal valentía de disponerse a colaborar en las tareas del ducado. Tu astucia ha permitido que nuestro hijo se fortalezca, y hemos de entregarte un obsequio para sellar nuestra gratitud.

Cuando terminó de decir esto, Adeus reveló lo que había debajo de una tela purpura. Todos pudieron verlo, Edith no supo que decir.

Hermoso arco fabricado con madera de roble. Lucia grabados que habían sido hechos en todo lo largo del objeto, y en las puntas, este remataba con dos placas de hierro que lo ornamentaban.

Quedó boquiabierta. Edith no pudo evitar que alguna lágrima se escapara, y cuando se dio cuenta de que estaba llorando, las secó.

—Agradezco por todo esto. Por haber salvado a mi amigo y por el regalo. —Sentía que podía confiar en ellos.

Esa imagen que recibió hacía tiempo comenzaba a despintarse un poco para revelar algo; no todas las personas querían dañarla.

Edith esbozó un suspiro entrecortado, y luego de tomar aire, prosiguió:

—Llegado al pueblo hace poco y me siento en hogar. —Sonrió. Se acercó hasta Adeus y tomó el arco.

Era suave al tacto, y de vez en cuando sentía los relieves tallados. Tenía una firmeza, resistencia y ligereza más definidas que le facilitarían tiros certeros.

—No des las gracias, joven —comentó Adeus.

—Ahora, preparaos, he enviado a que apronten el banquete más variado y delicioso que hayáis probado en vuestras vidas.

Obedecieron, sin rechistar. Se dirigieron hacia el gran comedor. Milosh le propuso a Edith jugar un tiempo, y como la chica aceptó, estos correteaban por los pasillos para divertirse.

—Joven Milosh, niña Edith… los duques están esperándolos. —Una de las sirvientas interrumpió la diversión para llamar su atención—, hoy tenéis a una invitada… y niña, ajústate el sombrerillo, para que no te vean.

Edith se puso nerviosa, tanto que olvidó arreglar su cabello y dejó que se le vieran mechoncitos. Una desconocida estaría a su lado, podría ser enviada de Octabious.

Estaba muy inquieta, sus piernas y manos temblaban. No quería ser descubierta, no cuando su vida estaba en equilibrio.

¿Y si Octabious la asesinaba? ¿Y si perdía a Erriel para siempre? Estas eran preguntas que invadían su mente y no la dejaban razonar en tranquilidad.

Pasado varios minutos, la silueta de tres personas reflejadas en una de las paredes del castillo se hizo presente. Edith se puso firme, bajó la mirada y esperó a que todos se sentaran.

—Edith, Milosh, dadle la bienvenida a Margery, una de las más prestigiadas hilanderas —dijo Rosalba para que, después de eso, la saludaran.

Milosh lo hizo sin preocupaciones, pero Edith dio su bienvenida en un susurro.

—Buenos días, jóvenes. Provengo de las tierras de Kentreida, y un largo viaje he realizado para estar hoy con ustedes y los duques —exclamó la rubia.



#13506 en Fantasía
#18247 en Otros
#2314 en Aventura

En el texto hay: fantasia, misterios, aventura epica

Editado: 20.07.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.