En la orilla de la isla, John respiraba profundamente. Esa calma... esa tranquilidad... esa paz... era algo que ni todo el oro del mundo podía comprar.
Sin que se diera cuenta, al lado de John apareció un hurón blanco con los ojos rojos que se relamía los bigotes antes de dar un pequeño bostezo. Cuando el hurón lo miró, sus ojos podían reflejar el cuerpo de John retenido por unas cadenas y sujetadas por dos candados, uno plateado y otro dorado.
Por otra parte, el Señor C miraba al hurón mientras sonreía bajo la máscara.
—Ya lo comprobé... esa cosa le quitó el primer limitador.
Aunque fue un susurro, el hurón se giró para mirar al Señor C. Corriendo hacia él, el Señor C se arrodilló y acarició al hurón, que lamía su mano juguetonamente.
—Eres lo único que no puedo leer. Me pregunto ¿qué eres en realidad?
Suspirando, el Señor C caminó hacia John mientras el hurón desaparecía.
—¿Estás mejor?
John se sobresaltó un poco al ver al Señor C tan de repente.
—¿Por qué debería estarlo?
Suspirando mientras negaba, el Señor C abrió una grieta.
—Vamos, te llevaré de vuelta con tus amigos.
Cuando John atravesó la grieta, el Señor C lo miró fijamente.
—Es muy pronto aún... si no acepta lo que siente... puede que sea difícil al final.
Al atravesar la grieta, el Señor C fue atrapado en llamas celestes mientras dos espadas que detuvo con sus manos lo intentaban atravesar a los lados.
Cuando Pyhryus dejó de lanzar sus llamas, se impresionó enormemente.
—Ni un rasguño... ¡ni siquiera la ropa!
—Aún así. Lucifer, Uriel, dejad de jugar y cortarle los brazos, este tío es otro peligro.
—¿Perdón?
Ignorando la pregunta del Señor C, Mike miró a Lucifer y Uriel.
—Venga, es solo un humano. ¿Por qué tardáis tanto?
Liliana caminó hacia Mike.
—No es un humano tan simple, Mike.
Fue entonces que Mike se fijó en algo, el Señor C no se estaba esforzando por detener las espadas en manos de Lucifer y Uriel, mientras que ambos intentaban desesperadamente incluso que soltara su agarre.
—No posee candados de la mortalidad.
Al mirar el espejo, Mike vio que alrededor del Señor C no había cadenas, ni candados.
—Procede de otro universo diferente.
—Alguien con sentido común, no me esperaba menos de alguien que ha vivido tanto.
El Señor C desapareció del lugar en el que se encontraba, sentándose frente a Edward en una de las diversas mesas que había en el sótano.
—Yo soy Edward, abuelo de ese botarate rubio. ¿Cómo debería llamarte?
—Señor C.
Edward sonrió mientras sacaba un ajedrez y colocaba las piezas en el tablero.
—Debería suponer que es un acrónimo, ¿correcto?
—En efecto.
—¡Aléjate de esa persona, Edward! ¡Su fuerza es antinatural!
Dando un golpe en la mesa, Edward miró a Lucifer seriamente.
—¡Tan viejo que eres y no te has dado cuenta de que si quisiera, ya habríamos muerto!
Edward tosió, recuperando su compostura y sonriendo al Señor C.
—Perdoname por esta brusquedad, algunos animales aquí presentes no se atañen a modales.
—No se preocupe. Soy un total extraño, acabo de raptar a John unas horas, es normal que se encuentren a dicho nivel de defensa.
Tras colocar las piezas, Edward se levantó y pulsó la pared, revelando un minibar en el que se sirvió un whisky con hielo.
—¿Qué te gustaría beber?
—¿¡Aquí tienes alcohol!? ¡¡¡Si guardamos armas aquí abajo!!!
—Por eso, es el último lugar donde se le ocurriría buscar a ese puñetero hechicero africano para quitarme el whisky. Ahora Mike, deja que los mayores hablen.
—¿No tienes miedo de que Papa Legba venga a por ti?
—Señor C, sinceramente, aunque ese dios espiritual del voodoo intente atraparme en el limbo o lo que sea, tengo boleto de resurrección permanente por parte del propio rey del infierno. Dudo que Papa Legba quiera meterse con alguien más antiguo que el por decir lo menos.
El Señor C se rió levemente por las palabras de Edward.
—Me gustaría tomar un poco de té frío, sin hielo, con dos cucharadas de azúcar. Si está a temperatura ambiente lo agradecería.
Tras servirle al Señor C un té rojo frío dulce, Edward se sentó frente a él, fumando un puro mientras sonreía.
—Tu traje es exquisito he de decir, Señor C. Aunque particularmente prefiero el beige.
—Por lo que a mi respecta, me encanta el reloj de bolsillo. Le da un punto de sofisticación a su traje.
Moviendo su mano, el Señor C cambió el color de sus piezas a azules.
—El negro es un buen color, no obstante prefiero un color más vivo. Espero que no sea inconveniente que le haya cambiado el color a las piezas negras.
—No se preocupe por ello, Señor C. De todas formas es mi invitado, así que me gustaría que tuviera las blancas.
—Me niego, es usted el anfitrión, merece ser el que comienza.
—Como desees.
Aunque Mike, Uriel y Lucifer no entendían nada de lo que ocurría, Videth, Liliana y Pyhryus miraban de manera diferente al Señor C.
Videth y Liliana lo miraban con extrema precaución, ya que era un ser que no poseía limitaciones siendo un mortal. Pyhryus, en cambio, entendía porque no poseía los candados y mucho menos tenía miedo, le bastó solo con ver cómo cambió el color de las piezas para entenderlo.
El Señor C cambió la realidad con un gesto de su mano, para alguien como Pyhryus, eso era algo reservado para los dioses o incluso para las leyes del universo. No era un cambio superficial, sino un cambio en la existencia misma de las piezas.
Habían pasado ya quince movimientos, descubriendo que el Señor C era hablador, respondiendo cada pregunta que le hacía Edward, y a su vez, Edward le respondía las preguntas que tenía.
—Con razón es tan amable y sabio Edward. Vivir por más de trescientos años... eso es admirable aunque haya sido con ayuda de Lucifer.
—Quitando los momentos de mis últimas nueve muertes, lo demás ha sido entretenido. He tenido ya tantos DNIs que me duele la cabeza solo de pensar en el siguiente a recordar.
Moviendo el caballo, Edward miró al Señor C.
—Y dime, Señor C, ¿qué haces en este universo?
Antes de que pudiera mover, el Señor C cogió la pieza del rey y la alzó.
—Es un error inesperado. Mi universo colisionó con el vuestro tras una pelea que tuve... emm... Mejor dicho, podría decir incluso que cuando intenté regresar a mi tiempo original, acabé en otro universo. Los viajes en el tiempo son muy difíciles e inexplicables.
Moviendo la pieza del rey una casilla adelante, el Señor C miró a Edward.
—Aunque lo que me hizo quedarme fue lo que vi. Ese cielo rojo, y todo lo que existe en silencio, no escuchaba ni el sonido del viento. El suelo teñido de sangre seca, los edificios destruidos...
Con sus palabras, Edward miraba al Señor C seriamente mientras que los demás quedaban estupefactos. No obstante, Pyhryus sintió algo con las palabras del Señor C.
—Aunque me encontré con una chica en ese panorama... pero eso no es importante. Lo que me importa es por qué el futuro es así, y quién lo ha hecho. Lo que quiero saber es quién es el desalmado que se ha atrevido a mancillar el futuro con semejante distopía.
Pyhryus sonreía, había notado la ira escondida en las palabras del Señor C, y no era agradable. De hecho, hizo que la presión en el aire se elevara imperceptiblemente. Eso solo aseguraba lo que pensaba Pyhryus de ese hombre, era peligroso hasta el extremo, y tenía bajo su poder el control de algunas leyes del universo para alcanzar ese nivel de fuerza.
—¿Has visto a esa chica?
Uriel y Lucifer, en cambio, estaban alarmados. Eran los únicos que sabían que Sara sería la única superviviente en el futuro, pero sería perseguida por "algo" hasta que ella muriera.
Sin responder, el Señor C dividió la parte inferior de su máscara, maleandola, mostrando una sonrisa. Solo colocó su índice en sus labios antes de tomar el té y darle un sorbo. Tras ello, mientras veía su reflejo en el té, el Señor C sonrió.
—La historia es muy complicada. Si no tuviera mis poderes actuales, incluso tendría que pasar años armando las piezas del rompecabezas para comprender lo que ocurre...
—Entonces, Señor C, y si no me equivoco por lo que has dicho, tienes un poder que te permite leer la historia. ¿Me equivoco?
Con la pregunta de Edward, el Señor C siguió sonriendo mientras miraba el té.
—Hay cosas que es mejor saber lo menos posible... o incluso no conocer nada en absoluto.
—Alguien te persigue... ¿verdad?
Pyhryus sonreía mientras se situaba frente al Señor C, mirándolo hacia abajo. El Señor C, en cambio, suspiró mientras seguía sonriendo antes de volver a beber té.
—Este "universo", como lo llamáis vosotros, es especial. No se puede acceder tan fácilmente, quizá debido a la existencia de los dioses, ángeles, demonios, figuras heroicas... de donde procedo no existen seres así... bueno... existen, pero no así... ni siquiera debería involucrarme, no debería estar aquí.
El Señor C abrió la mano frente a él, haciendo aparecer un libro de cristal que se abrió y comenzó a pasar las páginas lentamente junto a un sonido crujiente.
—Esto lo deberíais conocer...
Uriel y Lucifer reaccionaron solo después de reconocer el libro, Videth y Liliana, en cambio, lo reconocieron al instante.
—Tienes en tus manos el propio registro de la existencia de todo el multiverso.
Videth habló haciendo que Mike tardara en comprenderlo, sin creer que existiera, Edward en cambio, escupió el whisky antes de toser.
—¿Qué es eso?
—Veras John, coleguita... ese puñetero libro es el Registro Akashico. Su origen se basa en la religión teosofica. Según lo que dicen, el Registro es un compendio de acontecimientos, pensamientos, palabras y emociones que ocurren en el pasado, el presente y el futuro, concernientes a todas las criaturas vivas, que vivieron alguna vez, o que vivirán.
Lucifer se rió levemente con la explicación de Mike.
—No solo eso, ese puto librito te permite crear paradojas, se reescribe solo en cuestión de segundos.
—En teoría, uno podría matar a un dios poseyendo ese artefacto, al menos eso decía el viejo Buda... ni siquiera Excálibur, Claiomh Solais, Ru Yi Bang, o incluso la propia lanza del destino podrían equipararse al registro.
—Ohh, venga hermanito, ¿en serio le haces caso a ese gordo que solo sabe poner la mente en blanco en una roca?
—Buda es muy sabio, Luci, sus enseñanzas abarcan mucho.
—Por eso más de un inmortal ha elegido el camino de un demonio en su cultivo.
El Señor C tosió, haciendo que se quedaran en silencio antes de apuntar con su índice el libro de cristal y hablar en voz alta.
—Según puedo leer, ningún inmortal fue impuesto a seguir un único sendero. Solo buscaban lo mismo, la inmortalidad.
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Editado: 13.05.2024