Me encontraba en mi departamento y ya era tarde por la noche, las luces estaban apagadas exceptuando la de la habitación donde me encontraba. Sobre el inodoro se encontraba mi pijama doblado mientras que debajo del lavamanos estaba tirada la ropa sucia que había usado hoy. Acerque mi mano a la canilla para abrir el agua caliente y seguido gire la otra para que el agua saliera de la cabeza de la ducha.
Deje salir un suspiro y me saque la ropa interior para ingresar a la ducha, al principio le costó un poco a mi cuerpo acostumbrarse al agua caliente, pero una vez que eso paso me metí completamente debajo del chorro de agua. Una sensación reconfortante recorrió mi cuerpo al momento de sentir las gotas de agua caliente bajar por mi piel, tomé el jabón a un costado y comencé a enjabonar mis manos para después pasarlas por todo mi cuerpo.
El primer lugar fue la cara, la espuma se generó en mis cachetes y después pasé mis jabonosas manos por los ojos, por lo que cerré mis parpados. Sin embargo, al momento de hacer eso, descubrí que tenía gravado en el interior de mis retinas la imagen de esos tétricos seres de blanco similares a maniquís sin rostro y solo con una boca. Observar repentinamente eso mientras me bañaba me asusto tanto que rápidamente volví a abrir mis ojos acompañado de un grito que casi me resbalo cayendo al suelo, pero a último momento me agarre de la jabonera pegada a la pared a mi lado.
-Por dios –me dije a mi mismo, volví a llevar mis manos al rostro para frotarme los ojos, aunque cuando los cerré simplemente volvió a ocurrir lo de hace un momento. En la oscuridad que envolvía a mis ojos yacían esos “Merodeadores” como los llamo Maricruz, sus bocas con afilados colmillos mostraban una aterradora sonrisa, mientras el resto de sus cuerpos blancos estaban manchados de sangre.
Sin aguantar un segundo volvió a abrir mis ojos, mi corazón estaba acelerado y mis piernas se movían como gelatina. No me encontraba sudando, ya que el agua de la bañera limpiaba todo eso, pero, aun así, el agua caliente no era suficiente para tranquilizar el terror que sentía y paralizaba a todo mi cuerpo.
Comencé a hiperventilarme y sentí que bañarme ya no era una buena idea, esta era la primera vez en todo el tiempo que llevo viviendo solo que me arrepentía de eso. Empece a aterrarme el hecho de que la única de certeza que tenía era que estaba solo en casa < ¿Y si esos seres aparecen para terminar el trabajo?> con miedo esa duda comenzaba a brotar en todo mi ser.
Una cortina de plástico me separaba de la vista de la puerta, no poder verla me provocaba el miedo de que alguien pudiera abrirla para saltar y atacarme. No me importaba si el piso se mojaba, a eso podría limpiarlo más tarde, corrí la cortina de plástico para sentirme más seguro mientras me apresuraba en bañarme, pero esa sensación de seguridad no duro mucho tiempo. Ahora me preocupaba lo que se escondería en la oscuridad del departamento detrás de esa puerta, esos seres podrían encontrarse ahí mismo.
No era una buena idea, pero no quería volver a cerrar los ojos, así que en vez de usar champú para lavarme el pelo utilice el jabón, me rasque la cabeza generando espuma y evitando que esta se acercara a mis ojos para no tener que cerrarlos. Cuando ya no daba más daba muchos parpadeos rápidos que duraban menos de un segundo. Cansado de esto decidí que ya estaba lo suficientemente limpio, por lo que cerré la canilla de agua y tomé la toalla colgada a mi lado para comenzar a secar todo mi cuerpo desnudo, no era un cuerpo robusto y tallado en músculos, pero tampoco era una que me generara una mala condición física, así que estaba bien con eso.
Después de respirar profundamente mientras secaba mi cuerpo podía sentir como de a poco comenzaba a relajarme, aunque sea un poco, pero esa chispa de felicidad no duro cuando la puerta del baño comenzó a moverse lentamente. Escuchar como rechinaba al momento de abrirse coloco mi piel de gallina y alerto cada fibra de mi cuerpo, me apresure en colocarme un bóxer, pero después de eso me aleje al interior de la bañera nuevamente -¿Quién está ahí? –le grite a la oscuridad del otro lado, aunque no obtuve respuesta.
En ese instante las cortinas de plástico se movieron –Es el viento, es el viento, es el viento –me repetia a mí mismo sin cerrar los ojos bajo ninguna circunstancia. La peor parte de eso es que si hubiera sido el viento habría sentido una briza de aire en mi cuerpo mojado y ese no fue el caso, sumado a que estaba todo cerrado me aferraba a una hipótesis que se caía a pedazos.
De repente comencé a sentir ligeros pasos en la madera del piso de la sala, mi ansiedad aumento a más no poder y, aunque quisiera cerrar los ojos para no ver lo que se acercaba era simplemente imposible. No podía escapar de esos tétricos seres, tuviera los ojos abiertos o no los encontraría en frente de mí, utilice mi brazo para cubrir la vista de la puerta al mismo tiempo que escuchaba como esta se abría más y más hasta chocar contra la pared y dejar de rechinar.
Fue en ese preciso momento cuando sentí algo acercarse a mí y, y, y como toco mi hombro, lo que me hizo gritar descontroladamente –Tranquilo marica, me estás dando demasiado placer, pero esto ya es absurdo. Poco más y le tendrás miedo a tu sombra –me controle al percatarme de que la figura que se encontraba delante de mí: piel gris, ojos rojo oscuro, cabello negro como el carbón, unos colmillos en la boca, alas de murciélago, una cola y cuernos en la cabeza. Se trataba del estúpido e imbécil demonio Remiel quien me hizo asustar; y la peor parte es que por algún motivo también se encontraba completamente desnudo volando con sus alas delante de mí.
-¿Tú fuiste el de los sonidos? –quise saber.
Remiel separo su vista de mi por un segundo –Ehmm chi –contesto bajando la mirada como un perrito apenado. Pero eso no hizo efecto contra mí, estaba furioso por todo lo que me hizo asustar ese maldito imbécil solo para su placer personal.
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Editado: 12.02.2022