MICHAEL.
Este día se puede decir que me fue de maravilla. Les robé el aliento a varias chicas en el instituto. No es algo nuevo o poco frecuente pero me gusta actuar como si lo fuera.
Ahora me encuentro en casa, disfrutando de un coctel, mientras aprecio las estrellas desde el jacuzzi.
¡Qué vida tan dura! –Dice mi mente sacándome varias risas y un suspiro.
A decir verdad, no tengo preocupación alguna, ni siquiera mis estudios se pueden catalogar como una, ya que me importan un pepino.
Mis padres siempre me han pagado Colegios y demás. Lo aprecio y quisiera agradecerles por ello con un promedio ejemplar pero, eso no es parte de mí.
Estoy acostumbrado a obtener todo lo que quiero con sólo pedirlo. Incluso con las chicas tengo lo que deseo; todas se presentan fáciles y dispuestas. Debo confesar que en ocasiones, esto suele aburrirme.
Navego en mis recuerdos y pensamientos. Repentinamente, una voz irrumpe en mi mente. Vuelvo a la realidad y puedo ver a mamá junto a mí, hablándome.
-¿Michael? ¿¡Siquiera está escuchándome!? –Pregunta lanzándome agua en la cara
-¡Mamá! –Me quejo- Estaba pensando, perdón. ¿Qué es lo que necesitabas? –Pregunto pasándome las manos por la cara
-Julie salió esta mañana para su pueblo y, necesito algunas cosas para la cena –dice mirándome
-¿Y? ¿Yo qué tengo que ver ahí? –Pregunto sin entender
-Quiero que por favor, dejes esto, -me quita mi coctel haciendo que me quejara- salgas de ahí, te cambies y vayas al supermercado por lo que falta para nuestra cena –dice jalándome de la oreja- En la cocina está la bolsa de las compras y ahí la lista
-Ay, ay, ay, ay… ya voy, ya voy –digo saliendo a regañadientes de mi amado y tibio jacuzzi.
Hago todo lo impuesto por mi madre y salgo de la cocina con la bolsa de compras para irme. Allí, me topo con mi hermanito de seis años, quien juega con unos carritos. Al notar mi presencia, para de jugar.
-¿A dónde vas, Mike? –Pregunta acercándose a mí
-Voy al súper por algunas cosas, Mattie –digo sonriéndole
-¿Puedo acompañarte? –Me mira con ojos de súplica y su carita tierna
-Claro, no hay ningún problema. Vamos, pequeño –digo tomando su diminuta mano
Entramos al garaje, luego a mi auto. Allí, Matthew se sienta en mis piernas y pone sus manitas en el volante.
-¿Conducirás tú? –Pregunto juguetón
-Claro que sí –dice sonriente
-¿No crees que necesitarás un poco de ayuda? –Pregunto esperando su respuesta
-Eso creo –dice mirando el acelerador y la palanca, los cuales no podrá alcanzar.
Nos conducimos al súper escuchando el magnífico CD de Mattie, lleno de miles de canciones de los Backyardigans.
¡Yupi!
Al fin llegamos y no puedo parar de celebrar. No es por nada pero, ya me sabía todas las canciones al derecho y al revés.
Subimos el ascensor desde el estacionamiento hasta la parte principal del supermercado.
Pasamos y nuestros rostros reflejan asombro. Apreciamos la increíble decoración de otoño, que adorna todos y cada uno de los rincones del lugar.
Nos adentramos en éste y comienzo a pasar por las estanterías, tomado las cosas que están en la lista que escribió mi madre.
He tachado todas ellas. La bolsa está casi llena.
Casi llegando a la fila, puedo notar que la mirada de mi hermano menor se fija en una especie de caja con una hoja seca típica de otoño dibujada, que tiene una cara tierna y alegre. Matt, la toma y viene corriendo hacia mí.
-¿Mike, me la compras? –Pregunta muy suplicante
-A ver, déjame pensar… -digo haciéndome el pensativo
-Por fa, por fa, Mike… -suplica
-Está bien. Sólo quédate quieto cuando estemos en la fila –digo serio
-Okay –dice lanzando la caja en la bolsa.
La fila para pagar es algo larga.
Luego de diez minutos aproximadamente, somos los terceros en ésta. Volteo y veo que detrás de nosotros hay como ocho personas. Algo peculiar se presenta. A lo lejos, una pelirroja le ruega a una obstinada señora que le abra un espacio en su lugar, a lo cual ella se niega. La chica gruñe, causándome un poco de gracia. Justo cuando iba a devolverse a su puesto (que por cierto era el último), decido ir para ofrecerle un lugar al frente de Mattie y yo.
-Ey, tú –digo logrando que se acercara
-¿Me hablas a mí? –Pregunta acercándose
-Sí, a ti –Digo viéndola
-¿Qué pasa? –Pregunta
-Escuché que necesitabas un puesto –digo al oído de ella
-Escuchaste bien –dice en voz baja
-Si quieres, puedes tomar un lugar frente a mí –susurro
-¿Enserio? –Me mira asombrada- Muchísimas gracias de verdad –dice sonriendo
-De nada –digo devolviéndole la sonrisa
-Voy por mis compras –dice alejándose
(…)
La fila pasa y ahora es el turno de la curiosa pelirroja. No lleva muchas compras pero por lo que veo, son para su cena.
Pasamos nosotros y mientras el cajero me cobra, veo una cadena plateada con un dije de luna llena.
Es bellísima.
Le hago señas al chico en la caja y éste me da el hermoso collar. Leo unas pequeñas letras que están en el empaque: “Brilla en la oscuridad en color: blanco, rojo, rosado y morado”.
No es que me lo vaya a poner pero está espectacular. Si fuera una chica estoy seguro de que lo amaría.
Pago por todo, incluyendo el bonito collar, que después coloqué en mi bolsillo.
Salimos del supermercado y allí nos encontramos a la pelirroja. Está de espaldas, dejándonos ver una hermosa chaqueta de jean con algunos planetas y estrellas impregnadas, junto con la luna.
De la nada, gira su cabeza y se despide con la mano luego de agradecerme nuevamente por haberle dado el puesto.