Inocente

|Capítulo 8|

Las paredes tienen un mal olor y el moho era visible entre estas cuatro paredes. La puerta estaba cerrada y la única que tenia la llave era yo, estoy escondida entre la oscuridad de la habitación mirando a mi victima inconsciente, con hematomas en los brazos y piernas. Estaba furiosa y necesitaba deshacerme del sentimiento. 

¿Porqué? La respuesta puede ser simple, mi tía, la hermana de mi madre vino desde Nueva Jersey hasta este pueblucho a venir a reclamarme. Al parecer mis abuelos biológicos decidieron antes de morir que, cuando alguno de mis padres muriera —en este caso los dos— podían reclamarme a mi o mi… hermana, pero con mi gemelita esta muerta. La opción era yo. 

Claramente yo no sabia nada de este trato o decisión que había tomado las personas que le dieron la vida a mis padres y que además nunca conocí. 

Lo único que vi en los ojos de aquella señora que decía ser mi tía, era pura ambición, dinero era lo que quería. Pero como soy la gran puta me negué a quedar como una criada de alguien. En el pueblo sabían que los señores McNamara eran personas con dinero, estuvo mucho tiempo en el periódico cuando se enteraron de la puerta de la pareja. 

¿Quieren saber lo que hice? La satisfacción me recorría las venas, al ver a mi queridísima tía sangrar al cortar sus dedos que apoyo en el mesón con un cuchillo de carnicería. Los gritas fueron escuchados por toda la cabaña por no decir el bosque, el miedo en sus ojos me causo tanta alegría que hasta me hiso recordar la mirada de mis primogénitos cuando gritaban por todas las cosas malas que hacia. 

Al final el resultado fue el esperado, la señorita Natalia termino encontrada muerta en el lago que esta a unos cuantos metros de mi casa, sin los dedos de su mano derecha y los ojos vendados. La noticia no tardo en transmitirse por los canales, la radio, el alcalde puso al pueblo en estado de cuarentena. 

Creo que exageraban un poquito, solo se permitía salir hasta las cuatro de la tarde. La gente se empezó a encerrar en sus casas y solo salir cuando sea necesario; yo no seguía ese tipo de reglas. Siempre hacia mi caminata  nocturna, recorriendo a veces el bosque y caminar por la calles de los vecindarios. 

Lo que me molestaba es que hasta ahorita vienen a reclamarme cuando ya era una adulta, solo por dinero me buscaban. 

Dejo mis pensamientos cuando escucho un quejido del hombre que se encontraba en frente atado a una silla. No podía verme el rostro ya que tenia una de mis mascaras y mi cabello corto, rojo como la sangre , por lo tanto no llamaría tanto la atención. 

El hombre despertó desorientado mirando a los lados con un nerviosismo y rapidez que me dejo sorprendida, normalmente se quedan pensando derramando lagrimas y gritar por ayuda. 

Empezó a gritar pidiendo ayuda, que lo sacaran de este lugar. Acomode mi camisa manga larga negra silenciosamente para que no me escuchara, muy pronto iba a morir el hombre pero tenia razones para ese ser; llamado humano se fuera al infierno. 

Me quito la mascara y arreglo un poco mi cabello, dejo caer la mascara haciendo un sonido que opaco los gritos del hombre que se encontraba en frente. Dejo de gritar y miraba a los lados para comprobar que había alguien adentro… y ese alguien era yo. 

Me acerco saliendo de la oscuridad revelándome con la luz que emanaba de la rejilla de arriba que daba directo al bosque. Un pequeño sótano que estaba en mi pequeña y humilde cabaña, recuerdo que el lugar estaba lleno de cajas y cosas viejas. Unas las conserve para preservar el recuerdo de mis abuelos y otras tan simplemente las bote a la basura. 

La mirada de aquella persona me analiza aun con el terror recorrido su cuerpo. No encontró nada en mi rostro, lo único fue la frialdad y la neutralidad que podía expresar. 

—Por-fa-vor sa-s-queme de… aquí —tan solo fue un murmullo que me hizo sonreír retorcidamente. 

Muevo mi cabeza a un lado manteniendo mi sonrisa, al parecer el hombre si tenia un poquito de cerebro porque se dio cuenta que soy la persona que lo capturó. 

—Valla esas cicatrices son profundas — me acerco a una de ellas y con la yema del dedo la recorro manchándome de sangre, la aprieto un poco, haciéndolo gritar del dolor. Alejo mi dedo me quedó mirando la sangre, acariciándola con mi yemas —¿Tanto te duele? 

El no respondió y me hiso enfurecer. 

—¡Responde! ¿¡Te dolió!? — grite habiéndole entender que si quería salir con vida tendría que hacer todo lo que diga. 

Asintió asustado. 

Suspires y camine alrededor suyo, manteniendo mis ojos en el. Tomo su cabello, lo jalo hacia atrás. Jadea del dolor. 

—¿También supiste de dolor que le hiciste aquellas niñas? Cuando las usaste contra de su voluntad ¿Para que? — escupí a un lado— saciar es deseo primitivo que tienes, te digo que la pedofilia no es un tipo de sexualidad. 

Golpee su rostro haciendo que se rompiera el labio. 

Yo tal vez mataba porque así podía desahogarme pero yo tenia un limite, a veces, pero la regla era. Jamás tocar a un niño o una niña indefensa incapaz de defenderse. Puedo ser cruel, tal vez no me gusten los niños pero jamás en mi vida los haría sufrir. 

—¡Dime! ¿¡Lo sabias!?. 

Negó con la cabeza, lagrimas salían de sus ojos pero no me ablando nada. 

—¡No! 



Su respuesta me dejo satisfecha y lo sorprendí cuando desate el nudo que lo ataba, sus pupilas estaba oscurecidas pero vi que acababa de ver el mismo diablo encarnado. 

—Puedes irte, es lo único que quería saber— dije tratando de sonar inocente—. Vamos antes de que mis padres venga y me regañen por haber encerrado a una persona— mi voz sonó como una niña pequeña. 

El hombre me mira como si estuviera loca, no podía creerse que lo estaba liberando después de la tortura que soporto. Podía estar loca y no me sentía ofendida. 

Se levanta cautelosamente viendo que no allá una trampa en algún lado. Camina lentamente hasta llegar al principio de las escaleras, no corre porque sabe que voy detrás de el. Sostenía mis manos haciéndome ver adorable. 

Ya estábamos llegando al final de la escalera, así revelando la puerta del sótano y llevándolo hacia la libertad. 

—Vamos señor, mis padres llegaran en cualquier momento. 

Mis padres volverán para llevarme al infierno, sonreía como una lunática que había conseguido su dulce favorito. El señor abrió la puerta y pude ver sus intenciones de salir corriendo, cuando lo tome del cuello y me acerque a su oído para susúrrale: 

—¿Pensabas que ibas a salir vivo? —rio— mándale saludos a mis padres de mi parte. 

Sin más, le corto el cuello haciendo que la sangre corre con rapidez y me empujó contra la pared para que el cuerpo no caiga sobre mi, haciendo que ruede por las escalera. El cuerpo injerto del hombre que abuso a niñas por tan solo placer se encontraba muerto, ensangrentado en mi piso.  

Antes de cerrar la puerta con llave le dije algunas palabras. 

—Espero que no se te olvide, me llamo Damon. 

Y cierro la puerta haciendo que el silencio se apoderará de la cabaña, así trayendo mi soledad. Claro con una oreja de recuerdo. 
 



#8448 en Thriller
#4758 en Misterio

En el texto hay: misterio, familia, suspenso

Editado: 31.10.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.