Alizee.
Al salir del centro comercial noto que la lluvia ha parado, podré regresar a casa caminando, por lo menos.
La pintura no la pude terminar por el idiota que me interrumpió. Imposible que no vea un cuerpo sentado en el camino. No parecía ser ciego, por lo que podía haberme notado y haber evitado el incidente.
Estando en la puerta de mi casa suelto un suspiro, la lluvia cesó afuera pero adentro nunca tiene fin. Me armo de valor e ingreso casi que, corriendo para no toparme Amber, intento dar pasos en extremado silencio, pero al estar en el último escalón una voz gruesa habla.
—¿De quién huyes Lizee? —me volteo para encontrarme con la vista verde de mi tía.
—De nadie —ruedo los ojos y maldigo mentalmente.
—¿Y por qué entras a hurtadillas? Alguien que no teme nada no entra de esa manera.
—No tengo por qué darte explicaciones de mis comportamientos, si tienes quejas puedes insertarlas en el buzón de sugerencias o comentarle a mi progenitora. Te deseo suerte con eso —sin darle oportunidad a responder me apresuro a entrar a mi habitación cerrando la puerta con seguro.
Mi tía no es el ser que más ame en el mundo. Su manera de tratarme no es precisamente entrañable, es más áspera y desdén. Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos de mi mente, no quiero llenar mi mente y alma de pensamientos que giren alrededor de ella.
Empiezo a acomodar las cosas que llevé al centro comercial mientras tarareo una canción, la pintura la terminaré luego ahora solo deseo descansar un poco.
—Ruky —llamo a mi gato—. Ruky, lindo ¿Dónde estás? —el aludido sale debajo de la cómoda maullando—. Mi bolita fea, ¿Extrañaste a mami? La extrañaste mucho cierto —empiezo a hablarle cuando lo tengo en mis brazos acariciándolo.
La única manera de que algún ser vivo reciba afecto amoroso de mi parte, es que sea un gato que se llame Ruky. Si no cumple con esos requisitos, no existe ningún otro ser que lo reciba.
Luego de un rato de jugar y darle de comer, decido acostarme a dormir.
🌈
Analizo todo mi alrededor buscando ayuda, pero todo está solo, oscuro, no comprendo cómo terminé en este lugar. Es una calle abandonada llena de edificios notablemente destruidos, de basura y en el ambiente hay un olor muy feo, se respira pesado. Sigo mirando a todos lados, a lo lejos diviso un bar y apresuro mi paso para llegar allá, quizás pueda encontrar ayuda. Debo salir lo antes posible de aquí o terminaré muerta y sin órganos.
Cuando llego a una esquina veo a varios hombres reunidos fumando, ellos todavía no me han visto, empiezo a retroceder lentamente para que no noten el movimiento brusco, pero ya a varios pasos tropiezo con un contenedor y por el ruido que causa termina llamando la atención de todos. Cierro los ojos fuertemente rogando que no me hayan notado, antes de mirarlos, ellos me miran devuelta. Me apresuro a darme la vuelta para caminar más rápido, cuando choco con un cuerpo, lo único que hago es cerrar los ojos y temer.
—Vaya, vaya, que dulce bombón tenemos por aquí —habla un chico de los que instantes antes, estaba a metros de distancia.
Cuando está a mi lado, se relame los labios y luego de mirarme de arriba abajo con descaro, sonríe. Hace una seña y los que se habían quedado atrás, se empiezan a acercar.
—Estás hermosa —sus ojos brillan con lujuria—. ¿Por qué huías silenciosamente? —enarca una ceja, al ver que no respondo suelta una risa—. Bien, la gatita no habla.
—Vamos directo al grano entonces —salto en mi lugar al escuchar la voz del que está a mi espalda—. Tienes para elegir o... jugar con todos preciosa —suelta una risa ronca.
—Por favor, déjenme ir... —ruego.
—Claro que si amor —responde el que habló en primer lugar haciendo una seña al que tengo detrás—. Ya tienes el camino libre, puedes irte —me guiña un ojo—. Pero te va a costar alguito... —dice acercándose hasta estar cara a cara.
—No... No tengo nada para darles —digo ya con lágrimas en los ojos.
—Claro que si —dice agarrando un mechón de mi cabello—. A falta de especies, producto, y yo veo —dice dando un paso atrás y mirándome morbosamente—. Veo que tienes bastante —se acerca otra vez—. Puede ser por las buenas o tristemente te dolerá más de lo que imaginas —se inclina a mi oído—. Tú decides.
—Por favor, prometo que nunca volveré, pero déjenme ir, yo, no...., no he hecho nada malo —digo entre llanto.
—¿Cómo es tú nombre hermosa? —ignora mi suplica.
—A... Ana —miento.
—Bien. A... Ana —imita mi titubeo y se ríe—. Yo soy Robert y creo que eres inteligente y sabrás elegir bien ¿cierto? —habla mientras sigue jugando con mi mechón de mi cabello.
—No... de...
Vuelve a hablar sin dejarme terminar.
—Perfecto. Chicos, ya saben que hacer —se aleja y me sujetan dos de ellos.
Empiezo a gritar con todas mis fuerzas y a negarme, pero me agarran más fuerte, rompen mi blusa e intentan besarme, pero me muevo tanto que alcanzo a esquivar tanto como puedo.
—Voy a contar hasta tres y te vas a quedar quieta o seremos rudos contigo —me grita Robert.
—Y yo voy a contar hasta tres y la van a soltar para dejarla ir —dice una voz que proviene atrás de su espalda.
Robert empieza a reír.
—Y se puede saber ¿Tú quién mierda te crees? —se voltea.
—¿Yo? No me creo, no te equivoques, yo soy, no hace falta tirármelas de malo como tú.
—Vaya, vaya, vaya. Pero parece que alguien quiere morir hoy —ríe sarcásticamente—. Vete ya niño, a molestar a otro lado, tenemos cosas importantes que hacer —le da la espalda.
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Editado: 16.07.2021