Jacque.
Había pasado una semana desde que Karl no me buscaba y posiblemente era el mayor tiempo que pasaba sin que tuviera a la pelirroja pegada como garrapata. Me encontraba jugando videojuegos con Diego, mi vecino y mejor amigo.
—¿Y qué hiciste cuando la viste en tú cuarto? —pregunta el moreno.
—Le pedí amablemente que se retirara.
—¿Y se fue sin más? —percibo sorpresa en su tono de voz y mirada.
—También le dije que la próxima vez iba a acudir a las autoridades —respondo sin mucho interés.
—Jack, la policía no le va a hacer nada, tienes que hablar con algún familiar y que la lleven al psiquiatra —termina de decir encogiéndose de hombros.
—¿Tú crees? —lo miro.
—Quizás es lo mejor que puedes hacer de momento por la salud mental de ella y para que no te moleste a ti.
—Mmm, lo pensaré —digo soltando el control.
—¿No vas a jugar más?
—No, me aburrí ya y tengo hambre ¿Pedimos algo? —pregunto estirando las piernas.
—No tengo dinero, con el que llevaba compré el juego —señala al mencionado, con el cual jugábamos hace unos segundos—. Y el resto tuve que gastarlo pagando una malteada y una hamburguesa —dice soltando un suspiro.
—¿En Mike's? —pregunto mientras busco mis zapatos.
—No, en una chica del centro comercial —cuando iba abrir mi boca para responder, él vuelve hablar—. Le estaba enviando un mensaje a Megan y al no prestar atención en el camino choqué con ella, por ende, con su comida.
—Diego, somos capaces de persuadir movimientos sin necesidad de estar enfocados en el camino —le pego en la cabeza—. Ella te tuvo que haber visto, no tenías que pagar su comida, ya que tampoco hizo nada para evitar el accidente —me encojo de hombros.
—Si me vio, de hecho, se quedó mirándome fijamente y por eso no se movió.
Suelto una carcajada.
—No te rías, si yo fuera mujer me quedaría embobado también observándome —dice bajando y subiendo las cejas.
—No seas idiota, lo único atractivo que tienes, es tú auto —suelto una pequeña risa todavía.
—Bueno, pues ella me quedó mirando y no fue por mi auto —hace una pausa—. Se negó a que le pagara la comida, pero aun así quise hacerlo. Tenías que haberla visto, tiene los ojos más lindos del puñetero mundo —suspira.
Lo hemos perdido.
—¿De qué color eran?
—Eran cafés —suelto otra risa—. Pero no cualquier café, un café especial, un café diferente y único. Era muy bonito el tono que tenían, no era como la mayoría de ojos color caca del 85% de la población —se ríe—. Incluso, tenía un ojo un poco más claro que el otro, como si fuera heterocromía, pero en lugar de tener un ojo verde y otro azul, los dos cafés, pero uno más intenso que el otro.
—Ya, muy linda la historia de amor. ¿Quedaron para salir? —pregunto tomando las llaves del carro.
—No.
—¿Cómo qué no? —enarco una ceja.
—Ni siquiera sé su nombre —pone una mueca llena de tristeza.
—¿Por qué no se lo preguntaste? —digo mientras tomo el celular y empiezo a responder unos mensajes.
—Porque me dio pena.
Alzo la mirada y suelto una gran risa.
—¿Tú Diego Lawsquine con pena de ligar con una chica? —sigo riendo.
—No te rías Jacque -me fulmina con la mirada y me tira una almohada—. Es que... Lo que ella transmitía y como se veía, era... diferente. Llamó mi atención obviamente, pero mientras estaba cautivado tratando de descifrar que la hacía ver así... como... un ángel, olvidé preguntarle su nombre e invitarla a salir —se cubre la cara con sus manos.
—Y también te olvidaste de Megan.
—Un poco... Pero Megan y yo no somos nada oficial —chasquea la lengua—. De todas formas, no creo volver ver a esa chica, solo vivirá en mi memoria —dice poniendo un puchero.
—¿Vas a querer comer o no? —pregunto cambiando de tema.
—Si me vas a invitar jalo.
—Te invito para que pases el trago amargo del despecho —lo molesto.
Él rueda los ojos, pero se pone en pie para salir de casa.
🌈
—Coca-Cola —le pide Diego a la mesera.
—Pepsi —pido yo.
—¿Puedes cambiarte de mesa? Es que no puedo compartir mesa con alguien que prefiere Pepsi antes que Coca-Cola —se inclina Diego para susurrarme.
Le doy un golpe.
—No seas idiota Diego, puedo retirar tú pedido ¿sabes? —ruedo los ojos.
—Ya, ya, ya no te enojes Jack, tranquilo —sonríe inocentemente.
—¿Eso sería todo? —pregunta la mesera.
—Por ahora sí. Luego nos pasas tú número —dice Diego y le guiña un ojo.
La aludida se ríe y se aleja de la mesa roja.
—Deja de ser estar coqueteándole a cada mujer que notas que respira, no te olvides de Megan —lo regaño—. No creo que se sienta lindo creer que tienes oportunidad con alguien y este se la pase coqueteando con las demás.
—Bueno, pero cuádratela tú entonces —responde con fastidio.
—No es eso. Sabes que yo la aprecio mucho, es como mi hermana y sabes que tampoco tolero este tipo de cosas. Si le vas a dar esperanzas, la respetas en su ausencia, si no va a ser así, entonces mejor no la ilusiones.
—Sé que quieres lo mejor para ella y yo también quiero darle lo mejor, pero es algo que corre por mis venas, la mayoría de veces lo hago por molestar sin intención alguna, para alivianar el ambiente —se cruza de brazos—. ¿Entiendes eso?
—Lo entiendo, solo trata de evitar esos coqueteos. Tú no sabes que loca se lo tome personal y lo pueda mal interpretar.
—¿Lo dices por una loca como Karl...? —suelta una risa.
—No seas pesado Diego, sabes que el trauma de la muerte de sus padres fue lo que la afectó —lo miro mal.
—Esto de ser el amigo simpático agota —hace un gesto de cansancio—. Iré al baño —se pone en pie y empieza a alejarse.
Saco mi celular y empiezo a ver notificaciones mientras Diego regresa.
La mesera trae el pedido y le agradezco antes de que se vaya.
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Editado: 16.07.2021